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Sebastián Rodríguez (d), de Nacional, y Yohandry Orozco, de Zulia de Venezuela, ayer, en el estadio Pachencho Romero, en Maracaibo, Venezuela. Foto: Federico Parra, AFP

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Un empate, apenas un empate con un contendiente como Zulia, sin brillo, ni estrellas, ni hinchada, ni gran historia, seguramente representa una suerte de demérito, y es un argumento para embromar a los tricolores, que, sin embargo, jugando por el techo de la clasificación, desde el piso de no perder quedaron -y no de casualidad, ni dando lástima- muy cerca del objetivo de seguir adelante en la Copa Libertadores. Nacional quedó ahora con 8 unidades, una más que Lanús, que juega hoy con Chapecoense en el sur del Gran Buenos Aires, 3 más que Zulia, y 4 más que los catarinenses, que si hoy no ganan ya dejarán a los tricolores casi adentro.

Fue un partido chato, sin brillo, el jugado anoche en Maracaibo, donde los uruguayos consiguieron uno de los dos resultados que buscaban para su fin superior en esta fase de la competencia, que es clasificarse. El Pachencho Romero es un estadio precioso, y Maracaibo, cuyos pobladores, los maracuchos, dicen en broma que es la ciudad más fría del mundo, por sus miles y miles de aires acondicionados siempre prendidos en la calurosa ciudad petrolera, es también una amigable localidad.

Maracaibo, digamos, es un Chuy atómico, un Chuy a la enésima potencia. Mucho, mucho calor, muchos colores, edificaciones bajas. Eso sí, no hay garotos ni quitutes. Además, está lleno de pozos petroleros y no de supermercados El Cairo. Ayer fue extraño, extrañísimo, ver el estadio tan vacío. Fue incómodo, embarazoso, el arranque del partido para Nacional, pero no ya por capacidad y/o aciertos de los maracuchos, sino por el desacierto casi permanente de los tricolores en el segundo o a reventar en el tercer pase. La mala forma del campo de juego, y la propia matriz del fútbol uruguayo de las últimas décadas, seguramente tuvieron mucha incidencia en esa incomodidad que no permitió a los tricolores quedarse con la pelota como para generar peligro, aunque más no fuera por repetición.

A los 8 minutos, un unipersonal de Kevin Ramírez, como si estuviese jugando en su Oriental de Rivera, permitió al zurdo quedar muy cerca de Renny Vega, que salvó la instancia. Fue por la izquierda, justamente, que Nacional, con el tándem Kevin-Alfonso Espino, empezó a generar situaciones de ataque, bien penduladas en algunos casos para la banda derecha con la carrera y un ollazo final de Jorge Fucile.

Sin más luces que la inextinguible zurda del talentoso volante Juan Arango, el novel equipo zuliano nunca llegó a mostrar credenciales de elenco local avasallante, y entonces, por momentos el juego se asemejaba al de un amistoso de pretemporada. Cuadraba bastante por el cansancio de la “pretemporada” de 20 horas de viaje que tuvieron que hacer los tricolores para llegar a Maracaibo, más de lo que hubieran demorado si hubiesen ido a jugar a Cardiff, y por el enorme calor húmedo, tan propio de la ciudad como las arepas.

En una de las llegadas más peligrosas de los locales, un bochazo de Pedro Cordero a Junior Moreno dejó al media punta solo ante Esteban Conde, que tuvo reflejos para sacar la pelota al córner.

El ritmo de pretemporada dio paso al ritmo de localía de los azules, y un dominio que incomodó a los tricolores hasta el momento mismo del pitazo final de la primera parte.

Sudor y poco más

Nacional salió al segundo tiempo con más presencia, más juego asociado en campo rival, y generó la idea inicial de que trabajaría más ofensivamente el partido. Pero no pudo -que no es no quiso-, y otra vez el juego fue mutando a favor de los locales y su pobre exposición.

A los 20 minutos los de Martín Lasarte consiguieron su mejor jugada colectiva, sumando pases y metros, pero el Colo Romero, iniciador de la jugada, no pudo llegar cuando no quedaba más defensa que la de Renny Vega, que se quedó con la pelota. En la media hora el jovencísimo Brayan Palmezano, de 16 años y debutante absoluto anoche, cuando ingresó a los 10 del complemento, metió el pase soñado para el argentino Sergio Unrein -que también ingresó en la segunda parte- y su derechazo cruzado y solo ante los siete metros y 32 centímetros del arco de Esteban Conde, pero el tiro cruzado del delantero se le fue apenas afuera. Rodrigo Aguirre, que entró al juego a los últimos 20, no encontró fineza en la potencia de su fútbol, pero aun así logró estar cerca de la zona de definición, con pelotas que finalmente no fueron aprovechadas. El calor, y el cansancio del viaje seguramente fueron determinantes en la pobre exhibición de Nacional, y tal vez en el aparente retraso del ingreso de Tabaré Viudez, que jugó apenas cinco minutos.

El final fue raro, inesperado y con situaciones fuera de la lógica. Primero por una acción de acierto y error en sucesión del younguense Conde, que cortó bien una pelota en profundidad, pero despejó mal, con tal grado de mala suerte que la pelota cayó en los pies de Juan Arango, que pateó por elevación al arco, pero otra vez Conde la pudo sacar al córner. En el tiro de esquina, la comedia de enredos pasó a ser acción dramática, cuando el arquero Renny Vega fue a cabecear y después de un par de rebotes, los venezolanos llegaron al gol en clara posición fuera de juego, lo que desató una inopinada protesta ante los jueces, con pechazos violentos que desembocarían al final en una roja, la segunda del partido, porque apenas dos minutos antes había sido expulsado Diego Arismendi, en una decisión exagerada del árbitro chileno Patricio Polic.

El empate final le cayó bien a Nacional, que quedó en la boca de la clasificación a los octavos de final, que podría conseguir virtualmente hoy mismo, si Lanús derrota a Chapecoense.

Está claro que no le pudo haber sentado bien el juego, pero eso ya es otra cosa, porque esta parte de la competencia se juega por la clasificación, en la que no siempre lo único que vale es ganar.

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