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Alex Silva, de Wanderers, y Rodrigo Amaral, de Nacional, ayer en el Parque Viera. Foto: Pablo Vignali

De punta bohemia

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Wanderers le ganó 2-1 a Nacional y quedó primero en el Apertura.

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Ayer el bohemio sorprendió a Nacional en el Viera. El equipo albinegro de Gastón Machado se paró bien arriba en la cancha y, de entrada, le puso guardia de seguridad tanto a Ignacio González como a Gonzalo Porras, motores del juego tricolor. Con esa premisa táctica, más un fútbol sencillo y concreto, con pases profundos y jugando en velocidad, desde el primer minuto Wanderers contó con chances para ponerse arriba en el marcador. Erró tres en diez minutos, y a los 11 la mandó adentro Adrián Colombino, con un latigazo desde afuera del área. A los 30, cuando Nacional comenzaba a ganar terreno y crear peligro, el oportunismo y el buen sentido de la ubicación de Kevin Ramírez le dio a Wanderers el 2-0, tras un buen cabezazo en soledad dentro del área.

Nacional despertó tarde, pero fue por el empate. El segundo tiempo lo tuvo como protagonista -aunque quedó bastante expuesto en la defensa y podría haber recibido más goles en varios tramos del partido-, pero llegó tarde, aunque el goleador Iván Alonso no desaprovechó el hueco y le rompió el arco a Leonardo Burián. Antes, Daniel Fedorczuk no vio una mano de Maxi Olivera cuando la pelota iba hacia el arco. De todas formas, la del bohemio fue una victoria sin atenuantes, en su mejor partido en estas tres fechas; la cara inversa fue Nacional, lejos de su mejor versión, que ayer perdió la punta y el invicto en el Apertura.

Wanderers jugó mejor el primer tiempo, gracias al aporte de Colombino y del Mago Matías Santos, a la firmeza defensiva y al alto partido de Ramírez. Kevin, que el año pasado fue cedido a préstamo a Miramar Misiones para que tuviera el juego que no tendría bajo el mandato de Alfredo Arias, ayer hizo de todo: fue el primero en presionar la salida de Porras, marcó y quitó pelotas, fue la referencia en ataque cuando al bohemio le dio por contragolpear y, encima, en una se la llevó solo contra cuatro tricolores a los que dejó en el camino con quiebre de cintura y jugadita de PlayStation. Además, cumplió con el mandato del delantero: mandarla adentro a los 30 minutos.

Esa media hora en la que cayó el gol de Ramírez, que se sumó al primero, de Colombino, fue lo mejor del bohemio. No sólo por lo que generó en ataque, sino porque no dejó hueco alguno para que Nacional pudiera descontar. En el bolso, trancado el sistema de juego que pretende Gustavo Munúa por la marca individual sobre Porras y González, debieron asumir protagonismo el Colo Santiago Romero, el argentino Alejandro Barbaro y hasta Diego Polenta, quien siempre salió jugando desde el fondo. Las pocas en las que Nacho González se pudo desprender de su marca las pateó al arco: la primera dio en el techo del arco, la segunda la paró bien Burián.

El complemento fue la antítesis de lo anterior. Siempre jugó mejor Nacional, que arrinconó al bohemio. El ingreso de Rodrigo Amaral -que ingresó por Damián Eroza, por lo que Romero pasó a jugar de lateral derecho- le dio más profundidad al bolso, Nacho tuvo más soltura e Iván Alonso encontraba huecos. Wanderers, que sintió el desgaste de aquella presión tempranera, se la jugó al contragolpe. Tuvo un par de oportunidades de matar y bajarle el telón a la tarde, pero no las concretó. Allá fue y fue Nacional hasta encontrar el descuento en el pie de Alonso, tras gran habilitación de Matías Malvino. Era tarde. Fue tarde. Esa tarde en la que la punta cambió de nombre y ahora reparte colores.

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