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Tareas de montaje del tablero del puente arco del viaducto en rambla portuaria (archivo, julio de 2021)

Foto: Federico Gutiérrez

OIT llama a evitar volver a la “tentación” de la consolidación fiscal para hacer frente al gasto público que requiere la pandemia

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“Las medidas de protección social para hacer frente a la crisis de la covid-19 deben mantenerse hasta que la crisis amaine”, recomienda un documento sobre protección social de la organización.

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“A pesar de la expansión sin precedentes de la protección social durante la crisis generada por la covid-19, más de 4.000 millones de personas en el mundo siguen estando completamente desprotegidas”, dice el Informe Mundial sobre la Protección Social 2020–2022, titulado “La protección social en la encrucijada: en busca de un futuro mejor”, publicado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT).

La pandemia generada por la covid-19 puso de manifiesto “las profundas desigualdades y las importantes brechas en la cobertura” de la seguridad social, dice el informe ejecutivo de la organización. Además, la crisis puso de manifiesto la inseguridad en la que viven las personas que “parecían salir adelante relativamente bien”, pero sin la posibilidad de hacerles frente a “las ondas de choque socioeconómicas que ha emitido”.

El texto dice que la pandemia ha hecho que los países tengan una respuesta política ante colectivos que trabajaban en la informalidad. Agrega que los gobiernos han aplicado políticas diferenciadas, ampliando coberturas cuando fue necesario y aumentando los niveles de prestaciones; sin embargo, “la recuperación socioeconómica sigue siendo incierta y destinar más recursos a la protección social seguirá siendo decisivo”.

“Garantizar una recuperación centrada en las personas en todo el mundo depende del acceso equitativo a las vacunas. No se trata sólo de un imperativo moral, sino también de una necesidad de salud pública: un profundo abismo en la disponibilidad de las vacunas desencadenará nuevas mutaciones víricas que socavarán sus beneficios para la salud pública a nivel mundial”, dice el informe.

La OIT contrapone dos opciones: “establecer la protección social universal y hacer realidad el derecho humano a la seguridad social” o “un ‘camino fácil’ de provisión minimalista, sucumbiendo con ello a las presiones fiscales o políticas”.

Se nota un progreso, pero sigue siendo insuficiente

En 2020, 46,9% de la población mundial estaba efectivamente cubierta por al menos una prestación de protección, “mientras que el 53,1% restante (4.100 millones de personas) estaba totalmente desprotegido”, indica el texto. La tasa de cobertura cambia de forma significativa según la región del mundo: en Europa y Asia Central llegaba a 83,9% y en las Américas a 64,3%, mientras que en el resto de Asia y el Pacífico lo hacía a 44,1%, en los estados árabes a 40% y en África a 17,4%,

Considerando la cobertura por enfermedad, “un tercio de las personas en edad de trabajar tienen sus ingresos protegidos”, pero “menos de una quinta parte de los trabajadores desempleados de todo el mundo reciben efectivamente prestaciones por desempleo”.

“Los países destinan una media de 12,9% de su producto interno bruto (PIB) a la protección social (excluida la salud), pero esta cifra encubre variaciones impactantes. Los países de ingreso alto gastan de media 16,4%, a saber, el doble que los de ingreso mediano alto (8%), seis veces más que los de ingreso mediano bajo (2,5%) y 15 veces más que los de ingreso bajo (1,1%)”, informa el documento.

A causa del coronavirus los países de ingreso mediano bajo necesitarían invertir 362.900 millones de dólares adicionales y los países de ingreso mediano alto, otros 750.800 millones de dólares al año, lo que equivale a 5,1% y a 3,1% del PIB, respectivamente; en tanto que los países de ingresos bajos deberían invertir 77.900 millones de dólares adicionales, 15,9% de su PIB.

Con relación a los niños, el informe dice que en el mundo sólo 26,4% recibe prestaciones de protección social, las regiones en las que están menos protegidos son Asia y el Pacífico (18%), Estados Árabes (15,4%) y África (12,6%). Para la OIT, hacer frente a la pobreza infantil agudizada por la covid-19 supone “cerrar las brechas de cobertura de la protección social”; “las personas responsables de la formulación de políticas deben aplicar un enfoque de sistemas integrados que incluya prestaciones por hijos y servicios de atención a la infancia, licencias parentales y acceso a la atención de salud”.

En cuanto a la maternidad, la organización dice que en el mundo se ha avanzado en la protección universal o casi universal de las mujeres en edad fértil, pero aún “44,9% de las mujeres con recién nacidos en todo el mundo recibe una prestación monetaria de maternidad”.

A pesar de que la pandemia demostró la importancia de la cobertura en caso de enfermedad o cuarentena, “sólo un tercio de la población mundial en edad de trabajar tiene sus ingresos protegidos por ley en caso de enfermedad”. Si se tiene en cuenta a las personas con alguna discapacidad grave, esta crisis demostró que las prestaciones son bajas: sólo 33,5%.

Sobre la protección contra el desempleo: “Apenas 18,6% de los trabajadores desempleados de todo el mundo cuenta con una cobertura efectiva frente al desempleo y recibe de hecho prestaciones”. “Las estimaciones sobre el gasto público indican que, en todo el mundo, sólo se gasta 3,6% del PIB en protección social para garantizar la seguridad de los ingresos de las personas en edad de trabajar”, dice el informe.

Mujeres y hombres mayores siguen con problemas de cobertura

“A nivel mundial, 77,5% de las personas por encima de la edad de jubilación recibe algún tipo de pensión de vejez. Sin embargo, siguen observándose grandes disparidades entre las regiones, entre las zonas rurales y las urbanas, y entre las mujeres y los hombres”, añade el documento.

La OIT sostiene que la pandemia obligó a los países a dar pensiones adicionales y financiar los sistemas de pensiones, “pero el impacto a largo plazo será de moderado a bajo”. “Las reformas de las pensiones han estado dominadas por el énfasis otorgado a la sostenibilidad fiscal, en detrimento de otros principios establecidos por las normas internacionales de seguridad social, como la universalidad, la adecuación y la previsibilidad de las prestaciones, la solidaridad y la financiación colectiva”, sostiene.

El camino óptimo

“Las medidas de protección social para hacer frente a la crisis de la covid-19 deben mantenerse hasta que la crisis amaine y la recuperación esté bien encauzada. Con este fin será necesario seguir invirtiendo en los sistemas de protección social a fin de mantener el nivel de vida, garantizar un acceso equitativo a las vacunas y a la atención de salud, y evitar una mayor contracción económica”, dice la OIT. Y afirma que hay que evitar “la tentación de volver a la consolidación fiscal para hacer frente a los enormes desembolsos de gasto público que requiere” la pandemia.

El documento agrega: “Las crisis anteriores han demostrado que la austeridad deja profundas cicatrices sociales, perjudicando a los más vulnerables de la sociedad. Por el contrario, esforzarse por una recuperación rica en empleo y centrada en las personas, alineada con los objetivos sanitarios, sociales, ambientales y de cambio climático, puede contribuir a los objetivos de seguridad de los ingresos, creación de empleo y cohesión social, ampliar la base fiscal y ayudar a financiar la protección social universal”.

La OIT finaliza señalando que “la protección social universal se apoya en los esfuerzos conjuntos de los organismos de las Naciones Unidas y en los esfuerzos concertados con las instituciones internacionales, regionales, subregionales y nacionales pertinentes y los interlocutores sociales, la sociedad civil y otras partes interesadas”.

“La ventana política excepcional abierta por la covid-19 debería alentar a los países a tomar medidas decisivas sobre el futuro de la protección social y a adoptar con firmeza un enfoque de las políticas en el camino óptimo. De este modo, las sociedades podrán hacer frente a futuras crisis y a los retos que plantean el cambio demográfico, la evolución del mundo del trabajo, las migraciones, los desafíos ambientales y la amenaza existencial del cambio climático”, concluye el informe.

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