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Fernanda Midaglia.

Foto: Pablo Nogueira

Sueña

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El básquetbol femenino fuera de fronteras.

Fernanda Midaglia arrancó desde pequeña a picar la pelota naranja. Fue a acompañar a su hermano a Miramar y nunca más se alejó de la cancha. Aún no cumplió 18 años pero ya ha recorrido interesantes caminos en el deporte. Defendió a Uruguay en dos Sudamericanos juveniles y está en Brasil desde hace algunas temporadas. Asistirá a un campus de perfeccionamiento en Italia, para el cual sigue buscando apoyo para poder viajar sin problemas.

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Nació el 20 de setiembre de 1995. La calle Santiago Gadea no es una más para ella. Es que ahí se ubica Miramar Basketball Club, institución que le permitió tomar contacto con una pelota dentro de una cancha. Es tímida y de perfil bajo. De pocas palabras en las entrevistas. Pero hay algo que se nota: su amor por el deporte que practica. Cuenta con un gran apoyo de su madre, Verónica, que es un sostén fundamental para ella. Sobre sus inicios recuerda: “Arranqué a jugar cuando tenía seis años. Un día, cuando salimos del colegio, mi padre quiso llevar a mi hermano a jugar a Miramar. Como andábamos juntos yo fui. Me quedé mirando la práctica y me llamó la atención. En esa época había femenino en Miramar y Ricardo Lagata me preguntó si quería empezar a entrenar; a partir de entonces empecé”. Su padre jugaba en Paysandú: la tradición basquetbolera viene de familia.

Hubo algo que la cautivó cuando por primera vez llegó al club cebrita: “Lo que más me llamó la atención es cómo cinco personas tienen que jugar en conjunto para hacer algo único”. Sólo tenía seis años.

Sobre su corta pero rica trayectoria cuenta: “Hasta Infantiles jugué en Miramar. En el último año en esa categoría también viajaba a Argentina los fines de semana a jugar a un equipo femenino, Deportivo San Andrés de San Martín. Viajé durante el año, ya que con Miramar jugaba un fin de semana sí y otro no. Después me fui a Brasil”.

En tano

César Píriz es entrenador y estará en Italia, donde participará en el campus como asistente técnico por segundo año. Él le hizo una prueba a Fernanda y a partir de entonces comenzó el sueño de la joven basquetbolista. Sobre el evento en el que estará, ella comentó: “El campamento es para formación de jugadores de todas partes del mundo, con 32 entrenadores y 54 asistentes. Entrenamos en Forli durante 30 días; una semana exclusivo de femenino y las otras tres con varones”. Acerca de lo que puede significar para Midaglia estar en Italia, el entrenador expresó: “Creo que tiene condiciones. Va a experimentar cosas que nunca vivió. Por ejemplo, entrenar seis, siete horas por día. La van a ver entrenadores de todo el mundo. Va a estar con jugadoras de dos metros, de selecciones europeas. Va a ver cómo se entrena y cómo se maneja en otras partes del mundo, además de la experiencia y de los contactos que se puedan generar”. Claro que no todo es tan sencillo. Para que se pueda concretar el viaje sin ningún problema hay que costear todo lo necesario para este tipo de travesía. Hace tiempo que la madre está haciendo el máximo esfuerzo posible para que su hija esté en el campus. Para ello abrió la cuenta número 34.231 en Abitab, para todo aquel que quiera colaborar. “Voy para ver con qué me encuentro. Si surge una chance la aprovecharé”, dijo Fernanda.

Cuando el club del cual es oriunda dejó de tener básquetbol exclusivamente femenino, comenzó a practicar con hombres. En relación a esto recuerda: “Para mí fue una de las mejores etapas. Me gusta mucho más jugar con hombres que con mujeres, por el contacto físico y por la velocidad”. Con mujeres en Uruguay no tuvo mucha actividad. Jugó en las selecciones juveniles sub 15 y sub 17 y en un cuadrangular en Flores, donde representó al equipo local.

En portugués

Después de un Sudamericano en el que participó, un ayudante de la selección brasileña se contactó con ella. Su madre comenzó a establecer contactos y surgió la posibilidad de ir al colegio Sinodal, donde ya está en tercer año. Vive dentro de la institución, en São Leopoldo, un municipio de Brasil dentro del estado de Rio Grande do Sul. Tiene algo más de 200.000 habitantes y está a 32 kilómetros de Porto Alegre. “Me llamó mucho la atención el colegio cuando lo vi. También el lugar donde entreno”, dice.

Sobre la competencia basquetbolística explica: “Hay bastantes campeonatos particulares, más allá del estadual. Participo en todos porque el colegio es federado; además, participo en los torneos escolares. Al final de año se juegan las olimpíadas escolares, en las que participa el mejor colegio de cada estado. Hubo un año en que fuimos campeonas”. En relación al nivel de competencia destaca: “Es mucho mejor porque hay muchas más chiquilinas, se entrena todos los días dos horas, tenemos un lugar, preparador físico, fisioterapeuta”. Su director técnico es Leonardo Peçanha, que desde 1997 está en Sinodal. Se levanta a las 6.30 y 7.15 comienza las clases hasta las 12.40. Tiene una hora para almorzar y de tarde continúa con el estudio. De 19.00 a 21.00 es el horario de entrenamiento. Le exigen tener buenas notas para ser parte del equipo de básquetbol. En caso de que no sea así pueden llegar a no citarla para integrar el plantel.

Con respecto al idioma al que se tuvo que enfrentar cuando llegó a Brasil comenta: “No sabía portugués pero una chiquilina que vivía conmigo hablaba más o menos español. Las primeras semanas de clase iba con un diccionario y cuando no sabía alguna palabra me la anotaba en una hoja al final del cuaderno y después la traducía. También aprendí leyendo y mirando la tele”.

Juega en la posición de base. Se destaca por pensar, según dice ella misma al ser consultada por sus cualidades. “Soy lenta pero asisto mucho”, expresó. Generalmente mira por televisión la Liga de Brasil y le gusta la jugadora australiana de casi dos metros Lauren Elizabeth Jackson que juega para Seattle Storm en la WNBA, el campeonato estadounidense femenino.

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