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Horacio Martín Calcaterra, de Sporting Cristal, y Tomás Costa, de Peñarol, ayer, en el estadio Campeón del Siglo Foto: Miguel Rojo, Afp

Cara de póquer

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Peñarol se despidió de la Copa Libertadores derrotando al Sporting Cristal peruano 4-3.

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La pasión no sabe de renunciamientos. A la previsible alegría aurinegra de jugar el primer partido internacional oficial en el Campeón del Siglo la reprimía, como enorme contrapeso, su anticipada eliminación de la Copa. Sólo faltaba saber cómo se cerraría esta triste historia de Peñarol en la Libertadores 2016. En cualquier otra circunstancia, los historiadores del fútbol la hubieran descripto como la Libertadores en la que los carboneros estrenaron su nuevo estadio. Ahora mismo, con seguridad esos futuros escribas del pasado acompasarán su referencia temporal a la del año en que echaron a Bengoechea campeón porque con Pablo y su equipo jugando así no se podría jugar la Libertadores, y menos el año del estreno del Campeón del Siglo, y la terminaron jugando con el Polilla Jorge Orosmán da Silva.

Los que escriban cosas parecidas a las que estoy desgranando aquí y ahora dirán, tal vez, que el intespestivo e injusto despido de Bengoechea, a todas luces impertinente después de haber ganado los dos torneos que dirigió y de haber conseguido la clasificación a esta Libertadores que para los carboneros terminó ayer con su primer y único triunfo de la presente edición copera y alineando a un equipo con jóvenes, debutantes y con poco rodaje.

Peñarol, el actual Peñarol de Da Silva, el que cuando quedó eliminado descalificó a sus futbolistas diciendo que este plantel no estaba para la Libertadores, el equipo cuyos profesionales fueron sustituidos por voluntad del técnico y no porque debiera cumplir alguna obligación contractual, porque según él “están mal físicamente”, le ganó 4-3 a Sporting Cristal después ir perdiendo por dos goles de diferencia.

Los clubes que marcan la historia adquieren en su vida una mística, un espíritu que trasciende las conducciones, las directivas, y los deportistas que se funden en ese colectivo no saben de distingos entre permanentes descalificaciones y ocasionales elogios, y hacen lo que tienen que hacer: jugar. Fue por eso que Peñarol le ganó anoche a Cristal: por sus futbolistas, por sus hinchas, por la honra que no admite acusaciones o andar echando culpas por ahí.

De esto se sale con…

Después de varios ataques y en un segundo córner consecutivo, Alberto Rodríguez, el central incaico, puso el 1-0 para Sporting Cristal. Iban 18 y Peñarol ya estaba perdiendo. 5 minutos después, sólo 5 minutos después, otra vez el gran Alberto Rodríguez puso el segundo, otra vez a la salida de un córner. A los 23 de la primera parte Cristal ya ganaba 2-0, pero por suerte el ciclo de 5 minutos cambió a favor de Peñarol, que a los 28, con un guascazo de Luis Aguiar, puso el descuento, cuando los pocos miles de habitantes del cemento fresco reclamaban que pusieran huevos, que esto es Peñarol.

No había descanso en el sufrimiento mirasol, porque 10 minutos después el rapidísimo Irven Ávila recibió un pase milimétrico de Gabriel Costa, eludió a Damián Frascarelli y puso el 3-1.

Pie derecho

En la segunda parte, el ingreso del belenense Cristian Palacios en lugar del colombiano Miguel Murillo pareció darle más potencial ofensivo al conjunto de Da Silva, que anoche no era ni el de buen pie ni el otro, ni el de líderes ni el otro, ni el que no estaba preparado para la Libertadores ni el otro.

Lo que es seguro es que el de anoche y el de toda la Libertadores era el Peñarol que Da Silva armaba y hacía jugar a pesar de todas sus explicaciones/excusas para que siempre terminen pagando el pato sus jugadores, los de buen pie, los de mal pie, los líderes, los taciturnos, los que le dan vergüenza. Y entonces, a los 25 del complemento, el Novick de los de la góndola del buen pie, supongo, Hernán, que había entrado minutos antes, puso el 2-3 aprovechando un rebote de Diego Penny tras una profunda internada de Palacios.

Otra vez dio resultado la dupla Cristian Palacios-Hernán Novick, y el campeón de póquer puso su par sobre la mesa para colocar el 3-3. El póquer carbonero llegó a 5 minutos del final, cuando Nicolás Albarracín puso el 4-3 para los que estaban jugando su primer partido internacional oficial en el Campeón del Siglo.

Y así llegó el final, del partido y de la copa, pero esto sigue, y ahora Da Silva se abocará a la definición del Campeonato Uruguayo, situación en la que lo pusieron sus antecesores Pablo Bengoechea y el profesor Modesto Turrens, profesionales a los que él descalifica. En fin.

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