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Lanzamiento oficial del libro Un cacho de dios, en la Parroquia Sagrados Corazones de Jesús

Foto: Javier Calvelo

Libro Un cacho de Dios. Huellas de un camino compartido.

4 minutos de lectura
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En la lluviosa mañana del domingo se llevó a cabo el lanzamiento del libro que homenajea a Ruben Isidro Alonso, popularmente conocido como Padre Cacho. En la presentación se reflexionó sobre la labor que desempeñó, y Julio Romero, autor del libro, recordó la importancia de su obra social.

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La invitación anunciaba que ayer a las 10.30 se realizaría una misa especial en Homenaje al Padre Cacho en la Parroquia Sagrados Corazones de Jésus (Parroquia Possolo) y el lanzamiento oficial del libro en Montevideo. Sería en el lugar donde actualmente permanecen los restos del sacerdote bajo una placa en la que puede leerse: "Isidro Alonso 'Padre Cacho' 15/5/1929-04/09/1992".

Sin embargo, ambas instancias terminaron siendo incompatibles; entonces primero se hizo la misa, y una vez terminada, cuando los curas se quitaron sus sotanas y tomaron asiento entre los fieles, se desarrolló la presentación del libro. Espontáneamente, en el entretiempo se creó un intervalo que permitió interactuar a quienes salían de misa y a los que recién llegaban. Eran muchas las conversaciones que recordaban la figura de Cacho. Se referían a los frutos de su obra y al apoyo que le brindó a la gente, incluso a algunos de los veteranos que allí se encontraban.

Edelma, una señora mayor, cargaba una pequeña bolsita anaranjada. De allí extrajo un portarretratos y se lo mostró al autor del libro, Julio Romero. Luego, le mostró la foto a la diaria y explicó: "Es el retrato de mi hija tomando la comunión con el Padre Cacho". "Imaginate cuánto tiempo pasó, que mi hija tenía nueve años y ya tiene 38", agregó. Para ella los recuerdos de Cacho son "imborrables". "Vivió entre los pobres, y dio su vida gota a gota".

Recordó que en sus misas, muchas veces sacaba un papelito de su bolsillo del que leía un mensaje enviado por un vecino donde exponía algún problema. A partir de ello, no se limitaba a pedir una oración sino que se refería a pasajes bíblicos en los que los hechos reales se reflejaban en el mensaje y los invitaba a reflexionar a todos.

El periodista Ignacio Suárez, de la CX 30, fue responsable de abrir la oratoria. En primer lugar agradeció el "murmullo fantástico que invadió” la parroquia. Manifestó conformismo por el hecho de poder sentir ese murmullo en un ámbito cristiano, recordó que hay una larga historia de iglesias "silenciosas", "duras", "con el padre que le da la espalda a la gente y como si fuera poco habla en latín y no se le entiende nada". Catalogó de "cristianismo militante" el encuentro que se estaba desarrollando y la participación de la gente.

Hombre de bien

Según Suárez, el autor del libro pudo reflejar el modelo de vida que siguió el Padre Cacho, sin dejar a un lado el rigor del investigador y sin que ganara la subjetividad. Asimismo, se refirió a la diversidad de voces representadas, lo que permitió generar “un verdadero espectro, un arcoíris de colores que coinciden en la luz que era, es y será el Padre Cacho”.

En dialogo con la diaria, Romero detalló qué lo motivó a escribir el libro y describió el proceso de trabajo.

Durante muchos años de su vida vivió próximo al cura que se formó en la congregación salesiana, pero luego, sin dejar de ser sacerdote, integró el Clero Secular, porque en la primera no le permitían vivir fuera de la parroquia en un rancho. “Yo lo tuve como vecino durante mucho tiempo, conviví varios años en la zona, y lo que me golpeó y me motivó a hacer el libro fue esa marcha silenciosa cuando murió. Tenía 27 años, ya habían pasado 13 desde que estaba en el barrio y veo que llevan a ese hombre en un cajón fúnebre, en un carrito tirado por caballos y había cerca de 4.000 personas en esa manifestación de gente dolorida por la pérdida de ese hombre. Entonce pensé 'yo lo tenía como vecino a este hombre y nunca colaboré en su obra, no hice nada por estar junto a él', lo veía como un vecino más y de alguna manera entré a investigar quién era él y había sido”, recordó.

Fruto del sacrificio

La publicación de Un cacho de Dios. Huellas de un camino compartido es independiente. Julio Romero, autor del texto, comentó que hizo gestiones iniciales con una editorial pero ésta no percibió mucho interés ante el material presentado. Fue así que para editar el libro solicitó un préstamo que todavía está pagando, aunque adelantó que no perderá dinero. Quedan pocos de los 500 libros iniciales, que se venden en el entorno de los 380 pesos. Actualmente, el título se consigue en la librería Pocho y en Paulinas, o se lo puede contactar directamente a Romero al e-mail: reraices@gmail.com.

Diez años de su vida se dedicó a investigar, mientras que los últimos seis se abocó a armar el libro que finalmente pudo publicar en 2012, cuando se cumplen 20 años de la desaparición física de Cacho.

El trabajo del cura se remonta al departamento de Rivera, en Pueblo Nuevo, donde empezó a vincularse con la gente de menores recursos con el fin de transmitirles valores sociales, culturales y laborales, entre otros. Perseguido en tiempos de dictadura llega a Montevideo; un obispo lo recibe y le da la posibilidad de seguir trabajando con los más necesitados. Es designado para desempeñarse en la Parroquia Possolo y empieza a hacer su trabajo. “Se encontró viviendas muy precarias y ranchos de chapa a casi caer”, describió Romero. Pero los jóvenes del barrio cuestionaron la comodidad en la que vivía Cacho y lo desafiaron a compartir sus mismos problemas. Él solicitó que le consiguieran un lugar a donde irse a vivir y a los pocos días se trasladó hasta ahí. “Agarró sus pertenencias, yo me imagino la pasta de dientes, el cepillo, la mesita de luz y algunas cositas más, y se fue a vivir a Plácido Ellauri”, resumió.

Hacia 1979 se pretende expulsar a quienes habían construido sus ranchitos en un terreno privado. El cura se vincula con una organización de gente de Carrasco que quería ayudar a los más pobres, y gracias a su gestión se pudo detener la expulsión, comprar el terreno y material de obra para poder tirar abajo los ranchos y construir casas de bloque.

“Ahí da sus primeros pasos y empieza a gestar lo que sería la llama de la obra que hizo junto a la gente, porque hay que tomar en cuenta que solo no podía hacer nada, lo hacía con la gente”, indicó.

A lo largo de su vida ayudó a organizar las comunidades barriales Plácido Ellauri, San Vicente, Santa María, San Isidro, La Palmera, Mausa, 2 de Febrero y Juan Acosta. Tras el trabajo concretado y un cáncer de estómago avanzado se retiró al hogar sacerdotal donde finalmente murió. El libro da cuenta de relatos de reconocidas personalidades y vecinos anónimos que aprendieron de él y fueron testigos directos de su obra.

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