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Sebastián Fernández, de Nacional, y Alejandro Donatti, de Rosario Central, ayer, en el estadio Gigante de Arroyito, en la ciudad de Rosario, Argentina. Foto: Silvio Moriconi, Efe

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Desde los 12 pasos, Rosario Central rescató un empate ante los tricolores.

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Mirado desde este lado del mapa, ese que queda mucho más cerca del río Uruguay que del Paraná, fue una lástima que Nacional no pudiese rematar el partido con victoria. Pero, quitando la acción del penal que no fue pero que el árbitro cobró, los que están más cerca del Paraná que del Uruguay dirán que el empate estuvo bien; al final deja un gusto a poquísimo para los tricolores y a muchísimo para los canallas.

Fue un buen partido del equipo de Gustavo Munúa, pero no pudo extender la diferencia aun cuando pudo, y se sabe, un gol nunca es diferencia. El punto de visitante no está mal, pero los daños colaterales son dos zagueros suspendidos y la frustración de no haber conseguido lo que parecía que estaba resuelto.

El partido se jugó en el mejor ambiente que uno pudiera esperar: en una ciudad que, de situarla en un árbol genealógico, se presenta como prima segunda de Montevideo. En el inicio del partido los contendientes empezaron a desenrollar estrategias generales que resultaban parecidas: presionar al rival en su campo y cuando la tenían ellos, y echar cola rápidamente para atrás si los rivales ganaban la cuereada inicial. De esta manera se disfrutó de diez minutos entretenidos, con más toque de los hijos del ferrocarril y más liso y vertical por falta de otras oportunidades para Nacional, que aprovechó la picardía de Seba Fernández y del riverense Kevin Ramírez para acercarse al arco canalla, defendido por el montevideano Sebastián Sosa.

¡Hace calor!

El calor -en el campo la temperatura, a la nochecita, superaba los 30 grados- fue menguando la cantidad de ataques por equipo, pero no la alternancia de juego en campo contrario. Con un Rosario más cerca de la definición y con un Nacional con buenos ataques, aunque con malas y apuradas finalizaciones, Arroyito siguió viviendo el mismo atractivo y el tensionante espectáculo. Arrimó el elenco de Eduardo Coudet, pero los tricolores armaron un par de contras desde el fondo realmente muy buenos, entre ellos, una invitación al gol de Nicolás López que el Diente no pudo cambiar por festejo.

Muy activo y solidario el equipo tricolor. En su momento más deficitario a la hora del desdoble ofensivo no se desfiguró demasiado en tanto mantuvo inalterable su etiqueta de equipo uruguayo con garantía defensiva. Fue uno de esos equipos que dicen: “si no se puede atacar más, que no se desarme la línea de cuatro, ni se quite el tapón del cinco”. El equipo de Munúa estuvo muy bien parado durante los 45 minutos. Destacó por su gran esfuerzo Kevin Ramírez, quien por la izquierda pudo remar de costa a costa.

Diente de plata

Repetir el primer tiempo podría servir de modelo para los tricolores. Sobre todo al considerar que fueron visitantes y que se enfrentaron a un buen equipo argentino, aunque éste no haya contado con la alineación de los futbolistas que habían sido determinantes en las anteriores presentaciones de Central en el campeonato argentino.

Es que fue sólida y asentada la primera parte de los bolsos: con un perfil de equipo convencido y seguro, aunque lejos de mostrarse autosuficientes en el desequilibrio ofensivo.

De rebote, pero con gran repentización, el floridense Leandro Barcia estuvo cerca al inicio de la segunda parte, momento en que Nacional tuvo a Central contra las cuerdas con dos jugadas netas de gol: una fantástica palomita de Seba Fernández que dio contra el caño derecho de Sosa, y un buscapié del Diente López que bordeó la línea de gol hasta que murió en el córner. A los rosarinos los salvó la campana, pero en el round posterior Nico López lo acostó de media vuelta y puso la diferencia de juego en números: 1-0. Fue un tiro libre rasante de Gonzalo Porras que como salonista recibió en el área, recto al derechazo de Porras, el Diente López, que pivoteó, giró y anotó. Era un gran momento de Nacional. Las crónicas meramente informativas deberán decir que en ese momento Erick Cabaco fue expulsado por causas que este cronista desconoce. Además, que Cabaco no estaba entre los jugadores en el campo de juego, sino como suplente y que en el canalla entró en juego el hombre del momento, Marcelo Larrondo, con un pasado irreconocible por el Paladino, dado que estuvo fichado como jugador de Progreso.

La inercia del quiero y quiero arrimó a los rosarinos sobre el arco de Esteban Conde a extremos tales que Central estuvo a punto de llegar al empate en una gran jugada colectiva que en la línea cerró -como lo hacen los buenos laterales- el muchacho de San Jacinto, Alfonso Espino. Claro, se podría decir que esa salvada no fue nada al lado de la que después hizo con maravillosa tapada el younguense Conde, primero,y después, como se salvan los goles en la línea, terrible despeje de Porras ante un remate a quemarropa.

La cosa pasó de maduro, sobre todo cuando Alfonso Espino hizo un bloqueo de vóleibol en plena área. El árbitro no cobró ese penal, pero sí uno en el último minuto, que Larrondo pasó a gol. Después del gol, y no por la no-infracción del penal, expulsaron a Mauricio Victorino, y Nacional terminó soportando un minuto que no debió haber vivido con angustia, sino que debió de haber disfrutado con placer.

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