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Hinchas de Cerro durante el partido ante Nacional, el sábado en el estadio Luis Tróccoli.

Foto: Pablo Nogueira

Cerro a lo perro

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El equipo de Repetto se devoró a Nacional.

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Mucho antes de que El Diario del Lunes entrara a la imprenta pensé que Nacional tenía un desafío de alta exigencia al enfrentarse a Cerro. Flotaba en el ambiente la sensación de que el examen a rendir por el equipo de Eduardo Acevedo era el más duro de los que le quedaban en el Torneo Clausura, además del clásico pendiente. Le erré. Cerro no fue un rival duro para Nacional: simplemente fue mucho mejor. Tuvo la personalidad necesaria para sobreponerse a un comienzo adverso y fútbol de sobra para coquetear con la goleada. Los albicelestes ganaron por 3 a 1 ante 10.000 presentes en la fiesta de la Villa. Nacional salió del Tróccoli prendiéndoles velas a Silva Cantera y su Defensor, que por algunas horas se convirtió en el custodio de la punta de la tabla anual que su tropezón dejó a la mano de Peñarol.

El partido se hizo un lifting en 20 minutos. El dueño de casa le caminó por arriba a Nacional desde el empate parcial hasta el cierre del primer tiempo. Transformó un 0-1 en un 3-1 con asterisco, porque el equipo de Acevedo redondeó la pesadilla al quedarse con diez jugadores sobre el entretiempo: Regueiro pegó un codazo y su sonrisa quedó casi tan a contramano como el día en que Carrasco lo puso de lateral en Asunción. No está claro si el codazo se lo pegó a Asconeguy o a su propio equipo. La tabla anual pedirá el replay cuando pase raya en un mes.

Nacional hubiera querido despertarse luego del empate de Mora pero, a diferencia de lo que pasa en las pesadillas comunes, recién saltó en la cama luego del cuarto revés consecutivo. Caballero dio vuelta el partido a los 39 minutos y Mora puso el 3 a 1 a los 41, tres minutos antes de que Marito se hiciera echar. Ante tanto rugido cerrense, quedó chiquito el gol que marcó Varela cuando el partido nacía. La pelota se le fue por encima a un Frascarelli adelantado, pero las alegrías posteriores hicieron que la anécdota mutara de enojosa a simpática.

Varias de las figuras del partido se vieron involucradas en los goles que lo cambiaron todo. Mora hizo dos y dio uno, porque habilitó en ocasión del segundo. Nunca pudieron con sus incursiones, siempre encontró el espacio para llegar a la pelota antes que los zagueros. La verticalidad de Caballero, el volante abierto más llegador, hizo que Goñi bailara con la más fea. Sus trepadas por derecha son una herramienta harto conocida por Dadomo, que juega como volante abierto por izquierda. Con menos recorrido, el ex Wanderers marca la diferencia con la precisión de su zurda. Se aburrió de lanzar pases cruzados a las espaldas de Goñi. El primer gol sintetiza ese aceitado funcionamiento cerrense: Dadomo la cruzó, Caballero desbordó para tirar el buscapié y Mora definió a la carrera. Al pizarrón le creció pasto.

Poco pudo hacer Nacional. Varela quedó demasiado solo luego de la salida de Regueiro. Nunca volvió a pesar como cuando sacó a bailar a Melo sobre el comienzo. Matute se adelantó a partir de la inferioridad numérica pero su potencial futbolístico quedó de rehén del desgaste físico que le supone subir tanto. Pereyra aportó poco y el equipo recién inquietó cuando Blanco y Balsas llegaron desde el banco, ya sin reloj para remontadas.

El cuarto gol cerrense fue un fantasma que sobrevoló el área tricolor, donde Mello dominó de corrido. Cerro terminó tocando y aplaudido. Volvió perfecta la vuelta a la localía de verdad ante un grande. Le ganó con luz a Nacional luego de derrotar en el preliminar al Protocolo de Seguridad.

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