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Juan Pablo Rodríguez, Pablo Lacoste, Darwin Torres y Jorge Contreras, de Racing, ayer en el estadio Olímpico, luego del final del encuentro ante Rampla Juniors. / Foto: Sandro Pereyra

Rendirse jamás

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Racing le ganó a Rampla en los descuentos y sigue siendo el único líder del Apertura.

Por tercera semana consecutiva, Racing, con el último de sus alientos y el primero de sus deseos, consiguió quedarse con la punta del campeonato. Esta vez, como antes había sido ante Wanderers en el Centenario y ante Tacuarembó en el Roberto, lo logró con la receta de la pelota aérea como argumento visible, pero con las ganas y el sueño de seguir siempre adelante como motor. Los de Mauricio Larriera tienen soporte como para seguir peleando y soñando.

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El Racing de los cuatro goles de Gutiérrez en la primera fecha contra Danubio, el del cabezazo de Malrechauffe pasada la hora contra Wanderers, el del festejadísimo gol en contra ante Tacuarembó de la semana pasada, ese Racing volvió a ganar en los descuentos. Fue 2-1 ante un durísimo Rampla Juniors, que jugó de atrás, entre los charcos del área norte del Olímpico y con un cabezazo perfecto de Affonso. Muerta de la risa, la penúltima pelota de la Villa le arrebató la punta a Nacional y se la devolvió a los cerveceros, que superan dificultades y estiran su inesperado invicto.

El técnico Larriera cuida el qué y el cómo, al punto de cargarse la mochila de jugar “a lo Racing”, entendiendo por tal cosa el buen trato de pelota. Se trata de ganar y de gustar, objetivo a menudo conseguido pese a lo corto de su plantel, las bajas sufridas y las inclemencias climáticas: ayer, como ocurrió en dos de los otros cinco encuentros programados, el partido del viejo Parque Nelson se interrumpió casi de movida, producto de la tormenta eléctrica y la lluvia que castigaron a buena parte del país sobre las 15.30. Pero el barro posterior y los enormes charcos no impidieron que los cerveceros nos regalaran buenas combinaciones entre Nicolini, Tabó, Juan Pablo Rodríguez y Zabala. El gol de Affonso fue de una belleza extrema, por la precisión del centro y la elegancia del doble ritmo previo al gran cabezazo cruzado y bajo. También por el contraste entre la cancha aguada y la elegancia del definidor, que de golpe pareció vestir frac y calzar zapatos lustrados entre el barro de los últimos metros.

Su acierto coronó una importante reacción de los de Sayago, que cuando parecía que ya no tenían fuerzas ni inspiración metieron a Rampla contra su arco. Poco antes del festejo, Malrechauffe casi se anota otro tanto de cabeza y Nicolini uno de tiro libre, pero ambas definiciones dieron en el palo. Esa ráfaga del final fue antecedida por los mejores momentos de Rampla, que cuando encuentra a Malán es capaz de dañar a cualquiera. El goleador picapiedra tuvo varios gestos de calidad al recibir, al aguantar y al definir. Con el partido igualado a uno, regaló una chilena que zumbó un caño y un cabezazo ídem. Pese a ello, el arquero Contreras laburó menos que su colega Long, que resultó ser otra de las figuras de la cancha. Le negó dos mano a mano a Zabala y otro a Tabó, que no convirtió pero desequilibró en cada encare y aportó a la asistencia ganadora.

Ese compromiso con el fútbol, apoyado en el aplomo de Juan Pablo Rodríguez, de excelente gesto técnico para empatar transitoriamente, fue clave para no desesperar tras el peor de los comienzos. Porque ni bien pasó la tempranera suspensión del juego por mal tiempo, Barreto embocó un golazo y Rampla empezó ganando y le puso más repecho a las callecitas del Cerro. Faltaba mucho. El intruso treparía hasta la fortaleza y seguiría viéndolos a todos desde arriba.

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