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Emiliano Alfaro e Ignacio Medina de Liverpool y Diego Sosa de River Plate, ayer, en el Parque Saroldi tras el cuarto gol de Liverpool.

Foto: Victoria Rodríguez

Líderpool

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El equipo de Favaro goleó a River y pasó a ser el único puntero.

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La consistencia colectiva y el plus de varias individualidades que atraviesan un momento perfecto hicieron de Liverpool un equipo abiertamente superior al River de Juan Ramón Carrasco. Los darseneros quedaron presos de los caprichos de un DT que ayer influyó negativamente en el equipo al que ha transformado en protagonista de casi todos los torneos locales. El equipo de Favaro copó el Saroldi con un 4 a 1 inapelable y aprovechó la derrota danubiana de 24 horas antes para pasar a ser el único líder de un Apertura que hasta el comienzo de la novena etapa lo tenía compartiendo el primer lugar con los franjeados. Pero en Belvedere se celebran algo más que buenos números. Hay un campeonato que está a punto de entrar en su último tercio. Hay un equipo que crece en fútbol y se destapa con goleadas que remarcan su condición de aspirante a objetivos mayores que la clasificación a la Liguilla, que persiguió con más insistencia que suerte durante la mayoría de las últimas temporadas.

Hábil, rápido y bien ubicado, Alfaro no jugó para algo que no fuera golear. El máximo anotador del certamen hizo tres de los cuatro tantos. Es una parte destacada de un todo que funciona bien. El manejo de pelota reconocible en las últimas temporadas de Liverpool ahora luce otra cadencia, se escapa del esquema que no daba lugar a la explosión. El equipo gana y divierte más. Ayer ensanchó el Saroldi, le buscó las puntas a un rival que defiende con dos líneas de tres. El volante Mauricio Díaz voló por la derecha, donde jugó entre la espalda del Japo y la frente de Bica. Menos vertiginoso y más de vez en cuando, el lateral Medina desempeñó un rol similar por la zurda. El primero abrió la cuenta cuando apenas iban cinco minutos luego de que el segundo lo habilitara.

El circuito se activó tantas veces como el equipo se lo propuso, porque la mitad de la cancha de River perdió una pelea previsiblemente complicada: Carrasco insistió con Petete Correa como volante tapón y lo rodeó con Montelongo y el Japo. Poca marca. Enfrente, Favaro paró a Riquero como eje de una línea de tres mediocampistas que jugaron con Macchi como guardaespaldas. Fue una pulseada desigual, que cargó de trabajo a la defensa locataria. Una combinación letal ante la efectividad que caracteriza al Liverpool de los últimos partidos, que a los seis minutos ya marcaba el 2 a 0 gracias al primer gol de Alfaro.

El viento en contra precipitó una sucesión de discutibles decisiones carrasquistas, únicamente útiles para alimentar esos absurdos discursos que suelen rematarse con frases que instan a volver a las raíces. El técnico batió todos los récords al quemar sus tres variantes en 26 minutos. A los nueve sacó de la cancha a Montelongo, que pareció dejar el campo estando sano, aunque desde el vestuario se cantó lesión. A los 23’, Andresinho pagó el precio de perder un mano a mano ante Castro e ingresó Zambrana. Tres minutos después, Porta recibió la misma penitencia tras definir a las manos del arquero. Las jugadas desencadenantes de las reacciones de JR coincidieron con el único pasaje darsenero que permitió ver algo de lo que el equipo solía entregar no hace tanto. La ausencia de la inspiración de otrora y la marca de un Liverpool que sigue contando con los cierres perfectos de Juan Alves impidieron que alcanzara para un descuento inquietante.

Es que River finalmente descontaría, aunque ya en la segunda parte. Algo después de que Alfaro marcara el 3-0 y algo antes de que él mismo señalara el 4-1. Una anécdota opacada por los lujos negriazules que pudieron estirar aun más la diferencia, entre los aplausos agradecidos de la tribuna visitante.

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