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Edinson Cavani al finalizar la semifinal de la Copa Confederaciones ante Brasil ayer en el estadio Minas Arena en Belo Horizonte (Brasil).

Foto: Peter Powel, Efe

No perdió el rumbo

4 minutos de lectura
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Uruguay cayó ante Brasil al final y ahora jugará por el tercer puesto.

Faltó poquito, muy poquito, para que este equipo arañador de hazañas pudiese acercarse a la gloria. Ese poquito se mide en tiempo, 4 minutos, en una indecisión defensiva, o en un agotamiento físico extremo, producto del noble esfuerzo solidario que aleja el umbral de la frustración, pero acerca el del agotamiento y la falta de concentración. Uruguay, esta selección de futbolistas uruguayos, sucumbió al final, pero su prestación estuvo acorde a su mítica historia tapizada por la realidad vigente. La sentencia del partido, aquel cabezazo de Gustavo cuando faltaban 4 para el final dejó a Uruguay sin final y sin hazaña, pero con una sensación de vida.

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No, te juro que no te podés imaginar lo que es (era) esto. No. Y te aseguro otra cosa, yo no seré capaz de trasladártelo. Nunca podré contar la emoción, la catarata irrestricta de sensaciones que representa decodificar lo que ven, veían, mis ojos que quisieran ser los tuyos, pero no lo serán, al intentar devolverte las imágenes, mis oídos, y mi razón, absolutamente corrompida o enriquecida por la emoción.

Yo nací en el hospital de Florida, una ciudad de Uruguay, y conozco una historia que data de muchos años atrás, antes de que yo pudiese saberla. He leído mucho sobre eso, y por más que ahora estoy en el nuevo Mineirão en 2013, y no en aquel nuevo Maracaná de 1950, me parece estar siendo uno de los protagonistas de Anatomía de una derrota, un excepcional libro de Paulo Perdigão, llevado al cine con Antonio Fagúndez de protagonista.

Parece todo igual. Un estadio lleno, repleto de gente que grita “Brasiu, Brasiu”, que tiñe de amarillo todo el paisaje, y que te hace sentir que vos y esos 11 celestes que están ahí abajo, en la caldera del diablo, son los únicos uruguayos en millones de cuadras a la redonda.

No sé cuántos minutos van del recién comenzado juego semifinal, pero hay un córner. Es eso, sólo un córner para Uruguay, y todos quedan callados. No pasa nada.

A los 5 minutos no hay ninguna alternativa de las que tuercen los destinos del juego, y se ve mucha paridad. Y respeto. Y la tribuna grita, grita, grita.

Mi corazón late fuerte. Demasiado. Y ni te digo cuando el chileno Enrique Osses, a los 13 minutos, manda callar a todo el estadio al pitar penal para Uruguay. Ustedes ya saben lo que pasó: lo pateó Forlán y lo atajó Julio César.

Ésa sí es una alternativa que puede cambiar el destino del partido, y sin embargo no lo cambia, pero no es que no lo cambió porque Forlán no convirtió, sino que no lo cambió porque siguió siendo el mismo partido, con Uruguay esforzándose al máximo para lograr desajustar por completo el juego de toque y desequilibrio de los brasileños. Es admirable la capacidad de marca por medio del ensamble de tipos que refuerzan los lugares donde hay que estar, dejando de lado su aparente rol específico. Es increíble cómo aun así pueden ir y venir, cerrar y llegar a pelotas que parece que no llegarán. Nada de eso brilla, pero reluce.

Futuro imperfecto

No era el partido perfecto, por el penal no aprovechado, pero lo parecía, hasta que en el minuto 42 Neymar pudo por fin meterse al área e hizo una jugada como para definir, cosa que hizo, tapó Muslera, pero ahí estaba Fred, con su increíble historia en el Mineirão, para poner el 1-0. No era justo, pero era fútbol. Como pueden pasar esas cosas en el fútbol. Pasan y chau. Aunque los teóricos insistan con redoblar los niveles de concentración... pimba, te embocan.

Pero atención, que eso puede pasar al final pero también al comienzo, y tras el tenso cuarto de hora de refresco, de planes y de sueños, salió Uruguay a la cancha como una tromba, en la que venía el gol del empate de Edi Cavani, que le zampó el zurdazo desprolijo, pero a su vez ajustado, con el que suelen definir los goleadores, para poner el 1-1. Otra vez era partido. Otra vez era el partido.

Dos jugadas consecutivas de pelota quieta dejaron la sensación de que ésa podía ser la alternativa jugada por Uruguay, mientras que Felipão, el técnico brasileño, ponía a más de medio estadio a jugar al darle ingreso al atleticano Bernard, jugador del Mineiro.

Se vinieron ahí minutos difíciles para Uruguay, que no pudo controlar la presión ofensiva de los delanteros brasileños, que parecían miles y venían por todos lados. Ahí apareció Muslera para las primeras urgencias.

¡Qué cosa más rara el fútbol uruguayo! ¡Cómo puede dejar azules esas camisetas celestes en un esfuerzo supremo, que cansa desde la tribuna, sufriendo y además no sé de dónde, con un pedacito de alambre que había por ahí y un pedazo de bizcocho, crear una bomba como la que pudo haber sido el segundo de Cavani si no se hubiese ido contra el palo!

Claro, a ninguno de nosotros nos gusta perder, a ninguno de nosotros nos gusta andar mostrando diplomas de derrotas dignas y ajustadísimas, pero el impacto que te causa haber llegado tan lejos y no poder sostener un resultado de un partido que pudo haber tenido otro final no logra tapar la conclusión de que vamos por el mejor camino por el que podemos ir, y que los sueños no se extinguen por una derrota, si nuestras expectativas son las de poder elevar al máximo nuestros niveles de competencia.

Faltaban menos de 5 minutos para que terminara el segundo tiempo. Neymar mandó un córner pasado que Muslera decidió no cortar, y en el segundo palo Gustavo sorprendió al Pelado Cáceres para anotar el segundo. ¡Qué macana! Ya estaba. De nada valieron los córner de Forlán con Muslera yendo a cabecear, ni la internada extrema de Suárez. Chau, ganó Brasil 2-1 y no estuvo bien, pero las reglas son así. Gana el que hace más goles.

Detalles

Estadio: Mineirão de Belo Horizonte

Árbitros: Enrique Osses, Carlos Astroza y Sergio Román (chilenos).

BRASIL (2): Julio César; Dani Alves; Thiago Silva; David Luiz; Marcelo; Luis Gustavo; Paulinho; Oscar (73’ Hernanes); Hulk (64’ Bernard); Neymar (92’ Dante); Fred. DT: Luiz Felipe Scolari. Suplentes: Jefferson, Diego Cavalieri, Fernando, Lucas, Filipe Luis, Jean, Rever y Jo.

URUGUAY (1): Fernando Muslera; Maximiliano Pereira; Diego Lugano; Diego Godín; Martín Cáceres; Álvaro González (83’ Walter Gargano); Egidio Arévalo Ríos; Cristian Rodríguez; Diego Forlán; Luis Suárez; Edinson Cavani. DT: Óscar W Tabárez. Suplentes: Juan Castillo, Martín Silva, Sebastián Coates, Matías Aguirregaray, Álvaro Pereira, Sebastián Eguren, Diego Pérez, Nicolás Lodeiro y Abel Hernández.

Goles: 40’ Fred (B), luego de un rebote en Muslera tras tapar un tiro de Neymar; 48’ Edinson Cavani (U), recuperó un balón dentro del área y definió cruzado; 86’ Paulinho (B), cabezazo en el área chica cerca del final.

Amarillas: 13’ David Luiz (B); 21’ Edinson Cavani (U); 39’ Luis Gustavo (B); 74’ Álvaro González (U); 75’ Marcelo (B).

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