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Leonardo Ramos, director ténico de Danubio, ayer, al finalizar el partido en Parque Capurro ante Fénix. / Foto: Sandro Pereyra

Domingo de Ramos

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Danubio ganó de mañana y recuperó la punta de la anual de tarde.

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De mañana, bancó más de medio partido con diez futbolistas, bajó a Fénix de la punta del Clausura y dejó la garganta en Capurro tras los dos goles de un imparable Jonathan Álvez, que forzaron el definitivo 2-1 ante los capurrenses. De tarde, los cancheros de las radios le contaron que en Las Piedras Juventud le ganó a River Plate, que al inicio de la fecha estaba primero en la Anual. El sujeto omitido es el equipo de Leo Ramos. Porque, a cinco fechas del final de la fase regular de la temporada, Danubio recuperó el liderazgo de la tabla que acumula el puntaje del año.

Ganó a carácter, más que a juego. El libreto mañanero le impuso tal condición desde los 27 minutos, cuando el árbitro Cunha tomó la discutible decisión de expulsar a Ignacio González, una pieza importantísima para su motor. Tras los cuernos, vinieron los palos: Cavallini empató transitoriamente, apenas 7 minutos después de la roja. La victoria parcial, que nació de un gol de Álvez cuando el encuentro recién había comenzado, se volvía una utopía. Figurada y literalmente, el viento soplaba para Fénix, que aprovechaba la supremacía numérica y lo que quedaba del temporal nocturno para meter la bola en el arco del este.

Aunque algo demorada, Leo Ramos tomó una decisión sabia. Le hizo frente a la inferioridad numérica sumando a Leandro Sosa a la zona de volantes y sacando al delantero Zambrana. Antes, luego de la expulsión de González, el petiso pagó el precio del sacrificio y engrosó la línea media por la zurda. Allí se mantuvo un rato largo, sin aportar la marca deseada ni el fútbol ofensivo habitual. Sosa, en cambio, selló su sector con sobrada actitud y se tuvo fe para trepar la cancha y acompañar a Álvez, que por la derecha contó con aportes parecidos de Mayada.

Pero cuando al partido le quedaban 11 minutos, el goleador nacido en Vichadero se mandó una jugada que dejó chiquitos los aportes de ambos volantes. Tomó la pelota en el medio, puso el cuerpo notablemente para desparramar a Perg, se fue de la punta hacia el medio y, desde la puerta del área, sacó un remate notable que se metió combado y contra un palo. Brutal demostración de fuerza y fútbol. Danubio alcanzaba el definitivo 2-1 gracias a las enormes condiciones de un delantero que sigue alto el piso, por técnica y físico.

Fénix no mereció perder. Sin suerte, dejó la vida para ganar. Ligüera creó de corrido y tuvo un tiro libre que dio en un palo, poco antes del 1-2. Cavallini perdió un gol bajo el arco y un mano a mano. Luego del tanto definitivo, incluso, Waterman y Rojo acariciaron un empate que no fue. Ése por el que luchó un metido Maxi Pérez, ése que no llegó, pese a los ingresos de los delanteros Acosta y Callorda, presos de una defensa en la que brilló el pibe Matías de los Santos. El diario del lunes estaba escrito. Como tras un lejano clásico de 1990 que Venancio definió a favor de Nacional, el título caía por su propio peso.

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