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Andrea Vallejo.

Foto: Mara Quintero

Menstruar en Calle: un proyecto que hace tres años facilita productos de higiene menstrual a mujeres en situación de calle

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“La presencia de las mujeres en la calle no es igual a la de los hombres”, señaló Andrea Vallejo, una de las fundadoras de la iniciativa.

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Leído por Mathías Buela.
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La menstruación de las mujeres continúa siendo un tabú en varios ámbitos sociales. El sangrado es el resultado de un proceso biológico, que se repite cada mes durante, por lo menos, 30 a 35 años, y requiere de ciertos recursos económicos porque los productos de higiene menstrual son costosos. Si bien en varios países activistas y colectivos han militado y logrado exonerar impuestos, Uruguay aún no integra ese grupo.

Por este y otros motivos, este año, la Organización Mundial de la Salud (OMS), en el marco del 50o período de sesiones del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, pidió que la menstruación sea reconocida como un tema de salud y de derechos humanos, y no de higiene.

Uno de los puntos que se destacó en la petición es que se reconozca el trabajo de activistas del “sur global” que a diario alertan sobre las experiencias de mujeres y niñas que atraviesan situaciones “vergonzosas” y enfrentan barreras para gestionar su menstruación “porque no tienen los medios para hacerlo, con consecuencias para sus oportunidades de vida, incluidos sus derechos a la educación, el trabajo, el agua y el saneamiento, la no discriminación, la igualdad de género y, en última instancia, la salud”.

En Uruguay existen algunos proyectos que piensan y se ocupan de la menstruación en diferentes poblaciones. Menstruar en Calle Montevideo es uno de ellos. En diálogo con la diaria Andrea Vallejo, una de sus creadoras, contó cuándo y cómo se creó la iniciativa, y cómo se sostiene.

Hacerse la pregunta

El proyecto surgió hace tres años, cuando algunas mujeres especializadas en diversos temas, junto a Vallejo que es educadora sexual, se preguntaron sobre “cómo resuelven las mujeres en situación de calle el tema de la menstruación”. Según Vallejo, el primer contacto fue con un colectivo de Chile que tiene el mismo nombre y “objetivos similares”. Sin embargo, si bien hubo algunos intercambios virtuales con ese grupo y otras “activistas menstruales” de Brasil y Colombia, luego se perfilaron por su parte y continuaron trabajando de forma autónoma, con sus propios lineamientos.

“Al principio salíamos por las calles a repartir toallitas [que reciben a través de donaciones] pero luego hubo una intención de que eso trascendiera”, recuerda. En 2020 Vallejo se acercó a un grupo de mujeres del colectivo Ni todo está perdido (Nitep) para invitarlas a formar parte de la iniciativa. Si bien algunas se unieron y otras no, “porque había varios proyectos en los que trabajar”, la visión de ese grupo de mujeres fue un buen aporte. “Salíamos los sábados de tarde a repartir pero no encontrábamos a muchas mujeres”, por lo que junto a las integrantes de Nitep se hizo un mapeo, se cambiaron los días de recorrida y eso permitió llegar a muchas más. Los lugares que recorren son los barrios que conforman el Municipio B, y algunos otros.

“La presencia de las mujeres en la calle no es igual a la de los hombres”, señaló Vallejo. Ellas “son menos y están distribuidas en los dispositivos del Estado”, aunque un grupo está a la intemperie y es donde se “intenta poner el foco, porque las que asisten a los refugios, a veces, tienen acceso a algunos productos”, sostuvo.

En 2020 [la diputada María Eugenia Roselló (Partido Colorado) propuso un proyecto de ley para brindar una canasta con productos de higiene menstrual a beneficiarias de la Tarjeta Uruguay Social (TUS) del Ministerio de Desarrollo Social (Mides), pero no avanzó. La diputada dijo a la diaria que pretende hacer una propuesta sobre el tema en la próxima Rendición de Cuentas.

Vallejo contó que la iniciativa fue evolucionando y se dieron cuenta de que “trascendía la entrega de productos”, es decir, que la raíz era el “activismo menstrual que trabaja por la pobreza menstrual y la feminización de la pobreza”, con un recorte específico en el tema menstruación. Este fue uno de los motivos por los cuales se independizaron de otros colectivos, por sentir que “tal vez tenían diferentes enfoques marcados por la clase social” de las mujeres.

“Algunos términos no nos interesan”, sostuvo Vallejo, entre ellos, promover “la gestión menstrual” o “el uso de la copa menstrual” en esta población. Si bien comprenden que las donaciones ofrecidas de este u otros productos son “con buena intención”, lo que se cuestionan es “si la pregunta sigue enfocada en cómo viven el proceso las mujeres en calle”. Evaluó que sobre esto “hay un gran desconocimiento de que son múltiples las variables que influyen”, entre ellas, no acceder libremente al agua potable.

“Lo que descubrimos a través de entrevistas que les hicimos a las mujeres a las que accedemos es que lo que a ellas les es funcional son las toallitas o los trapos”, aclaró Vallejo. Si bien “se entiende que tal vez son productos que contaminan”, es lo que “sirve para quienes están la mayor parte del tiempo en la calle”, agregó. “Lo principal es darle un producto para que la mujer se quede tranquila y no cuestionar”, dijo. En algunas ocasiones, con base en la demanda, también lograron armar y entregar algunos kits con toallitas, papel higiénico y jabón.

“Menstruar es político”

Consultada sobre cómo es acercarse a las mujeres en la calle, Vallejo explicó que, a su criterio, “hay que tener algún tipo de formación asociada”, porque lógicamente son personas desconocidas y a veces genera resistencias, pero una vez que se genera un vínculo, “se abren” y cuentan cosas “muy personales”, entre ellas, “que ven y viven la menstruación como algo horrible” porque les dificulta el ingreso de dinero y les “es difícil estar menstruando cuando son prostituidas”, por ejemplo. En estos casos, para Vallejo la entrega de los productos “es sólo una excusa” para hablar e informarles sobre otros temas vinculados a la vida sexual, algo que algunas “ni siquiera saben qué es”.

Con el tiempo, hay mujeres que las esperan porque ya las conocen. También se acercan a dispositivos del Mides y facilitan productos, pero esto es una parte del proyecto. La otra parte se basa en dar talleres en centros educativos, algo que tiene ciertas “complejidades”, porque, por un lado, se busca informar, pero, por otro, la menstruación “es algo que genera asco y rechazo a nivel social, además de que no está instalado en la agenda pública”.

En cuanto al número de mujeres a las que han entregado productos, si bien es difícil de cuantificar porque muchas de ellas se repiten y cuando “el vínculo es instantáneo” no queda registro, saben que son por lo menos 50 con las que han establecido un vínculo y otras 30 las que se acercaron al proyecto desde el principio.

Vallejo apuntó que la iniciativa se sostiene por donaciones y, si bien reconoció la inestabilidad que genera depender de un número inestable de donaciones, opinó que no estar financiadas les permite trabajar bajo sus propios lineamientos, sin imposiciones.

Por último, reflexionó que el grupo considera que “menstruar es político” y lo que se busca, además de ayudar, es “problematizar el tema de ser mujer y pobre al quedar en esa invisibilización”, porque “estar manchada y no tener otra ropa les triplica la situación de ser discriminadas”. Según dijo Vallejo, el problema a veces se agrava, por ejemplo, en el caso de los fines de semana, “ellas cuentan que hay menos baños públicos disponibles y quedan bastante desamparadas”; ese es uno “de los tantos problemas”.

Contacto

Quienes deseen donar productos pueden comunicarse a través de la cuenta de Instagram @menstruarencalle_montevideo o al 099 954 767.

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