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Rodrigo Pastorini, de Wanderers, ante la defensa de Fénix, ayer en el Parque Viera, en el Prado de Montevideo. / Foto: Javier Calvelo

El viejo manos de Tejera

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Fénix y un campañón: derrotó a Wanderers 2-0 y es el único líder del Clausura.

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“En la televisión dicen que ustedes, los técnicos, son todos solitarios”. La frase pertenece al film El joven manos de tijera, de Tim Burton, pero bien podría aplicarse a los entrenadores de fútbol, en particular a los uruguayos.

Él está ahí. Sentado. Solo. Con la pachorra de siempre, la pilcha gris, el short por encima de las rodillas y el gorrito de visera. Y se calienta. Y grita, para luego darle paso a la tranquilidad y la mesura. Es Juan Tejera, la cabeza de este equipo de Fénix que es puntero en soledad 
-vaya paradoja- del Torneo Clausura, que está invicto y que cuando se han jugado tan sólo cinco fechas ya comienza a decirles adiós a los puestos de descenso que le preocupaban, y, por si fuera poco, a apuntar la mirada en alto y empezar a pensar en la clasificación a una copa internacional. Un arranque de lujo, en un fútbol uruguayo que sufre más que lo que goza, pero que tiene a los de Capurro en lo más alto, con un director técnico pensativo y un plantel que se reforzó en silencio, pero con grandes jugadores, cuatro triunfos y un empate.

Fénix obtuvo la punta ante un gran rival: Wanderers. El bohemio de Alfredo Arias demuestra cada fin de semana la clara idea de juego que ha ido trabajando durante años y que ahora es fruto viviente en el Prado. Sólo en dos ocasiones reventó la pelota desde el fondo, siempre intenta jugar, el ataque empieza desde el arco propio, porque Federico Cristóforo siempre tiene dos zagueros bien abiertos que lo asisten, y si el rival aprieta, como lo hace Fénix, es Guzmán Pereira o Santiago Martínez quien recibe el pase sobre la medialuna del área grande.

Por momentos el juego es casi perfecto. El manejo que los volantes hacen del balón es muy prolijo, y Rodrigo Pastorini, que es delantero, se recuesta a jugar de enganche y lo hace bien. Pero, claro, falta el gol. Y el orgasmo futbolero lo generó Rodrigo Rojo: primero la pelota la tomó Guzmán Pereira, que quiso salir jugando desde el área bohemia, la perdió y al tirarse llegó tarde. Tiro libre esquinado, pelota en el vértice del área grande y remate de Rojo. Golazo de zurda, inatajable, al ángulo y casi rozando el travesaño. 1-0, pelota al medio y la ventaja para un equipo correcto y con buen funcionamiento.

Corré la bola

A partir de la apertura del score el partido cambió. Ya con la ventaja en el marcador, Fénix le cedió terreno y pelota a Wanderers, situación que le queda pintada al bohemio, que nunca pierde los estribos. Pero al bohemio le cuesta ser incisivo dentro del área, sobre todo si enfrente tiene un rival que se cierra bien y se repliega. Wanderers pecó de ese toque que a cualquier hincha le gusta, pero cuando llegó al borde del área no supo qué hacer. En pocas ocasiones pateó al arco; cuesta recordarlas.

Fénix comenzó a jugar su partido y siempre que pudo sacó contraataques. Lo tuvo Maxi Pérez tras una gran habilitación de Juan Álvez. En la primera etapa había tenido una oportunidad y la había desaprovechado. Entró Martín Ligüera y se acopló bien con Aníbal Hernández, de buen partido y mejor comienzo de año. Ese tándem anda clarito, parece que hubieran jugado juntos toda la vida.

De contra vino el segundo. Y de los pies de Ligüera nació el gol. Martín vio a Aníbal y éste mandó un centro preciso para Callorda, que ya estaba en la cancha y definió de cabeza, dentro del área chica.

Con el manual de la contra, el Fénix de Tejera. Con la paciencia de quien resurge de las cenizas, el ave de Capurro se posa en lo más alto y mira a todos desde arriba.

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