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Danubio y El Tanque Sisley empataron 3-3 en Jardines.

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La de ayer no fue la tarde de ninguno de los dos en Jardines del Hipódromo. Puede haber caras largas en el fusionado porque se le escapó la victoria en la hora, y algo de satisfacción en Danubio por el mérito de batallar e igualar un partido que parecía perdido. Como sea, el buen fútbol casi no apareció.

El Tanque es siempre el mismo. Eficaz, tajante y utilitario, te espera, se resguarda y te aniquila cuando se la dejás. El partido de ayer no fue la excepción: los del Tola Julio César Antúnez controlaron a sus rivales durante todo el encuentro. Los llevaron a su juego, los encerraron y los castigaron cuando pudieron. Y casi les salió.

Lo de Danubio es un poco frustrante. Tiene un equipo en ataque y otro en defensa. El fondo no transmite seguridad y el equipo paga caro los errores que comete. Así llegó el primer grito del verdinegro, con un tiro de esquina a su favor, con varias fallas compartidas y con Facundo Moreira llegando solo al segundo palo para definir. Pero al mismo tiempo que el franjeado tiene esos errores, tiene el valor de recomponerse rápidamente e ir a buscar lo que se propone. Con ese espíritu, tras un córner de Carlos Grossmüller, el zaguero Matías de los Santos encontró la pelota en el camino y remató para el 1-1. Faltaba más.

El visitante estaba seguro de sí mismo, y eso se notó en el campo. Con el pulmón del medio, con Juan Carlos Amado y Facundo Moreira, y con las bandas cubiertas por Yuri Galli y Gastón Machado, el equipo se sintió muy cómodo. Fue precisamente Machado, de buena tarde, el que dejó solo a Matías Acuña con una precisa asistencia. El delantero, como su hermano Romário, no se puso nervioso y definió contra el palo. El segundo tiempo tuvo la misma tónica. Aparecieron más goles, expulsiones y jugadas de peligro, pero el fútbol brilló por su ausencia. Con otro error de la defensa danubiana, esta vez con complicidad del golero Michel Etulain, el zaguero fusionado Joaquín Aguirre se encontró con un regalito y puso el 3-1. Parecía imposible para los de Maroñas, sobre todo cuando su carta de gol, Juan Manuel Olivera, se fue expulsado por trenzarse con Matías Acuña, que también vio la roja en la misma acción. Pero Danubio tiene su esencia, tiene su gloria, y fue con todo a matar o morir. Primero descontó de cabeza el olimareño Gonzalo Barreto, tras una falla en el fondo de El Tanque. Con los últimos minutos de descuentos, y con el aire que traía desde el banco, el juvenil Joaquín Ardaiz no perdonó en la ocasión que se le presentó y cerró el 3-3 definitivo, un resultado que parecía muy lejano.

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