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Juan Tejera. Foto: Pablo Vignali

Por la Unión y por la Blanca

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Con Juan Tejera, director técnico de Defensor Sporting.

Llegó al estadio Luis Franzini un rato antes de la hora pactada para el entrenamiento, con dos cajas de cigarrillos en la mano. Tardó en cambiarse pero salió, y a pesar de que se lo nota parco -pucho en mano-, la charla pasa por varios momentos de su vida, desde su niñez en la Unión y sus comienzos como entrenador hasta su presente en Defensor Sporting, que está entre los ocho mejores de la Copa Sudamericana. Es Juan Tejera: una vida en el club del Parque Rodó.

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-Contame de tu infancia. ¿De qué barrio sos?

-Me crie en la Unión, en el límite entre Villa Española y la Unión, una zona llamada Puerto Rico. De chico trabajaba con mi viejo; él tenía una cantina, vendía carne. Éramos tres varones y dos mujeres que llegaron después: son diez años más chicas. Ahí nací, me crie y estuve hasta los 23 años, cuando me casé. Siempre en la zona, un barrio muy complicado pero muy lindo. Hicimos un grupo de amigos importante y teníamos un cuadro de fútbol: en principio fue el Blue Star y después pasó a ser el Leo Fútbol Club; jugábamos campeonatos de barrio.

-Es un barrio muy identificado con la murga. ¿Sos murguero?

-Sí. Estábamos casi siempre en los ensayos de los Saltimbanquis. La zona donde yo nací está ubicada a cuatro cuadras de 8 de Octubre, a la altura de Pan de Azúcar para el lado de Villa Española. Siempre andábamos por ahí, en el Unión o en el Cabrera, y además teníamos el tablado de Larre Borges, que estaba donde ahora está la cancha de básquetbol.

-¿Sos hincha de Larre?

-No tanto. Mi hijo salió hincha de Larre Borges.

-¿Fumás mucho?

-No, lo que fumo en los partidos. Normal.

-La selección uruguaya de fútbol tiene, entre otros, dos futbolistas importantes -Maximiliano Pereira y Álvaro González- que empezaron su carrera contigo.

-En 2004 los ascendimos a Primera División. El otro día repasé la lista y me di cuenta de que nueve de los 23 jugadores se formaron en el club; es un porcentaje muy alto. Yo en Defensor tuve dos etapas en juveniles. De 1994 a 1997 dirigí la Tercera y a la vez era ayudante de [Juan] Ahuntchain en Primera. En 1998 dirigí en la B y en 2002 volví a Defensor y me encontré con ese grupo que hizo una muy buena campaña en 2004 y 2005; ascendimos casi todos juntos a Primera División.

-¿Cuál es la sensación cuando ves que esos jugadores son tan importantes para Uruguay?

-Sentimos la satisfacción de que les ha ido bien en lo que apostaron. Fue un trabajo muy duro que hicieron ellos, un grupo de amigos de muchos años, en el que también están el Zurdo [Andrés] Lamas, el Colorado [Javier] Tetes, Miguel Amado, que había llegado recién de Rivera, Diego de Souza, el Trufa [Sebastián] Ariosa, que está acá con nosotros. Quedaron un montón de muchachos por el camino, pero otros están haciendo una muy buena campaña en otros países. Me da tranquilidad y felicidad saber que ellos están bien y que, mal o bien, les aporté algo.

-Mencionaste a Ariosa; apenas terminó con su recuperación y comenzó a entrenar, lo mandaste a la cancha de una. ¿Cómo fue esa situación?

-Él ya venía trabajando. Incluso el profe nuestro, Rodrigo Castro, es compañero de generación de ellos. Cuando llegué a Defensor en 2002 él quedó libre y se dedicó a la preparación física; tiene un gimnasio en el que ya estaba trabajando con Sebastián desde hacía un tiempo. Eso fue después de que le dieron el alta. En el momento en que empezamos a trabajar no tuve dudas de que podía ser un jugador importante para el equipo. Él está tal cual como cuando empezó de chiquilín. Yo lo conocí jugando en Quinta... Pero es algo que también les ha pasado a otros muchachos: el Chino [Álvaro] Navarro hace unos años, el profe Rodrigo Castro también venció un cáncer de testículos. En el club tenemos varias lecciones de vida, que nos motivan mucho y nos llevan a pensar que controlándose y agarrando las cosas a tiempo todo se puede superar.

-Defensor parece ser un club ideal en lo humano para cobijar a los futbolistas en malos momentos de su vida.

-Es así. La gente que está arrancó con un proceso muy largo, allá por 1986, 1987, por la época de Eduardo Arsuaga. Ellos empezaron a cambiar la política del dirigente de fútbol, este club creció muchísimo en ese momento. Prueba de eso es que yo hacía diez años que me había ido del club y cuando llegué a Pichincha había dos canchas más. Acá se trabaja en todo nivel. Defensor es un club que se dedica también a la parte personal, al ser humano, sin descuidar el fútbol, claro. Capaz que en otros equipos eso no pasa.

-¿Eso puede repercutir en las buenas campañas internacionales del club?

-Va todo de la mano. No son momentos espontáneos: son procesos que se van desarrollando con el correr del tiempo y no sólo con el cambio de técnico, sino también con la contratación de los jugadores y los cambios de dirigentes que mantiene la línea de fines de los 80. Lo más importante es el jugador, pero no sólo cuando llega a Primera sino cuando llega al club en Séptima o en la escuela, con diez, 12 años, y ya lo apoyan para que tenga todo lo que necesita para crecer en el fútbol y para ser un jugador de elite.

-¿Cómo se maneja el mix de experiencia y juventud que hay en el vestuario de Defensor?

-Los grandes, por naturaleza, quieren que los chicos mejoren y crezcan, entonces tratan siempre de acomodar el vestuario si alguno de los chiquilines se desequilibra un poco. Andrés Scotti, por ejemplo, ya estaba en la temporada anterior; pedimos nosotros la renovación porque consideramos que iba a ser un jugador importante, y no nos hemos equivocado. Pero la base de todo esto es el trabajo que hace el club en juveniles. Estaba pensando el otro día que desde que me fui, en 2005, hasta ahora que volví están los mismos técnicos en formativas. Ellos no sólo los forman como jugadores, los forman ganando campeonatos; eso ayuda a que cuando estén acá arriba sigan en la misma línea.

-Defensor en 2005 decidió no presentarse a jugar una final contra Nacional. ¿Estuviste de acuerdo con la decisión que tomó el club en ese momento?

-Por supuesto que nos llamaron, nos informaron lo que iban a hacer y dimos nuestro punto de vista: no teníamos otra oportunidad más clara que ésa para ganar un campeonato y para que la mafia del fútbol en aquella etapa no conspirara. Fue fundamental en la decisión de los dirigentes la consulta con los ex presidentes -en ese momento era Fernando Sobral- como Eduardo Arsuaga, que incidieron en la decisión de no presentarse, pero la nuestra era la opuesta porque veíamos que deportivamente podíamos ganar.

-¿Cómo ves a Brian Lozano?

-Se trabaja mucho abajo y cuando llegan a Primera hay que pulir las cositas de estos jugadores como Brian, que son muy diferentes y queridos en cualquier parte del mundo. Como está él estuvo Giorgian [de Arrascaeta] hace poco, estuvo Nico hace 20 años, hubo un montón de jugadores que surgieron. El Huevo ahora está ahí, así como Robert Ergas y Maximiliano Gómez, que ya están trabajando con nosotros. En el caso de Maxi, ya con explosión y buenas participaciones internacionales. Siempre van a aparecer jugadores; lo que tenemos que hacer es darles lustre y mostrarlos para que el club siga viviendo con las transferencias.

-¿Cómo se tomó la decisión de que Maxi Gómez pateara el último penal contra Lanús?

-Se tenía fe. Yo no tenía una lista pronta y tampoco habíamos practicado los penales. Hicimos una serie en la práctica y, a medida que iban errando, se iban. Vi dos o tres que tenía seguros: Scotti, el Huevo y Felipe [Rodríguez]. Al Bocha [Cardacio] le pregunté cómo estaba y me dijo que quería estar y lo hizo. Y después vino Fleurquin y me dijo: “No sé qué pensás, pero Maxi Gómez me dijo que se tiene fe”. Hice otra consulta a otro jugador y me dijo que estaba cansado y a Romário Acuña lo había sacado del partido, y bueno, después de la charla y la motivación, di la lista y dije: “El quinto es Maxi Gómez”. Ni lo miré, para no meterle presión. “Vamo arriba, muchachos, ya hicimos el trabajo”. Y así fue.

“Por la Unión y por la Blanca” es una canción de Manuel Capella, 1997.

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