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Hugo Silveira (c), festeja con sus compañeros de Nacional, el gol a Lanús, ayer, en el estadio Lanús, en Buenos Aires. Foto: Juan Mabromata, AFP

Gritó fuerte

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Arrancar así, con un triunfo sólido ante un rival de enjundia y en carácter de visitante, siempre resulta estimulante. Nacional triunfó 1-0 sobre Lanús en su debut en la Copa Libertadores merced a un muy buen primer tiempo con un pensado y maduro juego de equipo y una segunda parte en la que, sin dormirse en los laureles, quedó incómodamente apretado en su campo aunque ello no terminara resultando contraproducente.

Pensarlo y jugarlo

La competencia internacional siempre es y será interesante. Parece, para nosotros, por conocimiento, por historia, por vecindad, por tan iguales pero tan distintos, que los partidos internacionales entre rioplatenses siempre son algo especial.

El de anoche se presentaba más interesante aun por la posición inteligente y discursiva de ambos orientadores. En el plan, en el discurso de la teoría, en la alineación, en la estrategia. Todo eso hasta que el juez da el pitazo inicial y entonces aquella planificación, estos jugadores, esta estrategia, se potencian o se difuminan de acuerdo a la interacción con el rival, que tiene los mismos problemas y soluciones hasta que el partido pasa a ser enteramente dominio de los protagonistas.

Ayer Martín Lasarte, que en su discurso previo había esclarecido las dos grandes corrientes que había analizado, esperar y ver, o salir directamente a “jugar” el partido, sin contarnos a nosotros ni mucho menos al estratega rival, Jorge Almirón, cuál sería su orientación final, inició el partido de la forma más natural para una representación acostumbrada a ser y no esperar a ver qué son los otros. Eso sí, con dos líneas de cuatro bien plantaditas, cerca de la pelota y no cerca de su arco, que, se sabe, es un camino sin retorno ni recompensas. Eso y el juego por las bandas les permitió a los tricolores empezar un partido sin complejos y con una ligera predominancia hasta la primera mitad del tiempo inicial, justo cuando los bolsos pusieron el 1-0 por medio de Hugo Silveira. La jugada empezó con un tiro libre de Diego Polenta, que metió un pase puñalada para el jacintense Alfonso Espino, que activó velocidad y zurda para meter el centro rasante, que en el área chica y de cara al arco granate Silveira tradujo en gol. Iban 26 minutos y estaba bien que Nacional estuviese arriba. La segunda mitad del primer tiempo se hizo trepidante por las ansias naturales de Lanús, con fortalezas ofensivas básicamente en el pivoteo de José Sand y la endiablada habilidad de Lautaro Acosta, y la viveza bandida de Sebastián Fernández, capaz de disparar jugadas de peligro para los tricolores. Un par de veces arrimó Lanús como para gritar un gol. Es más: en una, el propio Hugo Silveira la sacó en la línea, pero también tres o cuatro veces Nacional corrió con tal peligro que se pudo haber puesto 2-0, como en aquella internada de Kevin Ramírez cuyo zurdazo cruzado pasó apenas al lado del caño izquierdo del arco de Lanús.

Sí que estuvo bien en esa primera parte el elenco uruguayo, ya no por fútbol fluido o de toque, pero por consistencia colectiva y ejecutividad. La madurez y aplomo de alguno de sus futbolistas- Álvaro Tata González, Sebastián Fernández y Jorge Fucile, causalmente y no casualmente con importantes desarrollos en la selección-, les dieron en esa primera parte el control del juego a los del Parque Central.

Me aprieta acá

Fue bastante más incómodo el arranque de la segunda parte. Los de blanco perdieron la pelota y se quedaron defendiendo bastante cerca del arco de Esteban Conde. Los de Lanús eligieron un camino rápido pero efectivo mediante el muy buen pivoteo de José Sand, y el partido pasó a jugarse en campo uruguayo. Sin presión arriba y sólo soportando embates argentinos, el partido fue entrando en zona de riesgo para los de Martín Lasarte. Se apagó en dinámica y en propuesta, y como reflejo, tal vez, de una conducta tan arriesgada como natural de esperar y tratar de defender la ventaja. No es bueno quedar atrapado en esa circunstancia. Esteban Conde tuvo una atajada formidable que impidió en algún momento el 1-0, que también podría haber sido 2-0 si, otra vez, el remate cruzado del riverense Kevin Ramírez se hubiese enderezado para el lado de adentro del arco.

A excepción de las inconclusas corridas de Ramírez, desapareció la ofensiva de los bolsos, incluso con la potencia de Rodrigo Aguirre, que entró por Hugo Silveira. Otra variante, pero en este caso obligada, fue la de Gonzalo Porras por el lesionado Diego Arismendi, y en los últimos 10 minutos, cuando el Tata González se agotó como conejito que no usa Duracel, entró por él Tabaré Viudez.

Lanús se empezó a entreverar y centralizar en exceso su juego, especialmente cuando introdujo en el campo a Germán Denis; en ese momento ya era previsible esperar que con nuestros naturales desarrollos defensivos, Nacional iba a sostener la ventaja que finalmente le dio los trascendentes tres puntos con los que ya lidera el grupo junto a Chapecoense.

Buen arranque, y mejor proyección si logra mantener la convicción de un juego seguro y pensado.

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