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Ribair Rodríguez, de Santos Laguna, y Luis Aguiar, de Peñarol, ayer, en el estadio Centenario. Foto: Nicolás Celaya

Con cabeza

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Peñarol cayó 2-0 por la Copa Libertadores de América.

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Santos Laguna hizo su partido. Procurando el orden en la tenencia de la pelota como táctica y estrategia, la administró muy bien cuando la tuvo y la defendió cuando le fue esquiva. Puso cabeza. Audaz, la efectividad fue uno de sus puntos fuertes. Jonathan Lacerda robó y trepó por su lateral. Cosa rara, los mexicanos trataron siempre de no alterar la línea de cuatro final. El uruguayo, en proyección, encontró un hueco y se mandó. Inteligentes, cambiaron con pase profundo pero el lateral fue descuidado. Cuando el centro fue al área, anticipó y marcó el 1-0.

Fossati cambió el equipo con cabeza. Ya en desventaja, ingresó Darío Rodríguez, y en 5 minutos creó tres chances de gol, más que todos sus compañeros. Bien podría haber dado el empate: dos se fueron por encima del arco y la que le quedó a Paolo Hurtado la adelantó y fue ahogada por el portero Oswaldo Sánchez. La valía fue empujar, querer desde la imperfección. Lógicamente, no alcanzó. Para colmo de males, de contragolpe, el otro lateral, José Abella, puso el segundo y definitivo tanto. Santos Laguna queda primero con 6 puntos en 6. Peñarol deberá mejorar su caudal de juego e, inevitablemente, salir a buscar puntos fuera de Montevideo.

Tácticamente

El partido estuvo signado por la paridad, tanto en intenciones como en criterios. Ambos equipos demostraron intenciones de jugar la pelota por lo bajo, buscando abrir la cancha. Alternaron en esa coincidencia por momentos. Santos, con Ribair Rodríguez distribuyendo en la mitad de la cancha para buscar a Carlos Quintero y, sobre todo, a Mauro Sejas. Hábil jugador, escurridizo, utilizó todo el ancho del campo para distraer y encontrar espacios. Siempre con la referencia en el área del goleador Oribe Peralta. Un tridente de ataque interesante. En la faz ofensiva, a Peñarol le costó muchísimo. Producto de la búsqueda del equipo que sigue procurando Fossati, por momentos no pudo ensamblar el fútbol pretendido.

Sergio Orteman y Luis Aguiar se distribuyen la mitad de la cancha y desde ahí hicieron los pases: para Tony Pacheco, que flotó siempre suelto, para Mauro Fernández, que quiso incidir con su velocidad, y para el Japo Rodríguez por la banda izquierda. Cuando ingresó Hurtado mejoró en traslado, pero nada más. Hasta tres cuartas partes de la cancha el aurinegro siempre fue bien; faltó la ejecución del último pase o la precisión en el centro al área. Pasada la media hora en ambos tiempos fue su mejor momento, cuando ganó terreno y replegó las líneas mexicanas contra su propio arco. Pero no logró cristalizar. Algún tiro desde fuera del área, muchos centros cruzados, pocas certezas y aciertos.

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