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Julián Perujo y Fernando Arismendi, de Sud América, festejan el segundo gol a Nacional el sábado en el Parque Central. Foto: Santiago Mazzarovich

Dog chau

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El Perro Javier Irazún atajó un penal en el último segundo y la IASA derrotó al líder Nacional.

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Un adoquín en el punto penal del área de la calle Comandante Braga. Fue la penúltima escena de un partido sabatino y recordable. Una pelota pesadísima que Iván Alonso remató fuerte y contra un palo. Había mucho en juego: el resultado mismo y la chance de que Peñarol alcanzara a Nacional al día siguiente. Pero el encuentro se despidió con la última escena, que arrojó la imponente atajada del arquero buzón y consolidó la victoria visitante 2-1. El pitazo final del errático árbitro Daniel Rodríguez se pegó a la estirada. En el Parque Central ya era el tiempo del festejo de los jugadores de Sud América.

Los otros méritos buzones fueron anteriores. Fernando Arismendi se movió como tercer punta y jugó un primer tiempo inolvidable. Sebastián Gorga y José Aja no pudieron con el que resultó ser el más desequilibrante de la tardecita de La Blanqueada. Los buscó en diagonales que rápidamente desnudaron una preocupante fragilidad defensiva de Nacional. Mientras los dirigidos por Gustavo Munúa tocaban la pelota con aplicación pero sin profundidad, Sud América presionaba arriba y estiraba unas uñas preparadas para el daño. Arismendi elegía compañías para tocar y pasar como Perico por su casa: aparecían Adrián Argachá desde atrás o sus colegas de ataque Gastón Colman y Nicolás Royón. Avisó a los 17 minutos, cuando dejó de cara al gol a uno de ellos sin que el habilitado evitara un enorme cierre de Diego Polenta, la única pieza destacable en la defensa tricolor. Insistió a los 22. Ya no hubo salvador posible tras la gran jugada con la que habilitó a Colman, que definió fuerte, bajo y de primera ante la salida de Esteban Conde.

El parcial 1-0 no provocó grandes mejoras en Nacional. Siguió siendo pulcro pero a menudo impotente frente al gran trabajo de volantes como Juan Alsina o defensas como Maximiliano Pereiro y Edgard Martínez. Ignacio González y Alonso, pese al yerro final, jugaron bien. Nacho manejó los hilos con paciencia y profundidad. Buscó con insistencia a Leandro Barcia, que sin tener una noche recordable aportó peligro cerca de la media hora y acompañó a Iván en una doble punta secundada por tres futbolistas que se pararon por delante de un solitario Gonzalo Porras: a los costados de González, Rodrigo Amaral cayó por la derecha y Matías Abero por la zurda.

Alonso desplegó su ya común tarea de delantero pleno, con juego en el área pero mil aportes fuera de ella, por los laterales o bajando. Fue él quien inventó un primer penal y empujó un doble y grosero error del árbitro. Se tiró fuera del área tras un toque casi imperceptible, pero Rodríguez pitó y el goleador se ganó la chance de rematar. Empató el partido dejando una sensación de injusticia que transformó en vengador al muchachito de la película: nueve minutos después, Arismendi hizo un nudo con las piernas de Gorga y Aja y las manos de Conde. Marcó el 2-1.

Ya en el complemento, media hora de siesta tricolor pareció un exceso ante el serio equipo de Julio Avelino Comesaña, que acumula dos victorias seguidas tras las correcciones posteriores al buen laburo de su antecesor Jorge Vivaldo. Amaral puso el despertador recién a los 28 minutos. El juvenil bancó, encaró y definió apenas alto. Un minuto después, se lo perdió Nacho. Antes, aun con culminaciones erróneas, Royón provocó tres chances de sumo riesgo que pudieron estirar la diferencia. Nacional se despidió con tres jugadores en defensa, con Sebastián Abreu compartiendo el área con Alonso y el también ingresado Sebastián Fernández metido arriba. Papelito entró por Alejandro Barbaro, que falló en sus intentos por un flanco zurdo en el que tampoco anduvo Alfonso Espino. El show de los centros albos arrojó el saldo de un cabezazo en contra que dio en el travesaño y de la increíble mano de Adrián Argachá, que forzó el segundo y último penal, en los descuentos. Pero el Perro es el mejor amigo del hombre. Y Adrián es humano.

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