El Ministerio de Salud Pública (MSP), junto al Instituto del Niño y Adolescente del Uruguay (INAU), elaboró la “Guía de abordaje frente al riesgo suicida en adolescentes”, a raíz de un estudio reciente que llevó adelante el Área Programática de Salud de Adolescencia y Juventud de la cartera sobre suicidio adolescente, que arrojó varias cifras y características respecto del suicidio en jóvenes de hasta 19 años, entre 2018 y 2021.
Entre otras cosas, el estudio concluyó que, de los 149 adolescentes que se suicidaron en el período estudiado, el principal motivo de sus consultas previas estuvo vinculado a la salud física, y, en segundo y tercer lugar, a la salud mental y controles anuales. Específicamente, “en el 54% de los casos” los adolescentes tuvieron la última consulta en el sistema sanitario durante los tres meses previos al suicidio, y en 70% de los casos habían asistido “por lo menos una vez al centro de salud durante los últimos seis meses previos a suicidarse”. En tanto, el promedio de consultas al sistema de salud en el último año previo al suicidio fue de tres.
Con base en estos datos, el MSP observa “dificultades en los centros” vinculadas a la “escasez de personal y capacitación de los profesionales”, algo que significa un obstáculo para una buena evaluación del riesgo, aplicación de tratamientos y seguimiento de cada caso. En contrapartida, los equipos multidisciplinarios estables y con formación en la temática “tienen una mayor capacidad de respuesta”. En suma, si bien se detectó la existencia de protocolos para la detección, registro y atención de los intentos de autoeliminación (IAE), “se reconoce un conocimiento parcial de los mismos y recursos insuficientes para su aplicación”.
A su vez, el estudio recomienda a los centros contar con “al menos una consulta psicológica de control” anual protocolizada que pueda complementar la mirada de un profesional de la salud mental para sumar al registro digital unificado de IAE, a fin de darle seguimiento a cada caso.
La guía
El documento sugiere abordar la problemática desde el primer nivel de atención: identificar factores de riesgo, factores de protección, determinar la intervención y dejar registro. Los factores a detectar pueden ser sociodemográficos, clínicos, familiares y de salud mental. Asimismo, recomienda realizar interrogatorios específicos sobre pensamientos, planes, comportamientos e interacciones y con base en eso clasificar el riesgo en bajo, medio, alto o extremo.
A aquellos adolescentes a los que se les detecte riesgo suicida se les deberá hacer un seguimiento, ya que luego de la consulta “pueden presentar mayores sentimientos de aislamiento” y, en consecuencia, el riesgo puede aumentar. Por ello, “dentro de lo posible”, la guía recomienda mantener contacto regular con el adolescente y con su familia durante los primeros meses, que disminuya con las semanas si “se evalúan mejoras en el nivel de riesgo suicida”. Si el adolescente no asiste a consulta, un miembro del equipo deberá llamar al usuario y en cada contacto “es importante mantener la evaluación de pensamientos”, planes o intentos de suicidio.
Por último, el manual para los profesionales aclara que preguntar sobre suicidio “no genera riesgo suicida en los adolescentes”, de hecho, “sucede lo contrario”.
Otras acciones
En la presentación de la guía, la ministra de Salud Pública, Karina Rando, adelantó que la cartera está trabajando en otras herramientas. Una de las más novedosas se aplicará en conjunto con la Administración Nacional de Salud Pública, y consistirá en una capacitación a quienes están en contacto frecuente con adolescentes.
Por el momento, “se están adaptando las guías internacionales al contexto nacional”, y una vez que se apruebe la Rendición de Cuentas, a principios de 2024, se comenzará con las capacitaciones.
Por otra parte, la ministra remarcó que “se debe asegurar” que los adolescentes con intento de autoeliminación accedan a un especialista en salud mental “en menos de una semana”, y sostuvo que hay que reforzar la consulta en salud mental como “si fuera un examen físico”.