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Luis Suárez, de Uruguay, y el golero mexicano Óscar Pérez, ayer, en el partido del grupo A del Mundial Sudáfrica 2010, en el estadio Royal Bafokeng, en Rustemburgo, Sudáfrica.

Foto: Efe, Lavandeira Jr.

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Uruguay seduce y enamora con su juego de esfuerzo, concentración y méritos.

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Amor y goce .¿ Y quién va a ponerse a juzgar mis valores estéticos y de sentimiento? Si yo te digo que es la más linda de todas, la que más me gusta ver, la que me hace mezclar dulce de leche con la amargura única y disfrutable de un primer mate, seguro que no sólo no lo discutís, sino que estarías de acuerdo conmigo, y vos y vos y usted y quien venga que tenga el documento de identidad de color celeste y expedido por la Dirección Nacional de Identificación Civil. Uruguay le ganó a México 1 a 0, terminó primero en el Grupo A, cosa que no lograba desde el Mundial de Suiza de 1954, y terminó con cero gol en contra. La celeste jugó un gran partido en base a algo que abunda en los análisis: excelente capacidad de neutralización de los valores del rival y optimización del uso del esférico. La selección enfrentará en la próxima fase a Corea del Sur, en Puerto Elizabeth, a orillas del océano Índico, el próximo sábado a las 11.00 de nuestro país.

Te podrás imaginar, o ya lo sabés, que una vez más terminé llorando. La emoción se anticipa a la racionalidad, y por más que lo que veo es un grupo de personas de pantalones cortos, que desde una zona delimitada con escenario de juego saludan a otros que con banderas, caras pintadas y gorros saltan y se abrazan sobre butacas de plástico, sé lo que ello representa, para ellos, para la comunidad con la que convivo y para mí. Sueñitos del alma mía. Está claro que no festejan, no festejamos, sólo un triunfo, ni siquiera la clasificación, lo que se festeja es el relanzamiento del fútbol uruguayo a nivel mundial ya no queriendo jugar cargados de aquellas mochilas de gloria que felizmente nos legaron Nasazzi y Obdulio, sino haciendo de la mejor forma que se puede hacer por estos días en los que los más variados factores sociodemográficos hasta los más puramente deportivos nos hace competir casi siempre en inferioridad de condiciones frente a los poderosos del fútbol mundial.

Hace falta que te diga que me muero por tener algo contigo

La gran victoria ante los mexicanos ayer en el Royal Bafokeng de Rustenburgo terminó poniendo el sello de aprobado, que pretenden y exigen los burócratas del utilitarismo que sólo dejan pasar a los ganadores, al largo y pensado proceso de trabajo de las selecciones nacionales pergeñado y ejecutado por Tabárez y su equipo. Seguro que en el proceso macro, el que arranca en 2006 y sigue -¿o ahora tendrán dudas de si sigue?- al inmediato, el de la planificación y ejecución del plan y la estrategia para clasificar primeros, habrán pasado metas y sueños, como esta clasificación a la segunda fase del Mundial con dos victorias, un empate y cero gol en contra, pero mucho más seguro es que la idea era generar un estilo y una forma de trabajo que se sistematizara y se perpetuara de modo tal que Luis Suárez, Cavani, Lodeiro o Cáceres, entre otros, hubieran empezado en preselecciones juveniles sin saber o pensar que unos años después iban a estar jugando, ganando y gozando en un Mundial.

Uruguay consiguió un gran triunfo, un gran objetivo y una muy buena clasificación, lo que le permite jugar el sábado ante los coreanos.

Cancha

El juego fue notablemente planteado y ejecutado. La idea de neutralizar a México en su mejor expresión y tratar de lastimarlo sobre su mayor debilidad salió de manera casi perfecta. Uruguay presionó muy bien sobre la posesión de pelota azteca y cargó con peligro sobre la última zona del equipo del Vasco Aguirre, donde está lo más flojo del tri.

La presión de Uruguay ante el dominio inicial de los mexicanos encontró su primer resultado cuando un bombazo de Lugano desde su defensa encontró a Suárez pronto para correr y a la defensa mexicana chingándola, sólo en el sentido rioplatense, la pelotita ,que le quedó al salteño y la definición ancha. ¡Qué lástima!

Enseguida, Franco, el argentino nacionalizado, tuvo la posibilidad de cabecear una pelota que pudo haber sido peligrosa; de ahí para adelante precisos y preciosos minutos de Uruguay presionando, con precisión quirúrgica. A ver, no hay que ser adorador del catenaccio, ni seguidor de Mourinho para quedarse enamorado de uno de los atributos esenciales del fútbol, la defensa, de la forma que lo hace Uruguay. Te juro que por momentos te emociona, un movimiento tan ajustado, un esfuerzo siempre al mango y constancia y convicción como equipo, como colectivo que cuando parece que esta vez no, que nos burlarán y se meterán en el área, ahí aparece la patita salvado, que se tira, cruza y limpia, y a volver a empezar.

¡Qué bien que marca Uruguay, qué dominio zonal de la marca!

El partido estaba muy bueno, quemaba, iban de un lado para el otro, había ataques de los dos lados pero la diferencia estaba en que los celestes forzaban errores sobre la zona defensiva de los mexicanos. Los de verde, en cambio, engarzaban muy buenas jugadas, toque y velocidad, pero siempre había un momento en que uno o dos, o hasta tres, uruguayos llegaban para desarmar cualquier ilusión azteca.

De pronto llegó.

La jugada perfecta. Palito, que corriendo y corriendo se queda con la pelota y la juega, y la juega bien, Forlán, el dueño de la toma de decisiones travestido en este caso de filtrador, de enganche de la jugada, hizo lo justo y habilitó a Cavani. El salteño recibió y con mucha polenta le hizo un surco a la línea y activó la opción con centro incluido que terminó en definición perfecta de Luis Suárez, cabezazo de pique contra el palo y el Conejo Pérez que se quedó sin su zanahoria. Qué golazo.

De ahí hasta el entretiempo todo bajo control y con seguridad

En la segunda parte otra vez volvió a quedar esa sensación de bloque que hace muy bien.

La mejor sensación es la del trabajo defensivo, pensado, bien logrado y a partir del que se logran las posteriores fortalezas ofensivas.

Los primeros 20 de la segunda parte fueron de seguridades y certeza para Uruguay, que administró muy bien el juego.

México siguió queriendo pero los celestes nunca dejaron de ser los dominadores netos del juego y, por ende, del resultado.

Una sensación de goce se apoderó de miles de nosotros, no ya en el pitazo final, sino mucho tiempo antes, cuando sin importar el resultado final ya nos dábamos cuenta de que aquello, lo que vivimos de ver una selección sin más angustias y sin más estrés que el de medirse deportivamente con los rivales, es realmente lindo de experimentar.

En una atrevida y tal vez interesada interpretación de la visión y los objetivos de los planificadores, da la sensación de que además de la implícita expectativa por ganar y jugar bien, hubo distintas etapas de preparación y evaluación en las que estuvieron en observación un montón de rubros que pueden aparecer como colaterales, pero que, sin embargo, a la larga pueden resultar determinantes: conocer al deportista, percibir su grado de compromiso, saber cuál es su respuesta inicial ante el planteo táctico, descubrir virtudes y falencias técnico-tácticas, descubrir un lugar en el entramado socio deportivo de una selección y 20.000 subproductos más de la convivencia. Eso ya pasó y también la primera fase del Mundial, que nos encontró primeros e invictos en nuestro grupo.

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