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Pascual Chávez.

Foto: Pablo Nogueira

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El rector mayor salesiano visitó Montevideo.

Sobre el final de su mandato, que culmina en abril de 2014, el rector mayor de la Congregación Salesiana, Pascual Chávez, visitó Montevideo por segunda vez desde que fue nombrado como el IX sucesor de Don Bosco. En Uruguay tuvo diversos momentos de encuentro, con sus hermanos de la congregación, con jóvenes, matrimonios, una fiesta con la familia salesiana, se reunió con políticos ex alumnos de casas salesianas, visitó el proyecto Tacurú y buscó su espacio con los medios de comunicación, entre otras actividades.

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Es mexicano, nacido en Real de Catorce, un pueblo del estado de San Luis Potosí, y tiene 65 años, de los cuales hace ya 11 y medio es Rector Mayor de la congregación Salesiana con residencia en Roma y muchísimas visitas por el mundo. En su función, es el máximo superior de la congregación, el centro de unidad, de animación y promoción para la familia salesiana.

-¿Qué significa ser Rector Mayor?

-Es una gran dignidad ser el sucesor de una de las personas mejor logradas de la humanidad, como fue Don Bosco. Yo digo que las personas valen cuando tienen una gran unidad interna. Esto lo presentó muy gráficamente Don Miguel Rúa (su primer sucesor), cuando dijo que Don Bosco no dio paso alguno ni emprendió ninguna empresa que no tuviera como mira el bien de los jóvenes. Una persona que canalizó todas sus energías y sus deseos más profundos en torno a una única cosa, un hombre de una causa que era lo mejor para él. Entonces ser Rector Mayor, el sucesor de una persona así, naturalmente siempre te hace sentir que no estás a la altura, ni siquiera cerca de lo que él fue. Es una gran responsabilidad, porque tienes que tener la capacidad de hacer que el carisma se viva con mucha fidelidad; y por otra parte que sea capaz de responder a situaciones, a contextos muy diversos de aquellos en que Don Bosco vivió y tuvo que responder. Evidentemente hay una historia ya, pero eso no quita que cada tiempo, cada época tenga sus propios desafíos y que hay que dar muestras de que el carisma y la misión hoy siguen siendo válidos porque responden a los nuevos desafíos y expectativas de los jóvenes.”

-¿Por qué vino a Uruguay en esta visita que no era ordinaria? ¿En qué consistió su agenda en Montevideo?

-Estaba programada desde la primera vez que vine [2005] cuando Daniel Sturla era el provincial. Por motivos de salud se canceló el año que estaba prevista y este año aproveché para cumplirla. Ya había sido solicitada y renovada la petición por el actual inspector Néstor Castells. (…) Creo que fue una agenda que respondía, en primer lugar, a los tres grandes elementos que yo busco en cada una de mis visitas. Encontrarme con mis hermanos, porque ellos son los primeros destinatarios de mi labor de animador de gobierno de la congregación. Estoy en contacto con ellos, es el momento en que puedo agradecerle a cada quien el don de lo que significa su propia vocación. También te permite escuchar y saber cuáles son hoy sus inquietudes, lo que están viviendo, las respuestas que están dando, los interrogantes que se plantean sobre ellos, sobre la congregación, sobre la Iglesia. Al mismo tiempo ponerlos en sintonía con lo que la congregación está viviendo, el camino que está haciendo y la proyección a futuro. El segundo es siempre con los jóvenes. Siendo los destinatarios de nuestra misión, la razón de nuestra vida. Aquí hubo dos momentos importantes. Un ambiente menos formal, en un momento de encuentro sólo con ellos y después tuvimos el encuentro con toda la familia salesiana y volvieron a tener un protagonismo importante. Siempre es un punto fuerte y yo estoy muy satisfecho. El tercer lugar es el encuentro con toda la familia salesiana. Sobre todo la gran celebración en Maturana, fundamentalmente estaba compuesta por las personas que más están identificadas con nosotros, porque son corresponsables de la misión en la gestión de las obras, o porque son miembros selectivos de la familia salesiana. A estos tres elementos que para mí quedaban bien asegurados, se sumaban algunos otros importantes. Uno es el encuentro con los medios de comunicación social, que son siempre una grandísima oportunidad para hacer conocer mejor la congregación. Que se conozca mejor la historia de Don Bosco, sus energías, su espiritualidad para tratar de hacer valer cuáles fueron sus grandes acciones. Una persona que creía en los jóvenes, cuando no creía nadie en ellos, que apostó por la educación como el mejor regalo que les podía hacer, y también a la sociedad y a la Iglesia. Y su capacidad de convocar a hombres y mujeres de todas las condiciones, que eso es la familia salesiana, como un gran movimiento al servicio de esta gran causa. (...) Después estuvo la visita a Tacurú, aunque ya lo conocía de la vez pasada, el volver a tocar con mano el arraigo que tiene la obra en aquel ambiente, la relevancia. Yo diría que es una especie de pulmón en una zona muy necesitada de un pulmón humano que venga a purificar y a revitalizar. Ése fue un momento muy significativo para mí, porque es de gran relevancia social. Tuve un encuentro con los obispos y un encuentro con los salesianos que están comprometidos en el campo de la política. Dos momentos diversos, uno que refiere a nuestro ser Iglesia, que tiene que ser siempre reafirmado, siempre digo que somos como un ejército especializado dentro de la Iglesia, especializado en el trato con los jóvenes, su educación, su acompañamiento. Y con los políticos porque la educación es una obra civil, por lo tanto tenemos que compartir aquellos elementos que pueden crear una interacción con ellos y ayudar a una mejor realización de la obra salesiana.

-¿Cómo se hace hoy en día para trabajar en contextos donde la población es pobre?

-Yo creo que la gente en general ha podido comprobar que este sistema de un liberalismo salvaje, es por naturaleza excluyente. Porque ha hecho que prevalezca más la finanza sobre la economía. La economía es una cosa buena, significa la ley de la casa, estar en vistas de un bien común, sea familia, sea ciudad, estado. La finanza es el dinero por el dinero. Mientras que la primera tiene una dimensión social, la otra tiene sólo avidez y no tiene límites. Quien tiene, querrá tener siempre más. Se está haciendo cada vez más insoportable, son poblaciones enteras de pobreza que apenas pueden tener lo necesario para vivir, en el campo de la salud, educación, vivienda. Mientras que resulta insoportable y escandaloso el lujo en el que pueden vivir personas, familias, países. Esto ha acabado con la fraternidad, que ya no existe. La solidaridad hay que impulsarla, pero tiene un límite muy grande, tú eres solidario con el que quieres. Cada uno elige con quién quiere ser solidario y con quién no. En la fraternidad no se tiene selección, somos hermanos, y es muy diferente a una persona que elige con quién ser solidario. Eso explica el por qué hay algunos países que son solidarios con Siria y por qué otros lo son con los rebeldes. Son alianzas solidarias, y yo no estoy en contra de la solidaridad, porque soy un promotor de ella, pero en el fondo te están diciendo que la fraternidad no es posible. Como el grito que comenzó entre los jóvenes con los indignados de Madrid, que después se propagó por el mundo. Hasta ese momento los jóvenes estaban embelesados con ese sistema, porque permite vivir irresponsablemente, o sea, hacer de esta etapa una vida de diversión sin responsabilidades. Y eso es grave, porque te va haciendo caer en la indiferencia y en la incapacidad de indignarse ante el mal, con tal de estar bien tú. Si hoy le preguntas a un chico qué piensa sobre que Cristiano Ronaldo cobre 17 millones de euros al año, te va a decir: 'Claro, si es una estrella'. Para mí es inmoral que un jugador valga 100 millones de euros cuando tenemos científicos que no tienen cómo sacar adelante lo que puede ayudar a la humanidad. Hemos creado un mundo del espectáculo y la diversión, que no te duele hasta el momento en que te empieza a doler a ti. Yo creo que hay que seguir siendo fieles a los grandes ideales de libertad, igualdad y fraternidad. Hay que seguir creando la cultura del diálogo y de la solidaridad, seguir comprometidos con la promoción de la justicia y de la paz. Y hacerlo en el propio ambiente, porque a veces decimos que los problemas son tan grandes que nada se puede hacer, entonces efectivamente nadie podrá hacer nada. Pero si yo en mi mundo empiezo a hacerlo, será diferente.

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