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Marisa Bucheli, Paola Azar y Soledad Salvador, en el seminario “Aportes para la equidad en el mercado de trabajo, la política y los ingresos de las mujeres”.

Foto: Federico Gutiérrez

Las mujeres y el trabajo: “La informalidad como flexibilidad para combinar tareas domésticas y empleo”

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Analizan política, mercado laboral y hogares desde una perspectiva de género para la equidad.

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Las VIII Jornadas Académicas de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, que se inauguraron el martes y van hasta hoy, abrieron debates en diversas áreas: migración, comunicaciones, la industria manufacturera, educación, desigualdad, cuidados, políticas de redistribución y género. Ayer se presentaron cuatro trabajos que hicieron hincapié en las inequidades entre hombres y mujeres –tanto en Uruguay como en la región– en relación al Impuesto a la Renta de las Personas Físicas (IRPF), la distribución de las tareas de cuidados dentro del hogar, la participación laboral y las condiciones que se deberían dar para un escenario de igualdad de género “acorde al siglo XXI”.

Cargas tributarias

Las investigadoras del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República Marisa Bucheli y Cecilia Olivieri abordaron la incidencia de género en la carga impositiva del IRPF en Uruguay.

Si bien el código tributario uruguayo no explicita diferencias de género, la carga impositiva varía entre los distintos tipos de hogares. Con datos de la Encuesta Continua de Hogares de 2013 clasificaron a la población en diferentes categorías de hogares, según su organización familiar y la situación laboral de sus miembros. Los casos más significativos: los hogares en los que ambos miembros de la pareja trabajan (31%), las parejas en las que el hombre trabaja (18%) y las parejas en las que la mujer trabaja (8%). Las conclusiones a las que arriban es que no existen diferencias de género explícitas, pero las brechas brutas indican una carga mayor en el núcleo familiar cuando ambos miembros de la pareja trabajan.

Bucheli y Olivieri entienden que este patrón está reforzado por dos aspectos no deseables: una mayor tasa de informalidad laboral femenina (que beneficia la carga cuando ambos trabajan en la pareja) y una alta participación de fuentes no gravables cuando es la mujer la que trabaja en el hogar. A su vez, establecen que la combinación del sistema dual y la prevalencia de la declaración individual no parece desincentivar el trabajo femenino.

La mayoría de los hogares hacen declaraciones individuales, hecho que el estudio toma como supuesto. Según Bucheli, la no realización de declaraciones familiares responde a “falta de información” por parte de los hogares y también a la irreversibilidad relativa de la elección: “No es algo que se puede estar eligiendo año a año”, afirmó. Según el estudio, sólo 12% de los hogares se beneficiarían de la declaración familiar, y datos de la Dirección General Impositiva establecen que sólo 2% de los hogares lo hacen.

Escenarios prospectivos

Las investigadoras Cecilia Alemany, de Development Alternatives with Women for a New Era, y Soledad Salvador, del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo (Ciedur), presentaron los principales resultados del estudio de prospectiva de la Dirección de Planificación de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP) sobre sistemas de género, igualdad y su impacto en el desarrollo de cara a 2050.

Establecen que “pasar del dicho al hecho” es tarea de la sociedad en su conjunto, pero asimismo que los logros en igualdad de género “no serán reales sin un liderazgo fuerte del Estado como garante del ejercicio de los derechos de las mujeres”. Así, sostienen que se debe asumir la agenda de igualdad de género como una política de Estado y generar un marco normativo “integral y coordinado” de igualdad de género, así como consolidar la institucionalidad de género en el Estado, fortalecer las capacidades de los funcionarios públicos y desarrollar instrumentos que garanticen la democracia paritaria para disminuir las posibilidades de consolidación de los escenarios no deseables a mediano plazo. En la misma línea, recomiendan promover conductas a favor de la igualdad en las empresas, facilitar el acceso a mujeres de la infraestructura, la tecnología, el crédito y la comercialización, promover la corresponsabilidad en los cuidados, el derribe de los estereotipos de género, garantizar la organización y voz a las mujeres, y en cuanto a lo fiscal, beneficios o exoneraciones fiscales exclusivas.

En el plano educativo, sugieren buscar complementariedad entre la educación formal y no formal, formar a docentes en género e integrar en la currícula este enfoque en todos los niveles educativos. Asimismo, fomentar la participación y financiamiento de las organizaciones sociales que desarrollan actividades en pro de la igualdad de género.

Empleo y trabajo

En un marco regional, Verónica Amarante, directora de oficina de la Comisión Económica para América Latina en Montevideo, y Cecilia Rossel, del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Católica, analizaron la toma de decisiones sobre las horas dedicadas al trabajo doméstico dentro de los hogares en cinco países de América Latina: Chile, Colombia, México, Perú y Uruguay.

Los dos argumentos utilizados por las investigadoras –de especialización y modelos de negociación– predicen que una persona con ingresos laborales altos dedicará menos horas al trabajo doméstico, ya sea por ventajas comparativas o por la posición de negociación. En tanto, la evidencia en el plano econométrico muestra que, en promedio, el trabajo no remunerado es mucho más sensible a las características personales y de los hogares en el caso de las mujeres, y que la distribución desigual de horas de trabajo entre hombres y mujeres no es producto de características observables diferentes, sino resultado de “otros mecanismos más complejos”.

Salvo en Chile, en los demás países la situación laboral resulta un determinante relevante del tiempo dedicado al trabajo doméstico para las mujeres, ya que “trabajo remunerado se asocia con una caída significativa en el tiempo dedicado al trabajo doméstico”. En este sentido, concluyen que mientras para las mujeres la caída se incrementa cuando trabajan en condiciones de formalidad, para los hombres “no existen grandes diferencias”, lo que “es consistente con la idea de que la informalidad se presenta como una alternativa de mayor flexibilidad para combinar responsabilidades domésticas y de mercado”.

Por otro lado, en el caso de los hombres, las horas dedicadas al trabajo doméstico son crecientes con la participación del ingreso laboral de las mujeres en el ingreso total –sólo en Chile y Uruguay–, pero con una magnitud que no compensa la caída en el caso de estas últimas.

No es novedad que la presencia de niños y niñas en los hogares implica una mayor dedicación al trabajo doméstico por los integrantes, tanto hombres como mujeres –aunque más mayor de parte de ellas–. En este marco, las investigadoras identificaron que la dedicación, si bien es mayor cuando los niños son menores de tres años, sigue siendo “importante” hasta los 12 años, en tanto la presencia de otros adultos en el hogar “no presenta un patrón claro” de asociación con el trabajo doméstico.

Participación laboral

También focalizadas en la región, Alma Espino, de Ciedur, y Norma Sanchís, de la Asociación Lola Mora de Argentina, presentaron un estudio –en curso– que se propone investigar sobre las restricciones que enfrentan las mujeres, según estrato socioeconómico, en su participación laboral.

El análisis sobre la oferta laboral muestra que las alteraciones del nivel de actividad económica no resultan suficientes para afectar la inequidad por la “inestabilidad” de las economías latinoamericanas: “La brecha en las tasas de actividad de hombres y mujeres están fuertemente asociadas a restricciones de género, pero las brechas entre mujeres lo están también a las desigualdades socioeconómicas”. Además, la sola decisión de ingresar al mercado de trabajo no asegura la inserción, y las oportunidades de empleo no se distribuyen por igual, ni entre géneros ni entre las mujeres.

Si bien consideran que la educación es un fuerte determinante de la participación laboral para las mujeres, establecen que resulta insuficiente, porque las diferencias en este aspecto no se explican por el capital humano acumulado, sino que “son consistentes con los roles asignados socialmente –proveedores y madres, esposas y cuidadoras–.

También resaltan la existencia de un “conflicto” entre maternidad temprana, autonomía económica y empoderamiento femenino por las diferencias observadas entre la tasa promedio femenina y la de las mujeres con hijos menores de seis años, “exactamente lo contrario a lo que ocurre con las tasas masculinas” agregan.

Asimismo, concluyen que las categorías de ocupación en las que se insertan las mujeres están “fuertemente asociadas al estrato socioeconómico y a la socialización de género”, y en este sentido “la segmentación de los mercados laborales se retroalimenta con las desigualdades sociales y de género”.

Más allá de que se trata de una cuestión de derechos humanos, las investigadoras afirman que “fomentar políticas relativamente modestas” que incrementen la participación femenina en la fuerza laboral puede tener “efectos significativos sobre el crecimiento”.

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