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Fabián Estoyanoff, festeja el tercer gol de Peñarol a Defensor Sporting, ayer, en el estadio Campeón del Siglo. Foto: Sandro Pereyra

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El partido más importante de la octava fecha del Clausura fue para Peñarol. Los aurinegros le ganaron 3-1 a Defensor Sporting gracias a los goles de Fabricio Formiliano, Cristian Palacios y Nicolás Correa en contra –Matías Cabrera puso el transitorio 1-1–, con lo que alcanzó su octava victoria consecutiva. No fue menor: Peñarol se impuso al violeta; líder de la Anual y único con pasaporte asegurado para definir el Uruguayo 2017, le sacó 5 puntos de distancia en el Clausura y quedó a 4 en la Tabla Anual.

No hay con qué darle al Peñarol de la segunda mitad del año. Resuelve con solvencia lo que le sucede cerca del arco, tiene un mediocampo guiado por Walter Gargano y Cristian Cebolla Rodríguez que hace buenas transiciones de defensa a ataque y no perdona cuando tiene (y debe) romper redes ajenas. Es verdad que falta medio Clausura, pero ayer, por todo lo que dicen las estadísticas y los momentos, era el partido. Y Peñarol lo ganó.

Hubo un punto de inflexión en el juego. Fue en los minutos finales del primer tiempo. El zaguero Fabricio Formiliano ya había puesto el 1-0 para el carbonero tras ganar en la cancha de arriba, y ahí sobrevinieron las incidencias polémicas. Primero, un penal a favor de Defensor; pareció que el arquero de Peñarol, Kevin Dawson, quitó limpiamente una pelota al delantero violeta Cecilio Waterman, pero el árbitro, Daniel Fedorczuk, cobró la falta convencido. Poco le importó a Matías Cabrera, que de derecha la mandó guardar para poner el 1-1. Con el clima de tensión latente en el estadio aurinegro, llegó pocos minutos después del empate la expulsión por roja directa para el zaguero defensorista Andrés Lamas, que pareció apresurada y con demasiada severidad para la falta que fue. Para peor, al final de los primeros 45 minutos, Cecilio Waterman reaccionó desmedidamente contra Fabián Estoyanoff y también recibió la roja, que dejó a los visitantes con nueve jugadores contra 11 del rival.

Hasta ahí el partido fue parejo. Primero jugó mejor Peñarol, luego lo hizo Defensor. Se alternaron en el manejo de la pelota y en las situaciones de peligro, aunque hubo pocas. Los apuntes decían del 4-4-2 manya y el 3-5-2 violeta, del juego por abajo, de profundizar (y marcar) por las bandas, de la intensidad de poner la pelota en movimiento más que de demorarla. Pero, tras el descanso, la superioridad numérica de los de Leonardo Ramos se impuso por todos lados y ya fue más práctica que teoría.

Defensor procuró enlentecer el trámite con un esquema táctico que se pareció a un 4-3-1. El plantel empleado por el técnico Eduardo Acevedo fue sin dudas lógico, para un equipo con dos jugadores menos durante (interminables, desde el sentir) 45 minutos. Lo hizo todo lo que pudo. Hasta que apareció un nombre repetido: Cristian Palacios. Nueve minutos en la cancha le bastaron al goleador del fútbol uruguayo para desnivelar el partido. El centro vino desde la derecha; Palacios ganó en el pique corto y cabeceó cruzado, casi al borde del área chica, y la metió contra un palo, imposible para el arquero Guillermo Reyes. Razones tendrá el entrenador para que Palacios no sea titular o juegue más minutos. Lo cierto es que ni el azar, ni el destino, ni el oportunismo, ni las estadísticas, ni ningún elemento misterioso lo podrían explicar. El salteño entra y paga con goles. La esencia de este juego.

Existía un antecedente que motivaba a Defensor: el último partido entre ambos, en el que, también con inferioridad numérica, la viola logró imponerse a Peñarol en el Campeón del Siglo. Pero hay veces que las historias no se repiten, ni son como se piensan.

Ya con cancha, pelota y estado físico a favor, Peñarol encontró el tercer gol y la tranquilidad. Ataque rápido por la derecha, la pelota fue hacia el área para Estoyanoff y Correa tuvo doble mala suerte: primero la golpeó con la cabeza, desde el suelo, y luego, intentando darse vuelta, no la pudo despejar. Gol en contra y cortina abajo.

Los diez minutos que faltaban para terminar el encuentro no dieron mucho más. Peñarol, pensando en lo que se viene, que será una seguidilla de fechas durante todo noviembre con partidos entre semana que se suman a los típicos de los findes, cuidó el físico desde la posesión de pelota. Defensor quiso tener rebeldía, pero desde donde lo intentó era (casi) imposible.

Más allá del fútbol en los números, queda la reflexión: ayer el equipo que ganó tuvo como jugadores a trabajadores que no han cobrado su salario durante varios meses. Se sale a ganar, esa es la casta del futbolista. Ni se duda. Pero que no pase desapercibido, entre tanto firulete, que hay gente que hace rato no cobra por su trabajo. Y eso no está bien. Parafraseando a Enrique Yanuzzi, no hay que comerse la pastilla.

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