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Foto: Ricardo Antúnez

Tocar y ser tocado

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Durante un acto de campaña, Lacalle hace la señal de la cruz en la frente de un niño. Es un gesto frecuente en el candidato del Partido Nacional.

En el bautismo cristiano, la señal de la cruz dibujada con el pulgar sobre la frente es un signo de pertenencia. Quien la recibe ingresa a la comunidad de los seguidores de Cristo. El mismo signo se utiliza en la bendición. Haciendo la cruz sobre la frente de otro le deseo el bien. El gesto puede encerrar también este sentido: que la gracia te alcance. La bendición no es potestad exclusiva de los sacerdotes. Cualquiera puede otorgarla por afecto, fe o superstición. Pero si no proviene de un ser superior, ¿de qué vale?

La creencia de que algo intangible puede transmitirse a través de las manos es antigua. Aparece en diversos ritos dentro y fuera del cristianismo. Llega hasta nuestros días. Se trata siempre de algo poderoso y sanador. Una corriente que fluye de seres excepcionales, poseedores de algún don, sabios o santos. O de gente sencilla pero bondadosa, capaz de comunicar una fuerza reparadora.

La noche en que Bordaberry fue proclamado candidato llegó al Palacio Peñarol cuando ya estaba lleno. Daniela cantaba. Los dirigentes esperaban en el escenario. Bordaberry atravesó la cancha colmada de gente: una inmersión -un bautismo- sin otro propósito que ofrecerse al roce de cientos de seguidores. Algunos se acercaron justo antes de que entrara. El que estira la mano desde la izquierda es Diego Fau.

¿Y las fotos? Las fotos dicen: yo estuve con él y él me otorgó un segundo de su atención.

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