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Los jugadores de Universidad Católica de Chile, festejan el primer gol a Danubio, anoche, en el estadio Franzini. Foto: Pablo Vignali

El propio karma

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Danubio eliminado de la Copa Sudamericana.

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Tras perder anoche como local 2-1 con Universidad Católica de Chile, sumado a la derrota en la ida 1-0, Danubio se fue prematuramente, una vez más, de la Copa Sudamericana. No hay caso. Es la octava vez que Danubio juega este torneo y siempre le pasa lo mismo: primera eliminatoria y adiós al torneo. Más claro: Danubio es el equipo que casi no falta año tras año en la escena internacional. Pero con la Sudamericana no tiene suerte. El fútbol no es la ciencia de lo esperable. La Católica, lejos de vender espejitos de colores, embocó en los momentos justos que necesitaba la eliminatoria y la ganó, al final del partido de ida y al inicio de la revancha. Dos golpes al mentón. Dos boletos a segunda fase. Ahí se encontrará con Libertad de Paraguay.

Danubio comenzó con Franco Torgnascioli en el arco; Matías Velázquez, Matías de los Santos, Joaquín Pereyra y Federico Ricca en defensa; en el mediocampo, Agustín Viana, Fabricio Formiliano, Leandro Sosa e Ignacio González; Juan Manuel Olivera y Sebastián Fernández fueron los puntas. Ésa fue la táctica inicial diseñada para remontar la serie y el 0-1 en contra. Pero a los 18 minutos Danubio se encontró con un gol en contra, una mezcla de mal cálculo y mala fortuna del zaguero Matías de los Santos en un tiro sin pretensiones de Espinoza, el lateral izquierdo de la Católica, y el deber de meter tres goles para avanzar era libertad o muerte.

Lejos de dejarse estar, la franja intentó siempre que pudo. Lo mejor fue cuando la pelota quedó a disposición de Leandro Sosa, ya fuera detenida o en movimiento. Varios centros del zurdo fueron pelotas envenenadas al área chilena, pero ninguna fue cambiada por gol. ¿La Católica? Salvo el gol y un tiro libre de Marco Medel, no llegó ni al área. Se dedicó a defender hasta el nerviosismo danubiano. Aquello de los merecimientos es débil cuando se trata del fútbol y sus circunstancias.

Juan Manuel Olivera hizo un golazo a los 49 minutos. Se la dejaron regalada y el punta la pinchó por encima del arquero. 1-1 e ilusión. Es que la nueva tónica del equipo danubiano, tras el ingreso en el inicio del segundo tiempo de Gastón Faber, Marcelo Saracchi y Carlos Grossmüller, le cambió la cara. Sobre todo en lo que le faltaba: efectivizar buenas transiciones de pelota entre defensa y ataque.

Minutos después del gol del empate, Maravilla Grossmüller pegó una bocha en el palo. Era tremendo golazo, y pudo ser el punto de inflexión de la noche. De haber sido el 2-1, con casi media hora para jugar, la historia quizá hubiera cambiado. No hubo caso. Mark González puso el 2-1 a los 81 y el telón tardó en bajarse lo que demora unir el Franzini con el barrio de la franja.

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