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Sebastián Ariosa, de Defensor Sporting, y Diego Alonso, de Peñarol, el sábado, en el partido Dfefensor Sporting-Peñarol, en el estadio Centenario

Foto: Nicolás Celaya

Casi baile

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Defensor ganó imponiéndose en todos los rubros.

Un 1-0 es un tanteador muy ajustado y, por eso, el triunfo de los violetas que los acerca tanto al título del Apertura pareció correr riesgos hasta el final. Sólo pareció. Peñarol nunca preocupó realmente y se despidió de la disputa final.

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En el primer tiempo la superioridad defensorista fue apabullante. Tuvo mejores conceptos futbolísticos, usó procedimientos adecuados a sus objetivos y resultó infinitamente más prolijo que su rival. En el segundo tiempo tuvo que resistir los empujes casi instintivos de un rival incapaz de crear juego fluido, y mantuvo el control del partido.

El equipo conducido por Pablo Repetto y Luis Bondela -cabezas de un cuerpo técnico que se ajusta perfectamente a los racionales requerimientos de Defensor- es un colectivo no apto para impacientes pero, justamente, el sábado nunca perdió la paciencia -virtud destacada por su capitán, Martín Silva-, nunca entró en la desesperación circunstancial, siempre pensó el tipo de fútbol que practicó y tuvo el protagonismo.

Peñarol, este Peñarol concreto en este hoy de 12 puntos disputados y sólo dos ganados en los cuatro últimos partidos, no tiene ni de cerca la capacidad de armar jugadas de ataque que muestra Defensor. Los violetas tejen el fútbol con la rara habilidad de siempre encontrar el pase adecuado, la combinación necesaria y la búsqueda de la profundización del juego. Eso no es fácil de hacer: necesita planteárselo y, luego, mucho ensayo. No hay allí, a diferencia de otras propuestas, jugadas prefabricadas, sino que existe una idea clara y una puesta en escena que incluye la improvisación que da el talento deportivo de los jugadores puesta al servicio del interés del colectivo. No hay jugadas de ejecución mecánica pero sí hay buenos métodos de defensa y ataque, más jugadores aptos para practicarlos. En ese sentido este Peñarol perdido y como agobiado está lejos del nivel del campeonato anterior y, por eso, no pudo hacer partido en el sentido de plantear una lucha de igual a igual. No es igual; su rival fue superior en todos los rubros.

El equipo de Keosseian, director técnico tan hostigado por su propia hinchada, supo estar en la cúspide de la tabla de posiciones, llevado hasta allí por la paridad y discreción de los competidores por el título, pero su pobre juego lo dejó ya muy atrás. No parece ser éste el destino de los tuertos, quienes tienen con qué mantener su primacía más allá de las dificultades que le plantearán sus últimos rivales, Nacional y Tacuarembó, este último como local.

En la primera etapa del partido del sábado, en un bien poblado Centenario, Rodrigo Mora estuvo cerca de marcar en dos jugadas que culminaron con posición adelantada, una a los cinco y otra a los diez minutos. Ambas jugadas fueron demostrativas de una capacidad de llegada al área rival que nunca tuvieron los aurinegros, empeñados en hacerlo por la vía rápida del centro impreciso.

Desde entonces la ubicación de Antonio Pacheco, muy abierto por derecha en directo contacto con Estoyanoff, encontró algunas brechas en la defensa violeta, pero por fallas en la definición (Martinuccio dos veces, tiro libre de Alonso que pasó cerca, Estoyanoff) no dieron frutos, permitiendo a Defensor seguir armando con paciencia sus redes de ataque. Peñarol cortó con rudeza muchas veces y en una falta a Risso sobre la zona derecha del ataque surgió el tiro libre que mandó De Souza con pierna izquierda para que Nacho Risso la peinara al gol. Todo Peñarol estaba en su área grande y vio de cerca cómo caía el arco defendido por Seba Sosa.

Hasta el final el Defe, alentado por una nutrida cantidad de hinchas ocupantes de la zona oeste de la tribuna América, siguió tejiendo fútbol hasta llegar a hamacar a los aurinegros, mareándolos.

En la última jugada de esa primera parte fue cuando Martín Silva se jugó la ropa, y el físico, tapando la entrada de Alcoba. El golero fue a la búsqueda de un centro peligroso que cayó en el borde del área chica y tuvo éxito.

Comenzó el segundo tiempo con acciones favorables al equipo que iba en ganancia. Y a los 12 empezaron los cambios de Keosseian, que no mejoraron la situación: primero el del increíble caso del colombiano Mejía, ejemplo demoledor de lo poco que sabe de fútbol la tribuna que no mira el partido y lo aclama como el gran jugador que no es ni de cerca; enseguida entró Ramis, altamente impreciso, y finalmente Jonhatan López, el cuarto argentino (1º Martinuccio, 2º Solari, 3º Domingo), debutante recién a esta altura del torneo. Nada cambió para mejorar la imagen aurinegra. Nada podía cambiar. Siguió la primacía de Defensor, que guardó sus tres cambios para hacerlos en los cinco minutos finales.

De un golpe, Peñarol quedó fuera de la pelea por el Apertura -así lo reconocían en vestuarios el aplaudido Egidio Arévalo Ríos y Diego Alonso, entre otros- mientras Defensor Sporting va por llegar a la meta primero que todos. Ese logro tendrá que ganárselo en la cancha, pero cuenta con una ventaja adicional: puede errar alguno de los disparos que le restan.

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