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Diego Polenta, de Nacional, y Gonzalo Barreto, de Danubio, ayer, en Jardines del Hipódromo. Foto: Nicolás Celaya

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Danubio venció 2-1 a Nacional y quedó primero en el Clausura junto a Peñarol y River Plate.

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Con un primer tiempo en el que controló pelota y rival, siempre jugando al ritmo de un mediocampo que propuso fútbol vertical y creó mucho peligro, más la capacidad goleadora de sus delanteros, que están donde tienen que estar (o están donde no hay nadie), el equipo de Leo Ramos marcó diferencias que laudaron el partido. Fue superior durante 45 minutos y lo confirmó con los goles de Gonzalo Barreto y Bruno Fornaroli. En el segundo tiempo fue otro equipo, menguó en su rendimiento, aunque mucho de eso fue mérito de Nacional. Los tricolores, mezcla rara de rebeldía con violencia, fueron por el empate pero no llegaron a saber cómo era de verdad. Descontaron con gol de Gastón Pereiro en el único error defensivo que cometió Danubio. La franja, en un campeonato en el que todos pecan de irregulares, se subió al tren de los primeros con 10 puntos. Para los tricolores, en este fútbol de fragilísima memoria, parece complicarse el futuro inmediato, lleno de nervios y falto de victorias, tras las dos derrotas consecutivas.

Al fútbol se sale con tácticas posicionales. Es importante el dibujo y más interesante cómo se desarrolla la estrategia de movimientos desde y sobre ellos. Decía el entrenador vasco Juanma Lillo que la figura táctica es “tan sólo el punto de partida de un juego donde los espacios se ocupan dejando otros vacíos, donde la movilidad y los desmarques, más que la foto al darse el puntapié inicial, indican cómo, cuándo y por dónde llevar la jugada”. Ahí ganó el partido Danubio. Delante de su línea de tres defensores jugó Fabricio Formiliano, y unos metros más arriba el doble armado lo conformaron el younguense Nicolás Milessi y Marcelo Tabárez. Por estos dos jugadores pasó todo el circuito futbolístico que sacó a Nacional de sus casillas (literalmente). Fueron socios de un juego desequilibrante, sostenido por la buena izquierda de Lea Sosa más la velocidad de los puntas. Barreto y Fornaroli superaron en velocidad a Guille de los Santos y Diego Polenta, y además cumplieron con sus contratos ante la vida: hacer goles. Primero Barreto, a lo pescador, cambió la dirección de un tiro de Hamilton Pereira y marcó el 1-0. Luego fue el ex Lazio el que habilitó al Tuna, y éste definió ante la salida de Gustavo Munúa. Un 2-0 que habló por sí solo en el primer tiempo.

La segunda parte fue radicalmente distinta. Fueron los tricolores los que arriesgaron, tocando su formación posicional en la cancha tras la entrada de Carlos de Pena por Alfonso Espino. Nacional jugó con tres en el fondo, Álvaro Recoba por delante como lanzador de absolutamente todas las pelotas que por ahí pasaron, más Mama Arismendi y Gonzalo Porras en la doble tarea. De entrada puso el descuento Pereiro, tras un regalo en la salida de los defensores danubianos, y renació la ilusión. Nacional arrinconó a los danubianos contra su arco y sólo pudieron reaccionar con esporádicas contras o tiros libres que optaron por lanzarlos al área. Nada de lo anterior pudieron hacer, y eso fue porque Nacional se adueñó de la guinda. Es más, al final del partido terminó con sus tres volantes de creación en la cancha: Recoba, Pereiro (que terminó de delantero neto) y Nacho González, el ahora tricolor Ignacio María, que reapareció luego de su periplo de lesiones. Entonces generaron y no dejaron generar. Pero el afán no fue suficiente. Franco Torgnascioli contuvo un par de difíciles, los defensores (ya con línea de cuatro desde el ingreso de Matías Velázquez) sacaron con solidez cada pelota complicada y Nachito fue la salida directa, cuando atacar significaba tener el riesgo lejos del propio arco.

Danubio se reencuentra a sí mismo. Luego de un arranque complicado del campeonato y con la Copa Libertadores en un grupo que exige alto rendimiento, logra ganarle la lucha al espejo de su imagen. Ya lo demostró ante Corinthians entre semana -a pesar de la derrota en el Franzini- y lo reeditó ayer frente a Nacional en Jardines del Hipódromo. Tres partidos invicto con dos victorias le alcanzaron para mirar a la mayoría desde arriba. Será cuestión de esperar a Atenas de San Carlos con Rampla Juniors para ver qué pasa.

De momento, duerme en un lugar donde últimamente sabe cómo soñar.

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