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Gastón Bueno y Sebastián Cristóforo, de Wanderers, el sábado en el Parque Viera durante el encuentro por la novena fecha del Torneo Clausura ante Danubio. / Foto: Pedro Rincón

Cantidad versus castidad

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Los goles en Montevideo, las ganas en San José.

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Por fuera de la agenda del grande de turno, el sábado de tarde hubo un partidazo y un partido. En el Parque Viera, Wanderers cortó su mala racha ante Danubio con un 3-2
que le permitió reengancharse en las peleas del Clausura y la Anual. El tremendo choque del Prado dejó a los franjeados incómodos, temiendo por una escapada de quienes los aventajan en ambas tablas. En los números, el contraste entre el sábado montevideano y el maragato fue fuerte, porque en el Casto Martínez Laguarda, Sud América y El Tanque Sisley no pasaron del 0-0. Los verdinegros completaron seis etapas sin ganar y comienzan a ver de lejos las copas internacionales. Los buzones no terminan de escaparse de la zona de descenso, pero su permanencia parece probable porque duplican cada punto ganado.

Cantidad y calidad

Lo de Wanderers y Danubio no fue sólo un cúmulo de goles. Hubo alternancia en el protagonismo, calidad individual y colectiva y mucha emoción sobre el cierre. El definitivo 3-2 se concretó a los 85 minutos y dio paso a una embestida danubiana asociada a otra gran demostración de Mayada, que empezó jugando de volante para pasar al lateral sin que el retroceso lo perjudicara. La última ola forzó un atajadún de Cristóforo, que estuvo atento pese a absorber 2 tantos. El partido se recibió de capicúa, porque el comienzo también había sido danubiano, con salidas rápidas y pases largos para el siempre despierto Álvez. Pero el poder del gol marcó tendencia. Tras los grandes 15 minutos iniciales de los de Leo Ramos, la contundencia de Wanderers cambió la flecha sabatina. El talento cancha arriba del equipo de Arias disimuló unos problemas defensivos que habían amagado con ser serios. Pastorini, cuya temporada merece elogios grandes, puso una pelota redondita para que Gastón Rodríguez reclamara la misma consideración y marcara el 1-0. Al ratito, el anotador repitió tras otro gran pase, pero de Blanco. Gracias a esa renta tan importante como excesiva, Wanderers se tranquilizó, se compactó y se defendió con una pelota a la que empezó a mimar como sabe. A Danubio, reaccionar le costó buena parte del segundo tiempo. Tuvo la mala suerte de recibir el tercer tanto al ratito de su primer descuento. Lo ayudó más el tardío ingreso de Martiñones que el tempranero de Zambrana. Quizá no debió perder. Pero también es cierto que este Wanderers, por leal a una idea noble, merece que cada tanto la fortuna lo acompañe.

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