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Horacio Peralta, de Wanderers de Artigas, festeja la conquista de la Copa Nacional de Clubes del Interior, ayer, en el estadio Domingo Burgueño Miguel de Maldonado.Foto: Federico Gutiérrez

Bohemia locura

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Wanderers de Artigas es el campeón de la 12ª Copa Nacional de Clubes de OFI.

En un partido que terminó en tiempo suplementario luego del empate 1-1 en los 90 minutos, Wanderers de Artigas se consagró como el mejor de la temporada de clubes de la Organización del Fútbol del Interior (OFI) al vencer 3-1 a San Carlos. Fue un gran juego del equipo bohemio, que supo revertir el marcador tras el gol de penal carolino, conquistado por Mario Amorín, y así llegar a su cuarta vuelta olímpica en esta competencia. Los goles para el título bohemio los hicieron Juan Ramos en contra, Horacio Chino Peralta y el goleador Luis Martínez. Fueron las letras para entrar en la más rica de las historias del fútbol del interior: Wanderers se suma con esta nueva consagración a los más ganadores de todos los tiempos del fútbol del interrior, Estudiantil de Paysandú y Atenas de San Carlos.

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El primer tiempo fue determinante. No tanto en el trámite del juego, porque más bien era todo muy parejo, sino por las expulsiones que decretó el árbitro coloniense Marcelo Larrama. La primera fue muy clara, y tras ella vino el penal, que posibilitó la apertura del marcador. Luego, el córner a favor de San Carlos desde la izquierda tras un tiro libre que tiró Germán Suárez y rebotó en un rival. Con la pelota en el aire, Joaquín Burutarán golpeó a Lucas Figueredo y el árbitro, tapado por la montonera, pitó penal luego de que su asistente se lo indicara. Fue roja directa. De la falta se encargó Súper Mario Amorín y la puso en el ángulo. No valió. Hubo adelantamientos antes de que se ejecutara el penal. Por eso Amorín lo pateó de nuevo, con idéntica efectividad.

El panorama pintaba para que los carolinos se comieran a los bohemios con ese 1-0 a su favor y el hombre de más. Pero eso no fue lo que sucedió en la cancha del Campus fernandino. Poco duraron los festejos: hubo falta al bueno de Ramón Souza Paz contra la punta izquierda del ataque de Wanderers. Recostado contra la tribuna principal, el propio Souza ejecutó el tiro libre levantando un centro y Juan Ignacio Ramos, en el forcejeo con Germán Díaz, entre agachado y de palomita, metió la pelota en su propio arco. Fue el 1-1.

La paridad se profundizó cuando Larrama amonestó por segunda vez a Lucas Figueredo y lo echó. Diez contra diez en una cancha que se mostraba enorme. Quedaba poco tiempo para que terminaran los primeros 45, pero se vio lo que se presagiaba: mucho espacio verde para jugar y correr. Un escenario a pedir de boca para los lanzamientos profundos y los piques en velocidad.

Así, fueron transformándose en figura dos jugadores, uno de cada equipo: Souza Paz y Germán Suárez. Cada uno tomó los hilos propios y organizó el juego colectivo de los suyos. Ambos apelaron a los envíos en largo, para hacer correr a los delanteros. Así fue todo el partido; siempre ganaron las defensas.

Cuando el tiempo pasó y la cancha se hizo inabarcable, la pelota detenida fue la salvación para intentar crear situaciones de gol. Lejos, las áreas siempre quedaron lejos. El propio Souza Paz tuvo un tiro libre que se fue cerca. A los 70 minutos, luego de un córner, Fabiano Mazzini, retrocediendo y estirando su brazo izquierdo, voló y sacó una pelota peinada por Martín Nerón que iba rumbo a la red. El travesaño, ya con la hora cumplida, le negó a Wanderers la posibilidad de ganar el partido en los 90.

El alargue fue de medias caídas. Los físicos se sintieron tras el juego diez contra diez. Se vio mejor a Wanderers en el comienzo del primer chico, con Luis Martínez probando desde lejos; Peralta, que hacía el traslado entre volantes y delanteros; y el ingresado García da Rosa, que estaba fresquito y con ganas de ganar en velocidad. Tanto fue el bohemio, que encontró el 2-1 en los primeros minutos del segundo tiempo del alargue. La hora irremontable para los carolinos. Martínez -¡cuándo no!- selló con el tercero el título, el delirio y el comienzo de una caravana triunfal de 800 kilómetros.

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