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Marcelo Zalayeta, de Peñarol, y Jhonny Mirabal, de Deportivo Anzoátegui, ayer, en el estadio Olímpico General José Antonio Anzoátegui de Puerto La Cruz (Venezuela). Foto: Enrique Landaeta

Igualdades odiosas

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En Venezuela, Peñarol y Deportivo Anzoátegui debutaron en la Libertadores con un empate a uno.

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De actuación apenas discreta, Peñarol rescató un punto en Puerto La Cruz, donde visitó a un rival que se perfila como el más flojo de la serie. Un aceptable segundo tiempo aurinegro puso el partido cancha arriba y forzó el definitivo 1-1 cuando sólo quedaban 11 minutos para el final. Zalayeta empujó una pelota bajo el arco venezolano, que durante los últimos 25 minutos del primer tiempo había sobrado. Ése fue el peor lapso de Peñarol, que entonces corrió detrás de un rival limitado y que, para colmo, cayó en desventaja con el tanto que puso la noche cuesta arriba, a los 39 minutos.

Hacía un buen rato que los locatarios habían anestesiado el trámite con un toque prolijo pero sin profundidad. En eso, el hábil delantero Escobar metió una habilitación de fútbol playa. Una cuchara perfecta para saltear defensores, que dejó a Villegas frente al arquero aurinegro, al que superó con un remate bajo. Para definir, le ganó la posición a Baltasar Silva, al que sus subidas por la izquierda le complicaron la tarde desde bien temprano. Más que malo, el primer tiempo pudo ser nefasto para los carboneros. Pero Castillo, que de a poco archiva viejas silbatinas y vuelve a ser el que puede, tapó un mano a mano ante el anotador cuando se jugaban los descuentos. Rumbo al túnel previo al descanso, Peñarol se pellizcaba y apenas rescataba el placer de estar vivo, gracias al contraste entre un mal resultado parcial y el peor y difícilmente remontable que pudo darse. De juego, incluso, rescataba menos. No más que la actitud de los minutos iniciales, en los que pisó campo ajeno e intentó llegar por las bandas. Pero las malas culminaciones de Baltasar Silva se evidenciaron como un problema que le quitó peso a Zalayeta. Por la otra punta, Lima casi no explotó su juego superior, porque directamente no desbordó. Eso sí, se anotó un gran pase de distancia a la espalda del sector derecho de la defensa ajena, que dejó mano a mano al Japo Rodríguez, quien se perdió el gol ante el arquero González cuando el encuentro aún estaba empatado a cero.

A juzgar por lo visto en el complemento, es probable que en el entretiempo Fossati haya sacudido al equipo con una charla de esas que se escuchan desde afuera del vestuario. Aún lejos del fútbol deseable, y repitiendo un peligroso estiramiento en la cancha, sus dirigidos mostraron otra actitud y tuvieron cierta lucidez para combinar en corto y con profundidad en los últimos metros. La primera demostración fue una paloma tempranera de Zalayeta, posterior a un pase de Pacheco. Aunque positiva en tanto señal de recuperación, la jugada dio lugar al lamento: fue lo último del Tony, que al rato salió, tras un primer tiempo en el que su habitual buen criterio quedó aislado en medio de la desconexión. De todos modos, los ingresos de Albín y Jona Rodríguez colaboraron con la reacción. El juvenil se mandó la incursión en diagonal que culminó con la habilitación de gol para Zalayeta. Pese a que dos minutos después los venezolanos se quedaron con diez futbolistas, Peñarol no pudo poner la cancha en bajada en el tramo final. Tampoco lo mereció. Es que la mejora que parió el empate no borrará el recuerdo de una noche mala. De igual modo, los méritos iniciales de Anzoátegui no disimulan unas limitaciones que quizá sí aprovechen Arsenal y Santos Laguna cuando visiten el Caribe venezolano. Si eso ocurre, el empate de anoche habrá igualado hacia abajo.

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