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Maximiliano Pereira, de Uruguay, y Carlos Lobaton, de Peru, durante el partido jugado ayer, en el estadio del Bicentenario, en San Juan, Argentina.

Foto: Javier Calvelo

No fue fácil

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La celeste tuvo buenos momentos pero empató 1-1 con Perú en su partido debut por la Copa América.

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No empezó bien la Copa América. Porque empató, porque sólo consiguió un punto de los que son importantes para clasificar en los grupos o porque algunos valores individuales no estuvieron a la altura de lo que naturalmente se espera de sus prestaciones, como Cavani, el Ruso Pérez o Maxi Pereira, pero no se debería expresar que Uruguay no tuvo un buen inicio porque no jugó bien o porque haya jugado mal.

No pudo con un equipo peruano que sí jugó bien, que cumplió con su objetivo de tratar de neutralizar la evidente potencialidad de su rival y que además trató bien la pelota y con profundidad las veces que la tuvo.

El equipo de Tabárez tiene un feliz desequilibrio de posicionamiento ofensivo porque, como lo dijo el propio entrenador antes del partido, se parte de la base de que los tres delanteros de nota tienen que estar y entonces la búsqueda del equilibrio cuando el rival tiene la pelota es costosa, y el riesgo está en no poder aprovechar la potencialidad de esas rápidas y eficaces evoluciones ofensivas que desarrollan Forlán, Cavani, Suárez y, ayer, también Nico Lodeiro.

La clara formación de 4-3-3, que con pelota se transformaba en un neto 4-2-4, genera una cálida sensación mientras la latencia de que se resolverá positivamente existe. Cuando el desbarajuste de un gol recibido hace que el desasosiego baje de la tribuna, del espectador, sólo la convicción y la seguridad de los protagonistas pueden mantener firmeza en lo atractivo de la propuesta.

Creo que lo mismo sucede con la sucesión de partidos en un torneo. Por lo tanto, pasó ayer y seguirá sucediendo. También seguirá sucediendo, como en cada partido de los que se han jugado en esta Copa, que no se le pueden adjudicar los puntos por adelantado a nadie y que hay que jugarlos, que soñarlos, que resolverlos.

Uruguay empezó mejor

Ya de entrada nuestros delanteros demostraron su capacidad llegando con seguridad sobre el arco de Superman Fernández, desplegándose muy bien. Por ejemplo, con Forlán por la derecha mandando un centro que en palomita Lugano, que se había ido a probar en el córner, no pudo cabecear. O con otro magnífico desborde de Forlán, otra vez por la derecha, que terminó con un centro de la muerte que no pudo conectar Suárez porque se interpuso un peruano.

Muy compacto el equipo celeste con sus tres puntas netos en principio, con Forlán por la derecha, Suárez y Cavani, pero también con Nico Lodeiro muy cerca de ellos en los ataques, y todos ellos juntitos también arremangándose en defensa.

Ver un equipo tan compacto en su idea, en su sistematización de movimientos, en su unidad como colectivo, entrega créditos de confianza que se van reforzando a medida que evoluciona el partido. No se pierden si las cosas no terminan en gol o en victoria.

Un taquito innecesario del Ruso condujo a una peligrosa falta innecesaria al cubo de Lugano que despertó la primera ilusión peruana. A los 23 minutos, en una corrida solitaria, solo, solo, Guerrero se fue mano a mano con Muslera, lo eludió y tocó adentro del arco sorprendiendo, si se tenía en cuena lo que estaban haciendo los equipos.

Uruguay trató de resolver el empate de inmediato pero no encontró la combinación justa. No era extraño pensar que esa jugada pudiera llegar mientras los peruanos bancaban con los cuatro del fondo y una línea de cinco por delante de ellos.

Intenso por las propuestas de ambos; Uruguay, que quería de una y otra forma, y los incaicos apostando a la mejor defensa. Y sólo había que esperarla.

Nico Lodeiro, engarce permanente atrevido y serio a la vez, fue quien recibió la penúltima pelota. En su anoche incomprendido fútbol sobre patines avanzó con plena verticalidad y le dio la asistencia final a Luis Suárez, quien ajustició a Superman Hernández.

Precioso comienzo de la segunda parte, con Uruguay volando a un toque, ganando metros. Estoy tentado de escribir que pocas veces he visto una selección uruguaya que me genere tanta sensación de gusto, de disfrute y de seguridad cuando avanza. Son minutos y minutos de ataques con buen juego.

Tras tres córners en fila en los que no se pudo concretar el segundo, se aplacó un poco la ofensiva celeste y por un minuto se jugó en campo oriental. Pero enseguida retomó. ¿Aguantaría Perú? ¿Qué otra cosa distinta podría hacer Uruguay? Tal vez esa doble pared de Suárez con Forlán que el rubio tiró afuera cuando estaba mano a mano con Superman.

El Zurdo Vargas, que al final jugó mucho más que los 20 minutos posibles, desaprovechó una chance clara que se fue apenas ancha. Y los celestes seguían atacando y buscando. Diez tiros de esquina tenía Uruguay a la media hora de la segunda parte, pero el gol no aparecía y tampoco la respuesta de convicción que, como en aquel partido que perdimos en San Pablo ante Brasil, dejara la sensación de que no importa el resultado si la prestación es casi de excelencia.

Al final, el empate nos deja casi como empezamos pero con sólo dos partidos por delante, dos partidos de altísima exigencia como lo fue el de ayer. Todo sigue igual y eso es bueno porque estamos bien.

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