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Cooperativa Molino Santa Rosa (archivo, julio de 2020).

Foto: Federico Gutiérrez

Las organizaciones de la economía social y solidaria están más preocupadas por la relación con el nuevo gobierno que por la emergencia sanitaria

6 minutos de lectura
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Un estudio de la Udelar sobre este sector también identificó como una oportunidad del momento el fortalecimiento de las redes de intercooperación.

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El área Sector Cooperativo y Economía Social y Solidaria del Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio de la Universidad de la República elaboró un documento titulado Economía social y solidaria y covid-19 en Uruguay: estrategias de adecuación e incertidumbre en las organizaciones de la economía social y solidaria en el marco de la emergencia sanitaria, en el que busca reconocer las prácticas y experiencias de las organizaciones cooperativas en el marco de la crisis por el coronavirus.

Las entrevistas fueron realizadas en mayo de este año y de forma virtual, debido a las condiciones de aislamiento físico recomendadas por la autoridad sanitaria. En las charlas se recogieron las opiniones de las organizaciones y se contó con el relevamiento de la Confederación Uruguaya de Entidades Cooperativas, “por ser la entidad de tercer grado que agrupa al conjunto del sector cooperativo”, según el trabajo, al que accedió la diaria.

Según el estudio, las organizaciones expresaron mayor énfasis “en la preocupación por la relación que establecen con el nuevo gobierno, más que [en] lo relacionado a la emergencia sanitaria”. Superado el primer impacto del aislamiento físico, “la mayoría de las experiencias señala como principal preocupación los efectos que el cambio de rumbo en las políticas del nuevo gobierno pueda tener”. Algunas organizaciones proponen una estrategia de adaptación al nuevo contexto, y otras, mayor “confrontación y disputa”; esto cambia según el nivel de dependencia que tengan con el Estado “en sus propias organizaciones, así como [según] los vínculos establecidos con gobiernos anteriores”.

Como oportunidad identificaron el fortalecimiento de las redes de intercooperación. “La búsqueda de solidaridades más allá de la propia organización parece estarse fortaleciendo para afrontar la crisis. Otro elemento a destacar es el rol de la virtualidad como herramienta para fortalecer la participación y el despliegue de las redes, tanto a nivel local como internacional. Considerando el lugar de las redes en el fortalecimiento de las experiencias de ESS [economía social y solidaria], la presencia de la virtualidad parece haber llegado para quedarse como herramienta para un mayor acceso a la participación y la cooperación”.

El documento asegura que la crisis también ha “revalorizando el lugar de consumo responsable y el cuidado de la naturaleza”, y destaca el aumento del consumo de productos agroecológicos: “Entendemos esta situación como una señal posible de mayor conciencia en relación al lugar de la soberanía alimentaria como modo de vida alternativa, así como de visualizar una mejora en la relación con el entorno”.

Dimensión social

Del relevamiento surgió que “las personas destacan los problemas sociales en su directa relación con las consecuencias económicas que la crisis está generando, por lo que las soluciones a los problemas sociales vienen de la mano de la implementación de cuestiones económicas”.

Según el documento, la realidad rural difiere de la de las ciudades, porque en primer lugar hay “cierta subsistencia con sus propios medios de producción; está más preparada para este tipo de crisis, muchas de las familias pueden perder algunos ingresos por las vías formales pero disponen de muchos recursos de producción. Por lo tanto, para estas familias no está en juego el tema del seguro de paro, no pierden fuentes de trabajo. El trabajo productivo en la tierra se mantiene y es crecientemente demandado, resultado del confinamiento en la ciudad”.

Además, la demanda de productos frescos creció, pero no fue acompañada con la misma velocidad por la oferta de productos, “lo que genera un ritmo de trabajo intensificado hacia los productores rurales agroecológicos durante la emergencia sanitaria. En definitiva, mantienen y aumentan sus tareas habituales”.

El cierre de las escuelas y la presencia de niñas y niños en los hogares tampoco fueron mencionados como problema; es más, se sostiene que su presencia facilita la logística familiar porque en algunos lugares los centros de estudio quedan lejos y llevar a los niños e ir a buscarlos es un problema si la familia no cuenta con locomoción. “A su vez, no se vive la distancia social como encierro o confinamiento, puesto que se vive cotidianamente en espacios abiertos”, dice el documento.

En el ámbito urbano las cosas cambian. Los integrantes de las organizaciones mencionaron como negativo “la presencia agobiante del teletrabajo, la inseguridad en mantener sus ingresos, las peleas en torno al seguro de paro, el confinamiento y [la] ausencia del disfrute de los espacios verdes”.

“En este contexto de encierro urbano, las organizaciones colectivas ponen foco en la preocupación por los conflictos familiares. La Comisión de Género de FUCVAM [Federación Uruguaya de Cooperativas de Vivienda por Ayuda Mutua] ha sacado algunos comunicados visuales por medio de afiches donde problematizan el tema de la violencia en el contexto de encierro, denunciando los casos de feminicidios que ocurrieron durante el primer mes de cuarentena”.

Algo que une al campo y la cuidad es la colaboración y el apoyo tanto a ollas populares como a la creación y distribución de canastas. “Las organizaciones que aglutinan a los productores agroecológicos desarrollan acciones aportando alimentos a distintas ollas y canastas destinadas a los centros urbanos, en gran parte mediadas por organizaciones cooperativas, sindicales y barriales”.

Vínculos con el Estado

“La mayoría de los entrevistados manifiestan un conjunto de incertidumbres en relación con las orientaciones de las políticas públicas que desde el gobierno presidido por Luis Lacalle Pou se desarrollarán hacia el cooperativismo y la economía social y solidaria. Y también en lo referido a las políticas de ajuste que se vienen anunciando y concretando en medio de la crisis sociosanitaria”, dice el texto.

Además, las cooperativas de consumo ven en las grandes superficies una amenaza, tanto por la concentración de los insumos como por la fijación de precios. Estas cooperativas reivindican la intervención del Estado en la regulación de precios y el acceso a los alimentos. “En el análisis de esta organización se advierten dos planos de dificultades: 1) amenaza latente de concentración de cadena de supermercados, lo que impactaría en la negociación con los proveedores, 2) la incertidumbre acerca del impacto de la inflación, la suba de tarifas, y sobre la situación del desempeño de la economía a futuro”.

La Federación de Cooperativas de Vivienda expresó su preocupación por los recortes a la mitad de los préstamos y “cómo impactará esto en los grupos conformados recientemente, si el Estado va a ser capaz de seguir con carteras de tierra, líneas de crédito”.

La Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay sostuvo que hay “dos frentes que atender”: los efectos sobre las cooperativas sociales y los montos tope para contratos con el Estado incluidos en la ley de urgente consideración; la política de ajuste que “va a afectar a las cooperativas en general en su viabilidad económica”. “Aprovechar líneas de negocios secundarias como la logística o la complementación para la compra de insumos o abastecimiento son algunas de las iniciativas que se han puesto en práctica”, se señala.

Desde la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por sus Trabajadores (ANERT), en su alianza con el PIT-CNT, “el vínculo con el Estado se entiende tanto como un promotor (herramientas preexistentes de compras públicas) de más y mejor autogestión, como también un actor que compromete la viabilidad de los emprendimientos (sobre todo con el recorte en el gasto y el enlentecimiento burocrático)”.

En varias cooperativas surgió la necesidad de plantear “otras formas de hacer economía”, “buscando alternativas a la racionalidad económica propia del capitalismo”. ANERT propuso leer la emergencia sanitaria en términos políticos; “es decir, intentar asumir en medio de la crisis una racionalidad oportunista en términos económicos parece ir contra el principio de poner en el centro la vida de las personas y no el capital. En ese sentido, sí se han identificado oportunidades en términos de organización recurriendo a la memoria histórica de los trabajadores en tiempos de crisis como la actual (ollas, etcétera, son un ejemplo)”.

La intercooperación

Los investigadores aseguran que identificaron que las organizaciones “están desplegando distintas acciones solidarias ante la crisis, principalmente para paliar el momento de emergencia. En menor medida se llevan adelante estrategias más allá de la crisis, y esto también es [una] preocupación por parte de algunas organizaciones, cuestionando la sustentabilidad en el tiempo de algunas acciones solidarias (como las ollas) y cómo esta etapa puede ser una oportunidad para generar transformaciones a largo plazo en las prácticas”.

Evidencian que la intercooperación entre cooperativas son principalmente a nivel productivo, pero no han desarrollado otras estrategias en otros planos. “La distancia física es un impedimento para la creación de otras formas de acción que aún no se han desplegado”, se plantea.

Lo que demostró la pandemia

El documento señala también algunas de las realidades que puso en evidencia la pandemia. El “quedate en casa” diferenció a las personas que tienen un lugar en el que vivir de las que no. Además, se puso sobre el tapete, dramáticamente, la cantidad de “trabajadoras y trabajadores precarizadas/os o que desarrollan su labor en condiciones de informalidad parcial o total”. También resaltan como negativa la violencia dentro de los hogares y destacan la labor de la Comisión de Género de FUCVAM, que junto con los colectivos de mujeres lleva adelante experiencias de economía solidaria.

“Finalmente, una cuarta situación que resulta expresión de la crisis actual, es la centralidad del alimento. Los trabajos junto a la Red de Agroecología, la acción política de las organizaciones de consumidores, junto al actual despliegue de múltiples ollas populares y comunitarias, así como el desarrollo de propuestas de canastas alimenticias desde las organizaciones sociales, cooperativas y sindicales, constituyen un campo de posibilidades para ir construyendo redes”.

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