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Luana Malheiro, antropóloga social brasileña que se encuentra en Uruguay haciendo un intercambio académico con la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República (Udelar).

Foto: Federico Gutiérrez

El Achique: un lugar para “volverlo a intentar”

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Es un centro diurno ubicado en el barrio Las Acacias de Montevideo, al que actualmente asisten 20 personas con consumos problemáticos.

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Leído por Andrés Alba.
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“Hace dos años, cuando mi hijo me dejó de hablar y se alejó de mí, pensé: o me rescato o me mato”, cuenta a la diaria Sebastián, de 41 años, quien asiste desde 2020 a El Achique, un centro de tratamiento y convivencia de carácter diurno, que brinda atención diaria a personas en situación de vulnerabilidad socioeconómica y consumo problemático de sustancias. “De noche duermo en un refugio del Mides [Ministerio de Desarrollo Social], y de día estudio y vengo para acá, es un espacio en el que compartimos, comemos, nos encargamos de la limpieza y tenemos una cosecha”, agrega Sebastián. En cuanto a sus adicciones, explica: “No fue una la causa que me llevó a caer en todo lo que me hizo mal, simplemente fui yo el que me metí en esa mala vida, golpes que uno mismo se da, pero no es que me faltó nada, caés y listo”, dice.

En las dos aulas que hay a la entrada del centro hay expuestos varios dibujos hechos a lápiz; generan sensaciones de encierro, soledad, dan impresión de frialdad y desesperación. Esos dibujos los hizo Sebastián. “Yo dibujé siempre. Cuando caí en el consumo dejé de hacerlo, pero hace cinco meses, cuando tuve que hacer cuarentena en el refugio, empecé a dibujar las paredes, no dejé ni una vacía, y después acá. Mis compañeros miran y sienten empatía con eso que represento”. Señala las láminas que cuelgan enfrente y dice: “En pocos días hice todos estos, se ve que tengo mucho adentro, demasiado por expresar”. Sebastián cree que dibujar es una de las cosas que más lo acercan a su hijo, “ver que le saca fotos a lo que hago y que después las comparta en su Facebook con una especie de orgullo muy grande, a mí me hace muy bien. Siento que mi hijo recién me está empezando a conocer, porque de chiquito me vio mal, muy mal”, lamenta.

Cuando se le pide que defina qué significa El Achique para él, resume que “de día es un espacio al que acudo para poder estudiar, pero es tanto lo que se comparte, las posibilidades de cosas para hacer son tan lindas, que casi no da el tiempo para todo. Acá uno quiere volverlo a intentar y se siente bien. Yo me había olvidado de que me gustaba el helado, por ejemplo; esas cosas, que para otros son un detalle, son lindas cuando se recuperan”, resume.

Abordaje integral

El Achique – Casavalle es un dispositivo integrado por la Red Nacional de Drogas (Renadro) de la Junta Nacional de Drogas (JND). Este centro es de atención ambulatoria y se encuentra ubicado en el barrio Las Acacias, de Montevideo. Trabaja con varones mayores de 18 años, de lunes a viernes de 9.00 a 15.00. El cupo máximo de este dispositivo es de 20 usuarios; en este momento no hay cupos libres.

Matilde Suárez, la trabajadora social de El Achique, cuenta a la diaria que el paradigma desde el que se aborda la problemática de los consumos es el de gestión de riesgos y reducción de daños. Más allá de la especificidad que tiene este dispositivo en relación a los consumos, piensa al sujeto desde su integralidad. En tal sentido, el trabajo desde la vida cotidiana del usuario es una piedra angular y el punto de partida para la construcción y/o la recuperación de hábitos. También lo es la resignificación de los proyectos de vida y los vínculos que las personas desarrollan con el mundo que las rodea, incluido el que establecen con los distintos tipos de sustancias. Suárez expresa que no existe un tiempo estipulado de egreso o finalización del tratamiento, sino que se apunta a la construcción de procesos, con el objetivo de elaborar acuerdos de trabajo en conjunto con la persona. El ingreso al dispositivo está sujeto a la cantidad de usuarios que en ese momento estén transitando tratamientos y requiere la derivación de los dispositivos de la Renadro, o de las redes de atención sanitaria y territorial.

En cuanto a la rutina del centro, la trabajadora detalla que “es bastante organizada: compartimos cómo les fue el día anterior, a veces llegan de recaídas, sobre todo el lunes, y tienen división de tareas, cocinar, limpiar, hacer jardinería; a veces tenemos propuestas de talleres de arte”. Subraya que “compartir es la parte más importante del centro, la cocina es el corazón de todo, pero también pueden venir y lavar su ropa, higienizarse, hacer sus cosas, lo que necesiten”.

Los roles de los integrantes del equipo de El Achique son flexibles. Suárez relata que “se hacen acompañamientos a nivel grupal e individual”, pero que “todos hacen todo”, y aunque el psicólogo, por ejemplo, tiene un espacio individual para quien lo necesite, por lo general todo es compartido. “Es un lugar donde se puede ser muy creativo a la hora de trabajar, el rol se construye sobre lo que va pasando, no es un trabajo lineal, hay mucha libertad y la escucha es activa”, agrega. Ella, en su rol de trabajadora social, suele estar más que vinculada a lo administrativo, que “en el centro se traduce en acompañar y poner el cuerpo”, concluye.

Álvaro, otro usuario de El Achique, cuenta a la diaria su experiencia en el centro: “Vengo hace varios años, me siento bien y aprendí un montón de cosas, me derivó un médico del [Hospital de] Clínicas que me ayudó con mi adicción al alcohol. La sigo peleando, pero venir acá me hace muy bien”.

Primer encuentro regional sobre consumos problemáticos

El jueves 21 se hizo en El Achique el Primer Encuentro Regional sobre Consumos Problemáticos. La apertura estuvo a cargo del coordinador del centro, Javier Guariglia, y de una mesa política conformada por Daniel Radío, secretario general de la JND, Gabriel Velazco, alcalde del Municipio D, Juan Carlos Rodríguez, coordinador de la JND, que presentó el Plan Quinquenal de la Estrategia Nacional de Drogas, y Virginia Cardozo, del área de Salud de la Intendencia de Montevideo (IM). “La intervención comunitaria como estrategia humanizadora para la gestión de riesgos y reducción de daños” fue el lema del encuentro, que concluyó con un almuerzo compartido entre todos los usuarios, vecinos y trabajadores del centro que compartieron los conversatorios y las exposiciones.

Una de las mesas temáticas se centró en estudios académicos sobre consumos problemáticos: “Trayectorias de uso de cocaína fumada en el sur global: de la vida cotidiana de las mujeres/disidencias a las políticas públicas sobre drogas en Brasil y Uruguay”, a cargo de Luana Malheiro, antropóloga social brasileña que se encuentra en Uruguay haciendo un intercambio académico con la Facultad de Humanidades de la Universidad de la República.

“La llegada a América Latina de la cocaína fumada estuvo muy involucrada con el renacimiento de las respuestas represivas al consumo de esta sustancia en toda la región; tenemos una sensación de alarma en cuanto a este consumo, de alerta”, contó la antropóloga. “Los consumos problemáticos también se relacionan con experiencias perturbadoras, traumáticas, violentas: personas que se han quedado sin hogar, que han sido desplazadas, que han perdido su empleo o salido de cárcel, y también inciden cuestiones de género”, informó. En cuanto a los motivos del consumo de cocaína, según los estudios en los que ha participado, mencionó: “Automedicarse ante las realidades, estigmas y discriminación”.

La antropóloga afirmó que “el consumo problemático de sustancias para mujeres tiene una puerta de entrada que son las violaciones familiares, violencias en todas sus formas”, y compartió testimonios de un grupo de mujeres consumidoras que le contaron por qué empezaron a consumir pasta base: “No quieren ayudar, quieren menospreciar a la mujer usuaria y humillarla, la cuestión de la violencia institucional y la ley de faltas se llevó mis cosas, siempre hacen eso, se llevan todo”, relató una de las mujeres sobre las acciones institucionales. “Los hombres se aprovechan de las mujeres usuarias de pasta”, dijo otra. “Yo empecé con esta droga para olvidarme de lo que pasé, porque sufrí trata y explotación sexual a los 12 años, por eso empecé, sin la droga no podía hacer ese trabajo”, fue otro testimonio. “El tema era no pensar en mi casa, no pensar que me violaron y que mi madre sabía y no hacía nada; buscaba algo para ser feliz, sentí vergüenza, impotencia y rabia, no podía hacer nada. La droga me ayudó en ese momento, no entendía nada pero tenía la droga”, dijo otra mujer.

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