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Nicolás Guigou, Gustavo Ludueña, Maria das Dores Campos Machado y Ana María Bidegain, durante la mesa redonda Sexualidad y Laicidad

Foto: Pablo Nogueira

Develando el misterio

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Uruguay tiene una escasa producción de estudios sobre religión, pero la tendencia parecería comenzar a revertirse.

Alrededor de 200 expositores participan desde el martes y hasta mañana en las XVI Jornadas Internacionales sobre Alternativas Religiosas en América Latina, realizadas en Punta del Este, en el Centro Latinoamericano de Economía Humana (Claeh) de Maldonado. Durante estos cuatro días, investigadores en ciencias sociales dialogan e intercambian visiones sobre religión, cultura y política.

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A simple vista y oído, los investigadores brasileños son los que predominan entre los participantes, lo que responde a la alta producción que tiene el país norteño en el análisis de la religiosidad; pero también hay académicos de Argentina, Chile, Bolivia, México, Colombia, Perú y Uruguay, y conferencistas de Canadá, Estados Unidos, España, Italia y Brasil. Los hay de todas las edades, muchos de ellos jóvenes, tanto varones como mujeres. El clima de trabajo ayer era agradable, respetuoso y se enfocaba a descubrir las diferentes aristas del fenómeno en cuestión.

Temas como las diversas manifestaciones religiosas, la pérdida de peso de la religión católica en nuestro continente, la vinculación con los partidos políticos y la separación real entre Estado y religión afloraban por aquí y por allá.

Durante la mañana de ayer se desarrollaron dos mesas redondas: Sexualidad y Laicidad.

En sociedad

“No hay nada tan íntimo como la sexualidad en los seres humanos; sin embargo, pocas cosas han sido tan debatidas, observadas, reguladas, enfrentadas por las religiones, pero sobre todo por la política”, comenzó diciendo ayer en la mesa redonda sobre sexualidad la uruguaya Ana María Bidegain, estudiosa de la Universidad Internacional de Florida, Estados Unidos.

Explicó que hasta pasada la segunda mitad del siglo XX la academia le dio una importancia marginal a la sexualidad, abordándola apenas desde la psicología y un poco desde la medicina, y considerándola en la esfera privada, al entender que su tratamiento correspondía a la familia, como marcaba la tradición religiosa. Bidegain remarcó la importancia de que la academia estudie el tema de la sexualidad y las religiones desde las ciencias sociales y centrándose en la esfera pública.

Producción académica

Néstor da Costa, sociólogo especializado en religión y coorganizador de las jornadas, se mostraba ayer satisfecho con el desarrollo de la iniciativa propuesta por la Asociación de Cientistas Sociales de la Región del Mercosur. Consultado respecto a la producción de conocimiento académico sobre religión en nuestro país respondió: “Estamos mal, somos muy poquitos, hay pocos recursos destinados a ello, casi no existe una apuesta institucional a conocer el reconocimiento de lo religioso y ni siquiera de la laicidad”.

Señaló también que en el tema de religión “no hay más que un discurso de fachada” y que, por ejemplo, un grupo de investigadores solicitó que el censo de población en curso incluyera alguna pregunta sobre religión “y no hubo forma”. “Necesitamos que las universidades empiecen a promover un espacio, que se produzca conocimiento desprejuiciado sobre lo que sucede”, comentó Da Costa. Evaluó que “como academia no logramos tener una actitud crítica que permita asumir el fenómeno social de la religión”, pero reconoció que en algunas facultades se está comenzando a generar ese espacio. “Hay una mayor amplitud”, comentó.

Mencionó que la academia comenzó a prestarle atención como tal en la década de 1960, a partir de la proliferación de estudios demográficos, el uso de la píldora anticonceptiva y con las reivindicaciones de los movimientos sociales, entre ellos pacifistas y feministas; al sur de América Latina la cuestión llegó 20 años después. La docente dejó claro el nexo entre la esfera pública y privada: “Mientras no se ponía en tela de juicio la familia monogámica, heterosexual y las prácticas homosexuales, abortistas y del control de la natalidad, que siempre habían existido, mientras quedaban en el espacio privado, que en realidad era la clandestinidad, no hubo una gran confrontación; pero cuando se intentó la legislación y el reconocimiento de estas prácticas surgieron las confrontaciones, no porque ellas fueran nuevas, sino porque pasaron a reclamar derechos y reconocimientos legales”. Luego mostró lazos entre política y religión, indicó el surgimiento de partidos conservadores simpatizantes con el fundamentalismo pentecostal y el catolicismo, que tomaron la sexualidad como eje, dejando de lado temas centrales, como la justicia social.

Por último, mostró la conexión de las iglesias financiando organizaciones no gubernamentales: “El conservadurismo religioso pasó a expresarse a través de ellos para defender sus posiciones. Es el caso de la Iglesia Católica al formar movimientos pro vida o a partir de partidos políticos en el caso de la derecha pentecostal. Pero el discurso ha dejado de ser religioso para sustentarse en un discurso secular, muchas veces basado en diversas teorías científicas y en el desarrollo de la bioética para encontrar justificaciones seculares. Sin dejar de ser un actor religioso, las religiones se constituyen en actores políticos”.

Que sea cristalino El argentino Juan Cruz Esquivel, sociólogo y docente de la Universidad de Buenos Aires, es coordinador del grupo de trabajo sobre laicidades, cuya discusión se inició ayer y seguirá hasta mañana. En diálogo con la diaria resumió la trascendencia de la discusión: “En la coyuntura en que vivimos, en que hay sociedades con mayor grado de secularización y pluralización cultural y religiosa se plantea el desafío de cómo el Estado debe gestionar esa diversidad religiosa” de modo de “garantizar los derechos ciudadanos”.

En la jornada se ha insistido en los diferentes modelos de laicidad, entendiéndola como algo plural, cuyo alcance es diferente en cada sociedad. El docente insistió en la necesidad de analizar el concepto “en diferentes planos: por un lado, la normativa jurídica; por otro, las políticas públicas y la cultura política de cada país”.

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