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Diego Lugano, Jorge Fucile, Egidio Arévalo Ríos y DiegoPérez, ayer, en el entrenamiento de la selección uruguaya, en el estadio Loftis Versfeld, en Pretoria, Sudáfrica.

Foto: Sandro Pereyra

Locas pasiones

5 minutos de lectura
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Uruguay-Sudáfrica en Pretoria por seguir soñando.

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Ser así es medio desastre pero también termina valiendo la pena. Digo cuando andás siempre con los sentimientos a flor de piel y te resulta difícil acoplarte a lo políticamente correcto, careta o tan pasterizado que no te permite andar diciendo lo que sentís.

Hoy Uruguay enfrenta a Sudáfrica y se me cruzan un par de cables que no dan para hacer ningún cortocircuito, pero la verdad es que no elegiría desde afuera jugar contra ellos, porque al final te termina dando un poco de cosita.

Clase B (Tienes un e-mail)

A ver, ya que yo ando haciendo política con la ceibalita -demasiado barato para mi gusto el artículo que pretende denunciar eso-, seguro que alguna banca debo de tener por ahí, o por lo menos me merecería una compensación, y entonces voy a pedirle a algún gobernante a ver si me puede iniciar y despachar un expediente que declare al 15 de junio como “El día más frío del mundo”. No, gente, ustedes no saben lo que fue eso. No, mirá que yo he estado cerca de la hipotermia del alma, pero el ofri que hacía ayer no está escrito en ninguna parte del mundo. Te la hago corta. Resulta que teníamos que levantarnos a las cinco de la matina para irnos de Kimberley a Johannesburgo y de ahí a Pretoria. Para un tipo que se ha transformado en un hombre de la noche profunda y que para en los boliches de Skype o de Gmail hasta las 11 o 12 de la noche uruguaya (4 o 5 de la morning here), estaba clavado que no me iba a acostar una vez más y que me quedaría en el mostrador del chat pidiendo la penúltima. Yo soy medio romanticón del todo y seguramente soy medio clase B en eso. Tipo que me gusta buscarle la vuelta a regalar una estrella o a hacer una declaración de amor con la música de las olas, o cosas así. Es más, seguramente de romántico berreta me gusta regalar cosas que no son mías, como una gotita de lluvia o una cosita de esas  de eucaliptus, o claro, una canción. Entonces, estaba meta compu con varias ventanas abiertas (fuera de la habitación, obvio, porque uno tiene que saber -y si no aprender- que el vecino de pieza no tiene por qué fumarse ni la luz, ni el ruido del teclado, ni mucho menos un diálogo) y siento que mis piernas se empiezan a congelar mal. “¿Qué pasa?”, pienso. Esto me está matando. Unos segundos después me llama el conserje del hotel. -¡Ey! -me dice en idioma universal. -Come here, y me llama afuera con cara de niño levantándose el 6 de enero. Me dice algo que no entiendo, pero me lo muestra: nieve, mucha nieve cayendo en Kimberley, y yo quedo azorado abusando de mi condición de clase romanticona clase B de la que Bermúdez Mastrangelo se ríe. Voy, agarro mi compu, pido que se conecten a Skype y la saco para afuera, a regalar la nieve. Quedé helado pero contento. Bueno, ya me voy a ir a poner el pijama de franela con ositos y a aprontar el porrón y la manta térmica porque viene Gorzy, y si querés sacale el IVA y anunciá que hoy habrá ocho grados bajo cero a la hora del partido. ¿Y? Juega la celeste y la tengo tatuada en mi pecho, que se  prende fuego de sentimiento. Porque a mí me corre sangre por las venas y no jugolín. ¡Qué frialdad!  El Chenlo

Es decir, lo que vos querés es ganar, sumar, clasificar si es posible y coronar con un par de resultados una gestión de proyecto que ya ha demostrado ser muy positiva pero que los eternos burócratas del establishment precisan que tenga el sello del triunfo. Y cuando te digo “vos”, te digo a ti, les digo a los jugadores, al cuerpo técnico, a Pepe Mujica, y a la rubia que se tatuó en el pecho el emblema de su amor, pero también me lo digo a mí, un no exitoso deportista devenido rápidamente en periodista profesional, que aun con su guión de docente te dice, te aclara, te chamuya que minga que no me puedo manifestar emocionalmente a favor de la selección uruguaya y que entonces también, como todos ustedes, lo único que quiero es que gane o que le vaya bien.

Pero ahora en la previa, porque después en los 90 minutos seguro ni me interesa, me da cosa por los sudafricanos, porque se han mostrado como un pueblo tan querible como uno lo puede imaginar antes de hacerse fan de Mandela o de mirar Invictus, porque es mucho más profundo, mucho más palpable. Pero además por cómo está viviendo este Mundial, que no dudo en compararlo con la fiesta del cumpleaños de 15 de la nena de la familia, la que se hace con tanto esfuerzo como goce, la que mezcla la pizza casera con botellas de Mumm -buen champú, por cierto-, la que termina siendo un gran goce mientras dura.

Así están acá y así se embanderan con los bafana-bafana, que por otra parte han logrado prestaciones interesantes, particularmente en el partido con los mexicanos, que cuando se pusieron en ventaja pudieron haber recontra liquidado el juego.

Me arde

Bueno, pero dejémonos de locas pasiones y veamos cómo está la cosa. Tabárez ha expresado en las últimas conferencias de prensa un par de detalles que no aparecen como menores. Primero la idea de que la gestión de los grupos es sólo para clasificar, que ése es el premio, y la otra es que el partido contra los sudafricanos, no es para tirarse de cabeza a pasarles por arriba ni buscar la victoria sólo con ofensivas constantes sin mantener equilibrio en las líneas de juego.

Esta idea va emparentada con la de la forma de juego de los sudafricanos y cómo no serles funcionales en cuanto a la estrategia de acción en el campo de juego. Además Tabárez en esto recordó la acción del partido con Bélgica en el Mundial del 90, cuando su equipo salió a matar a los europeos y de alguna manera les fue útil. Veníamos de pasarle por encima a España, pero no pudimos pasar del empate y salimos a ratificar la clasificación intentando liquidar a los de Enzo Scifo.

Ahora será distinto, por lo menos en las intenciones de ir moviendo el juego. Es que los sudafricanos tienen una línea de juego que se apoya en plantarse bien y fuerte atrás y en el medio y en poner a correr a su número 9, Mphela, hijo del viento y de la polenta.

Por la línea

El estudiado juego del equipo de Parreira y la falta de éxito del proceso ofensivo contra los franceses generaron la posibilidad de un par de cambios que no necesariamente obedecen a fracasos de los protagonistas de esos roles, sino a un guión distinto a seguir. La determinación de pasarse a línea de cuatro y no supernumerar al único delantero con tres zagueros fue lo que promovió la salida de Mauricio Victorino y el ingreso de Jorge Fucile, para que juegue de lateral izquierdo, manteniendo a Lugano y Godín como centrales, y posicionando definitivamente a Maxi Pereira como lateral derecho.

También hay una necesidad de potenciar el trabajo de mediacancha y por eso Palito Pereira pasa al medio, seguramente para abrir por izquierda, y habrá que ver cómo queda la banda por derecha. Puede ser el Ruso Pérez o hasta Édison Cavani. La cátedra dice que será Diego Forlán quien haga el laburo de mediocampista, pero habrá que ver.

De punta está seguro Luis Suárez, y lo demás sólo se verá en la cancha, si quien lo acompaña es Forlán, si es Cavani, o si son los dos y definitivamente atacando, Uruguay aparece con un 4-3-3.

Es un partido difícil. La victoria nos dejaría con muy buenas posibilidades de clasificación, el empate nos conduce a definir dependiendo de nosotros mismos contra México, y una derrota nos dejaría con chances pero teniendo que estar escuchando el otro partido con la Spica en el oído. 

Detalles

Estadio Loftus Versfeld (Pretoria). Hora de comienzo: 15.30 (hora uruguaya). Árbitro: Massimo Busacca (Suiza).

Probables alineaciones:

Uruguay: Fernando Muslera; Maximiliano Pereira, Diego Lugano, Diego Godín y Jorge Fucile; Egidio Arévalo Ríos, Diego Pérez y Álvaro Pereira; Diego Forlán, Édinson Cavani y Luis Suárez.

Sudáfrica: Itumeleng Khune; Siboniso Gaxa, Bongani Khumalo, Aaron Mokoena y Tsepo Masilela; Teko Modise, Reneilwe Letsholonyane, Kagisho Dikgacoi y Siphiwe Tshabalala; Steven Pienaar y Katlego Mphela.

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