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Ilustración: Ramiro Alonso

Nuevos brotes de independencia

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Cuando en este país parecía que todo venía de temperatura medianamente agradable, sin más contratiempos que los que puede acarrear el ver crecer las flores y organizar las fiestas, en el complejo habitacional donde vivo ardió Troya.

Todo empezó porque mi madre se pudrió de que le afanaran los plantines del jardín de adelante de nuestro block (que es el C). Ella dice que hay un grupo de viejas del block de al lado (que es el E) que no tiene otra cosa que hacer que llevarse los almácigos recién traídos del vivero y que sabe que son ellas porque un día a una se le cayeron los dientes entre las alegrías y al otro día la vio en la feria que anda con los labios como para adentro.

Pero el tema en el complejo es tal como su nombre lo indica. Nunca nos llevamos muy bien con los otros blocks. No es de mala gana, es que somos distintos, yo creo. Los del A, por ejemplo, que fueron los primeros en habitar, tienen las persianas que se les caen; sucias, viejas, descascaradas. Dan miedo, la verdad. Mi madre odia pasar por ese block, no soporta ver así a las persianas, siente que dan una imagen espantosa que nos estigmatiza a todos los blocks. Y hay que ver cómo dejan el salón comunal los del B cuando lo usan. Una mugre. No sé si no se organizan o lo hacen de dejados nomás. Hay unos muchachos que ay mamita cuando lo alquilan para alguna fiesta. A puro griterío hasta quién sabe qué horas de la madrugada. Y ni le digo los del D con el chungui chungui, esos están todo el santo día. Y ¿quién se va a molestar con sacar la basura, no? ¡A 20 metros les queda el contenedor! ¿¡Qué les costará, digo yo?! (dice mi madre en realidad, pero se lo cuento yo porque mi madre no está acá para decírselo ella). Así está de gatos todo alrededor del salón. Llenito de gatos que da asco. No es que tengamos problema con los gatos, ni con el chungui chungui. Cada cual escucha lo que más le guste, pero qué música espantosa virgen santa. Y después, claro, ¿quién va a llevar la basura al contenedor? Y sí, nosotros, los del C. Y somos los del C los que el domingo nos ponemos a regar todos los jardines del complejo, y los del C, además, los que sin ningún interés ayudamos a los niños del complejo que tienen dificultades en la escuela, sin pedir un peso, claro; eso lo hacemos porque sentimos la vocación. Encantados. Pero somos los del C también los que organizamos las ferias de artesanías para el barrio. ¿Y usted cree que los de los otros blocks se preocupan en algo por eso? No, pero bien que después cobran. Y más que nosotros. Y así con el club de baby fútbol y con organizar las reuniones de delegados de blocks y con imprimir la información del calendario de eventos y pagos. Porque claro, como nos quedan preciosos porque en nuestro block tenemos un par que manejan el Photoshop, siempre los hacemos nosotros. Que no nos quejamos, pero hay que ver lo que trabajamos en bien de todo el complejo.

Así que, imagínese, ya sentíamos que era un abuso. ¿O no? La verdad, sentimos que como que no tenemos nada que ver con los otros blocks ya, en cuanto a las formas y las costumbres. Ya no nos sentimos identificados con este complejo, con sus maneras de actuar, ni siquiera con sus formas de hablar. Pasan diciendo “tipo esto-tipo aquello”, por cualquier cosa, meten el “tipo” en adjetivos y sustantivos a troche y moche, y al final no se les entiende casi nada lo que te están diciendo.

Le juro, no se aguantaba más, fíjese usted. Por eso es que los del block C habíamos decidido reunirnos hoy en el salón comunal para reflexionar y decidir qué hacer. Y se ve que alguien de otro block se enteró que algunos estábamos con ganas de pedirle al BHU si podíamos ser un edificio separado del resto del complejo. Y eso molestó se ve. Creíamos que nos podía servir a todos. Pero ya ve cómo se pusieron. No les gustó nada la cosa. Y hace un rato entraron a la fuerza al salón pateando las puertas y sacándonos a todos para afuera a los empujones. A mi madre la tiraron en la vereda y se raspó todas las manos con el pedregullo. Quedé yo solito adentro, porque me mandé para el baño antes que me agarraran. Por eso los golpes de la puerta que se sienten. ¿Los oye? Están como enajenados. Yo hasta tengo miedo, porque sólo queríamos ver la posibilidad de separarnos del complejo, pero estos se la tomaron muy a la tremenda, yo creo.

Disculpe si el audio me está quedando muy largo, señor diputado, pero yo creo que tenemos derecho a querer ser un edificio común y corriente, independiente. ¿O no?. Usted que sabe de esas cosas, no sé qué opina. Su contacto me lo pasó un amigo que tiene un amigo que trabaja de sereno en los años de elecciones en su comité de Paso de la Arena. No sé si lo conoce, Usvaldo se llama. El amigo de mi amigo. Yo no lo conozco. Pero me dijo mi amigo que a veces usted le habla, capaz lo conoce. Usvaldo. Con U.

En fin, no sé si pueda usted hacer algo, lo único que desearía en este momento es que las cosas no pasen a mayores. Ya veo que esto de hacer reuniones con ánimo de independizarse no le cae muy bien a alguna gente. Siempre recuerdo una frase del gran escritor Oscar Wilde que decía: “El socialismo requiere demasiadas reuniones los miércoles por la noche”. No sé si tiene que ver, pero me gusta terminar los audios largos con alguna frase. No sé qué opina usted.

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