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Danubio y Racing empataron 1-1 a puertas cerradas en Jardines.

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Caminás por donde queréss, te trepás al asiento más copado y esperás por esa torta frita de sábado de lluvia que nunca va a aparecer. Mirás para todos lados y no encontrás nada, absolutamente nada. Te prendés de una radio y escuchás por una oreja la onda que transmite la sintonía y por la otra la voz del periodista que ocupa un lugar en la cabina. Las puertas están abiertas para unos pocos y cerradas para casi todo el mundo. Las nubes grises y las tribunas vacías fueron el feo entorno del partido que Danubio y Racing jugaron en Jardines del Hipódromo, sin público por una sanción a los locatarios por arrojar una bengala en un partido con Defensor Sporting. Esa extrañeza en el ambiente parece haberse trasladado a la cancha, donde el partido no fue bueno.

Con el estreno en la dirección técnica de Pablo Gaglianone, Danubio propuso alternativas con circuitos de juego muy dependientes de lo que pudiera hacer Carlos Grossmüller. Pero recién en el segundo tiempo esa fórmula dio algún resultado, cuando los locales lograron abrir el marcador, luego de una gran apilada de Agustín Peña y una definición en solitario del olimareño Gonzalo Barreto. Pero hasta ahí llegó el franjeado.

Racing, con mucho ritmo aunque con pocas ideas claras, pudo igualar el encuentro gracias al aporte de dos hombres que cambiaron el partido con su ingreso: Daniel Acosta y el Toro Gabriel Fernández. Entre ellos dos se fabricó la jugada que terminó con el empate, con un bombazo desde afuera del área de Leandro Ezquerra. Después estuvo para el cervecero, pero no pudo concretar y el equipo de Sebastián Taramasco terminó lamentándose por no haber tenido a estos dos jugadores desde el vamos. El empate fue un justo resultado.

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