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Casa en Cerro del Burro, Piriápolis.

Foto: Vicente Ruétalo

Amigos de la tierra

9 minutos de lectura
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La construcción ecológica se abre camino entre la tradicional.

La bioconstrucción, que incorpora la tierra, la madera y otros materiales naturales, junto con técnicas ecológicas y sustentables, se expande cada vez más en el país pero aún falta que el Estado la considere válida para incorporarla a sus políticas públicas. El problema es que esta técnica todavía no cuenta con normativas ni con un  mercado dedicado a la venta y elaboración de materiales ecológicos para que se promueva como una verdadera alternativa pública a la construcción tradicional.

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Son varios los beneficios de este sistema, que entre otras cosas permite la autoconstrucción y la autoproducción de sus materiales, resultando ambas cosas más económicas. Se calcula que una casa de tierra tiene la mitad de costo que una tradicional. También permite ahorrar energía y constituye un aporte para la mitigación del cambio climático, ya que su construcción no emite gases de efecto invernadero.

En conversación con la diaria, la arquitecta Rosario Etchebarne, especialista en bioconstrucción y profesora e investigadora de la Universidad de la República (Udelar), habló sobre el desarrollo de esta técnica, sus carencias y beneficios. Además habló sobre las experiencias y los proyectos recientes que involucran este tipo de construcción. Inicio de la bioconstrucción

Fue en 1989, a partir de un llamado de la Udelar para descentralizar diferentes proyectos y carreras, cuando Etchebarne accedió por concurso al cargo en la Regional Norte, en Salto. En esa ocasión presentó un proyecto de investigación y extensión, con el objetivo de integrar la interdisciplina y trabajar con las organizaciones sociales desde el territorio. El proyecto tenía dos componentes básicos: por un lado, el acceso a la vivienda por parte de mujeres jefas de hogar; por otro, la bioconstrucción, es decir, el uso de materiales naturales, tierra y madera, para la  construcción social del hábitat.

En ese momento, en otros países del primer mundo ya se había empezado a hablar de desarrollo sostenible y de todo lo que tenía que ver con propuestas ecológicas para el hábitat. Paralelamente, en Montevideo había otra arquitecta, Cecilia Alderton, que estaba haciendo obras similares en las que utilizaba técnicas de tierra, fundamentalmente el terrón.

Juntas comenzaron a trabajar en investigación y en el desarrollo de las propuestas. El proyecto resultó novedoso porque “no había nadie que hiciera eso desde la academia”, comentó Etchebarne. “Nosotros nos sumamos a la cultura constructiva del hombre y la mujer rural, a la enorme tradición que existe en el medio rural, donde todavía las personas siguen construyendo casas de tierra, valiéndose de una gran sabiduría popular, ese saber hacer que sigue siendo invisible”, dijo.

En 1994 comenzaron a hacer las primeras construcciones. Desde la Udelar se han llevado a cabo muchas acciones de capacitación y transferencia tecnológica que prácticamente quedaron en el anonimato pero fueron movilizadoras en el ámbito local. A mediados de los 90 se incorporaron otros arquitectos a los proyectos trabajados. En 1995, en Salto, se realizó el primer Taller de Diseño y Construcción en Tierra, que contó con la participación de constructores y arquitectos extranjeros, al que concurrió un centenar de personas, incluyendo uruguayos y argentinos. En noviembre de 2010 la Udelar organizará el octavo evento uruguayo y el décimo Seminario Iberoamericano sobre Construcción con Tierra (por más información se puede consultar www.siacoturuguay.blogspot.com).

Este tema tuvo un gran despegue en 1995, cuando se empezó a generar un proyecto importante de bioconstrucción en Uruguay, el de La Tablada, en Salto. Las casas fueron inauguradas en 2000, ya que el proceso llevó cuatro años de gestión y un año de obra. El barrio fue visitado en esa época por el actual presidente de la República, José Mujica, y por la senadora Lucía Topolansky.

Mientras los arquitectos participaban en un taller, se acercó un grupo de gente de un barrio carenciado del departamento para informar sobre su intención de hacer casas de tierra. Entonces empezaron a armar un programa interdisciplinario e interinstitucional. Es de destacar que la iniciativa surgió de los referentes barriales de La Tablada que ya contaban con experiencia.

La Udelar, como centro de capacitación y transferencia tecnológica, apoyó y dio forma a la demanda integrando arquitectos, psicólogos y asistentes sociales. El Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) aportó los rubros. Un instituto de asistencia técnica -una figura privada- gestionó un convenio con el ministerio, y la intendencia apoyó con materiales.

“Lo sinérgico de este proyecto es que tuvo mucho desarrollo social más allá de la construcción de vivienda. La construcción, mediante la capacitación en talleres, se transforma en una herramienta de desarrollo de la comunidad, destapando dignidades y autoestimas oprimidas por décadas. Hoy, a diez años de inauguradas las viviendas, vemos que su mantenimiento y el proceso de crecimiento es excelente porque fue el barrio el que autogestionó y autoconstruyó el hábitat, con el apoyo de la Udelar”, manifestó la arquitecta.

El proyecto financiaba 50 casas, pero por cuestiones políticas se terminó concretando sólo en siete. La especialista destacó, no obstante, que esto sirvió para demostrar que el modelo es viable.

Beneficios de la bioconstrucción

“La bioconstrucción incorpora muchos conceptos de sustentabilidad, que tiene que ver con aquello de que consumo menos de lo que produzco. La base de todo está en que hay un ahorro de energía. La construcción en tierra controla la temperatura: con una simple pared de 30 centímetros de adobe y un diseño bioclimático, en el que las aberturas no sean demasiado grandes, tenés el máximo confort térmico en verano y en invierno, sin necesidad de gastar energía. La tierra controla la humedad, eliminando la condensación, que es la gran patología de todas las viviendas: la absorbe cuando hay exceso y la libera cuando falta. También es muy buen aislante acústico. Por otra parte, permite la autoconstrucción y la autoproducción de componentes. Por eso es interesante promover, entre las políticas públicas, centros de producción de los materiales donde, por ejemplo, la persona, mediante un pequeño acuerdo, pueda hacer sus bloques y llevárselos, además de tener un centro permanente de construcción. Todo eso, por no hablar del aporte que hacemos al tema del cambio climático, porque no estamos emitiendo dióxido de carbono al ambiente, en la elaboración de los materiales”, expresó la arquitecta Rosario Etchebarne, especialista en bioconstrucción.

¿Qué vino después?

A partir de aquel momento, en Salto y en la región hubo mucha demanda por la tierra como material de construcción. Recibieron encargos de organizaciones del territorio y de particulares que querían construir sus casas con adobe.

A fines de los 90 se empezó a incorporar lentamente el tema de la construcción con tierra en la currícula de la Facultad de Arquitectura. Como la construcción en tierra forma parte de la arquitectura sostenible, cada vez hay más profesionales que han trabajado y se interesan en la técnica.

Actualmente desde la Facultad de Arquitectura se está trabajando en propuestas de tecnólogos en bioconstrucción o enfoques similares. Asimismo, se han presentado proyectos para Salto-Paysandú y Maldonado. También hay gran demanda de estudiantes que están interesados en aprender sobre el tema, por lo que se están realizando tratativas para dar cursos en el Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP, ex UTU).

A pesar de los avances, la funcionaria de la Udelar reconoció que “se necesita avanzar mucho más”.  Se requieren normas para la producción de bloques de tierra, es decir, protocolos. “Las autoridades a veces tienen miedo a lo experimental. Los procesos de construcción tienen que tener normas técnicas que te avalen, y hay que seguir profundizando para que las políticas públicas acepten estos sistemas. Hay mucho proyecto experimental suelto en Uruguay y en toda América. Pienso que ahora es una excelente coyuntura, a partir del segundo gobierno de izquierda, para dar valor a la producción del hábitat desde los territorios, desde sus particularidades”, reflexionó Etchebarne.

Tras 20 años de trabajo en el tema, Uruguay mantiene conexión internacional con Francia, Portugal, España y otros países americanos por intermedio de una red iberoamericana llamada Red Proterra (www.redproterra.org), en la que se intercambian saberes.

Unos diez arquitectos de todo el país y varios autoconstructores que integran comunidades están trabajando en el área. Resulta necesario generar una línea de financiación para centros de producción de componentes en varios puntos del país, con fondos públicos y con fondos privados, para incentivar que Uruguay presente proyectos de carácter profesional.

Técnicas de construcción

Hay tres grupos de técnicas: los mampuestos (terrón, adobe, bloque de tierra comprimida o alivianada), los paneles de fajina (panel de madera y embarrado en varias capas) y los muros monolíticos (el tapial). “Las tres técnicas más usadas son el adobe, que es un ladrillo sin coser; el bloque de tierra comprimida, que lo hacemos con una máquina a la cual le estamos incorporando nuevas tecnologías; y la fajina, un panel de madera que lleva tierra estabilizada con paja y otros componentes”, detalló la especialista.

Los profesionales vinculados al tema consideran que sería necesario tener un mercado que compita con el mercado tradicional de la industria de la construcción. Tiempo atrás hubo un intento de personas que armaron una barraca para vender bloques de adobe, pero no prosperó.

La situación podría resolverse armando circuitos alternativos mediante políticas de estímulo; de lo contrario, quedarían aislados y no se generaría innovación tecnológica. Sobre este tema, la arquitecta comentó: “Lo que sucede es que en cada obra que se inicia hay que empezar de cero, porque falta mano de obra especializada y lugares donde se pueda producir los materiales. Cada uno tiene que hacer sus propios bloques porque no hay una empresa constructora que se dedique a eso. Todavía estamos en una etapa artesanal. Yo apuesto a la propuesta de crear centros de producción de componentes, fuera del circuito tradicional de la economía capitalista”.

Lo que más costó fue sensibilizar a las autoridades para la implementación de políticas públicas que incorporen esta técnica. Actualmente en todo el país hay varios grupos que la dominan, pero se necesita más estímulo y financiación. “No necesitamos importar tecnologías o modelos de Chile u otros lugares, lo podemos hacer en Uruguay”, puntualizó Etchebarne.

Tecnologías populares

La utilización de material urbano es una de las características de las viviendas que se construyen por el Movimiento de Erradicación de la Vivienda Insalubre en el Medio Rural (Mevir).

Rosario Etchebarne dijo que no comparte que se prefiera utilizar materiales urbanos en lugar de incorporar recursos naturales. “Poco a poco Mevir va a ir integrando la madera, y esperamos que incorpore las técnicas de producción de componentes de tierra, en la medida de la existencia de protocolos que lo respalden. El hábitat rural posee un patrimonio intangible del saber hacer acerca del cual a veces pienso y me asusta ver cómo se pierde”, dijo.

Los que permanecen en contacto con el medio rural consideran que se trata de un hábitat que necesita la construcción de saneamientos alternativos, colectores solares, colecta de pluviales, mejoras en la construcción de techos y un revoque de tierra. La consigna es avanzar en las tecnologías alternativas, sinónimo de tecnologías populares.

Por otra parte, la bioconstrucción genera prejuicios, al punto de que es necesario implementar desde el Estado un departamento abocado al tema para iniciar el proceso de validación de las tecnologías alternativas que ya existen.

Son tecnologías aplicables en cualquier parte y apropiadas para diversas construcciones arquitectónicas. “La tierra, la caña, la madera, la paja, la piedra y el agua están en todos lados, y la idea de la bioconstrucción es que cada uno haga su vivienda según los recursos naturales que encuentre en el lugar. En Treinta y Tres y en Rocha abordaremos bloques con cáscara de arroz, en Rivera y en Artigas priorizaremos la hermosa tierra colorada, con su contenido de limo y arcilla. Se puede hacer algo muy contemporáneo, sustentable y natural utilizando estas técnicas”, sentenció.

En relación con otros países de América Latina, Uruguay está más avanzado en algunos aspectos. Por ejemplo, en países donde hay terremotos han culpado al adobe de que las casas se caen y eso ha frenado las obras en nuevas tierras. Pero lo que causa que se derrumben las construcciones hechas en adobe es la mala incorporación “moderna” de estructura de hormigón, que ante la fuerza horizontal del sismo golpea al adobe y produce su caída. En todo caso, se puede considerar que lo que mata gente es el hormigón y no el adobe.

Uruguay y Paraguay son dos de los pocos países que no tienen ese problema. Los países que cuentan con normas al respecto son Perú, Colombia, México, Nueva Zelanda y España.

Arroyo Carrasco

Actualmente la Udelar, por intermedio de la Facultad de Arquitectura, es socia en el Proyecto Cuenca del Arroyo Carrasco, para realizar talleres metropolitanos de construcción y hábitat. Es un proyecto del programa Uruguay Integra, financiado en parte por la Unión Europea y llevado a cabo por las intendencias de Canelones y Montevideo. La estrategia se basa en tres componentes: junto con el CETP se propusieron talleres de bioconstrucción, de albañilería, sanitaria y electricidad a los vecinos de Paso Carrasco. El año pasado ya se dictó un curso de técnicas de bioconstrucción, en el que se enseñó teoría y práctica: producción de paneles de madera y embarrado, bloques de tierra utilizando máquinas. Por otra parte, con el grupo que nació en Salto en 1995 se han realizando talleres en todo el país, desde entonces en el marco de extensión universitaria.

Otro eje de trabajo son las casas. La práctica de los talleres se realiza en obras reales, en viviendas para familias del área metropolitana. Se construyen casas de bloques de tierra, de fajina y de madera, prototipos diseñados en el Instituto de la Construcción de la Facultad de Arquitectura de la Udelar.

El tercer eje es un centro de producción de componentes. Existe gran interés en que queden referentes capacitados en el territorio, al mismo tiempo que se construya un centro donde la gente pueda autogestionar y autoconstruir las partes de su casa, contando con un apoyo técnico desde lo social y desde lo físico constructivo.

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