Un estudio desarrollado por el Área Programática de Salud de Adolescencia y Juventud del Ministerio de Salud Pública (MSP) junto al Banco Interamericano de Desarrollo (BID) analizó las circunstancias y características de los suicidios en personas de hasta 19 años, entre 2018 y 2021, para “comprender las interacciones de los adolescentes y sus familias con el sistema de salud”.

La revisión, a la que accedió la diaria, implicó el análisis de datos contenidos en 149 certificados de defunción –el total de los casos– y de 54 historias clínicas de los adolescentes, y tomó testimonios de grupos de discusión con profesionales de la salud en contacto con adolescentes con intentos de autoeliminación o que se suicidaron. Los certificados de defunción fueron extraídos de las estadísticas vitales del MSP, y las historias clínicas se pidieron a los prestadores de salud.

De las historias clínicas se analizaron diferentes datos, tales como edad, género, situación educativo-laboral, residencia, núcleo familiar e indicios de las características del acto suicida, por ejemplo, método, momento del año o asociaciones con la interacción con el prestador de salud. Con datos extraídos de las dos herramientas se generó un único registro.

Resultados

En los certificados de defunción se observó que, a mayor edad, sobre todo a partir de los 16 años, crece la cantidad de suicidios. También se identificó una diferencia numérica entre varones y mujeres: del total de adolescentes que se quitaron la vida, 107 eran varones y 42 mujeres. El deceso de 102 de ellos se produjo en su hogar.

“En la mayoría de los certificados de defunción”, específicamente en 137, “no se completó la información correspondiente” a enfermedades contribuyentes, mientras que en siete se registró abuso de sustancias, en tres depresión, en uno “problemas psiquiátricos” y en otro problemas familiares. En la mayoría –122– los suicidios se concretaron por ahorcamiento, estrangulamiento o sofocación, y el segundo método más utilizado (por 15 adolescentes) fue el arma de fuego.

Las historias clínicas analizadas pertenecían a 37 varones y 17 mujeres y la edad promedio de la última consulta en un centro de salud fue 16 años. Los “problemas de salud física” fueron el motivo más frecuente de la última consulta, que figura en la historia clínica, y, en segundo lugar, fueron “problemas de salud mental” y “control”.

En 21 historias había registro de la conformación familiar de los adolescentes y en 15 el tipo de vínculo intrafamiliar. En 12 de las 15 historias el tipo de vínculo “puede considerarse disfuncional” por abandono, violencia o fuerte conflicto familiar, mientras que los tres restantes “pueden ser considerados funcionales”. Por otra parte, en seis historias clínicas se incluyeron antecedentes familiares de patología mental o suicidio. A su vez, en 11 documentos se registró antecedente de violencia y/o abuso sexual; específicamente ocho adolescentes fueron víctimas de violencia o abuso sexual.

Respecto de la salud de los fallecidos, se registraron patologías en ocho casos: asma, tumores, sífilis y gonorrea fueron algunas de las afecciones diagnosticadas. A su vez, en diez de las historias constan problemas de sueño y en 17 se completó información sobre consumo de sustancias psicoactivas: en nueve se registró que no había consumo y en ocho que sí, mientras que seis consumían más de una sustancia. Los consumos más frecuentes eran marihuana, tabaco, cocaína, alcohol, pasta base de cocaína y psicofármacos.

En cuanto a padecimientos de salud mental, sólo 23 historias de las 54 incluyeron información sobre diagnósticos. Específicamente diagnosticados se registraron 18, y seis tenían “más de un problema”. La depresión, la ansiedad y el consumo problemático de sustancias fueron los diagnósticos más frecuentes, realizados, en su mayoría, por el médico de referencia. Con respecto al prestador de salud, 69 –es decir, casi la mitad– se atendían en la Administración de los Servicios de Salud del Estado y 24 de ellos en prestadores privados.

En los 12 meses previos al suicidio los adolescentes hicieron un promedio de tres consultas. A su vez, en promedio, la última consulta en el centro de salud se registró nueve meses antes del fallecimiento, pero hay diferencias: en 29 casos fue durante los tres meses previos al fallecimiento y en 38 casos el adolescente había asistido “por lo menos una vez” al centro de salud en los seis meses previos al suicidio.

Para la parte de la revisión que incluyó testimonios se realizaron cuatro grupos de discusión, dos con profesionales de ASSE y dos con funcionarios del sector privado. Del sector público participaron nueve personas y del privado, 25. Las especialidades de los grupos fueron diversas; entre ellas, médicos generales, psiquiatras, licenciados en enfermería y trabajadores sociales, todos de diversos departamentos del país.

Los participantes coincidieron en que “la pandemia vino a agravar una situación que se estaba armando”. A su vez, entendieron que hay “un incremento relevante de las consultas con profesionales de la salud mental”, en las que se expresa sintomatología “más frecuente, compleja y de inicio precoz”, por ejemplo, trastornos de ansiedad, presencia de ideas de muerte, trastornos alimenticios, problemas de convivencia y comportamientos “de riesgo”.