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Parque Eólico Solís de Mataojo, ubicado en ruta 8, km 69.600. Foto: Fernando Morán

El fenomenal impulso de la energía eólica en Uruguay ahora requiere del usuario

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Este año el sistema eólico produjo más energía que las represas hidroeléctricas del río Negro. Ya hay 24 parques en funcionamiento y faltan tres más. Lejos de la crisis energética de 2006, ahora Uruguay llega a exportar energía. Las empresas aprovechan la meseta buscando otros horizontes en la región y el gobierno piensa en granjas fotovoltaicas. Pero ahora el que decidirá será el usuario, porque las redes eléctricas inteligentes requieren un compromiso del consumidor.

No todo fue festejen uruguayos para el primer gobierno del Frente Amplio. A finales de mayo de 2006, el costo de la generación eléctrica superaba los 400 dólares por megawatt por hora (MWh). Pasando raya aquel año, UTE desembolsó 370 millones de dólares para generar “la energía que nos une”. La volatilidad en el precio del crudo hizo que terminara costando 200 millones más de lo previsto. En junio, el costo de la importación de energía a Brasil fluctuó entre 80 y 154 dólares el MWh. Los argentinos prometían gas a menos de 20 dólares. Pero no era gas, era humo: el gas nunca llegó, y ahí está el problema de la regasificadora.

El precio del petróleo tenía a las finanzas de empresas y gobiernos en jaque. Uruguay miraba al norte con incertidumbre y al sur con desconfianza. Estábamos al borde de los apagones. Era algo que no pasaba desde hacía casi 20 años y amenazaba la reputación, la confianza, la tan mentada buena gestión del primer gobierno frenteamplista.

En el corto plazo se ordenó la construcción de la planta térmica de Punta de Tigre. Fueron unos tímidos 100 MW a gasoil. Era primordial una inyección de energía eléctrica, sobre todo en un escenario económico que ya mostraba los primeros indicadores de cierto repunte.

Los partidos políticos debatían. El novísimo gobierno estudió las posibilidades: carbón, energía nuclear, térmica y más derivados del petróleo. Y también se habló de las renovables: pocos confiaban en estas tecnologías que, por entonces, eran caras y lejanas.

Pero el desbarranque económico de 2008 en Europa hizo que las tecnologías eólicas maduraran, como dicen quienes las conocen. Los precios de los aerogeneradores bajaron y las tasas de interés bancarias también.

Uruguay el pequeño era vulnerable. Y estaba asustado. Pero 11 años después, con 3.000 millones de dólares de inversión, con 24 parques eólicos instalados y otros tres para poner en funcionamiento, el viento y la ingeniería inyectan 1.100 MW a la red de UTE. Para 2018 serán 1.500 MW.

Hoy el viento genera más energía que las tres represas del río Uruguay juntas. “El país compró casi un Salto Grande y no a medias”, dice Martín Bocage, de Akuo Energy, una de las empresas que genera algo más de uno de cada diez watts que inyectan los privados.

En los próximos años, los aerogeneradores proveerán aproximadamente 30% de la energía. Uruguay será de los países que más energía eólica incorporan a su red eléctrica.

En tres años el pequeño se hizo gigante.

De poco a bastante

En 2007 había cuatro aerogeneradores en el país. Uno era propiedad de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República y de UTE; ahora peina nubes en el parque de vacaciones de la empresa eléctrica estatal. Los otros tres pertenecían a una compañía olivícola de Maldonado.

Entonces, unos colegas de Bocage convencieron a la empresa francesa Akuo Energy de invertir en Uruguay. En aquel momento eran cuatro personas; hoy, en su oficina de la rambla de Carrasco, en la esquina del hotel casino, 12 uruguayos le suministran 142 MW a UTE. En 2013 empezaron las obras de los tres parques que gestionan (dos en Florida y uno en Minas), y en 2015 comenzaron a venderle al ente energético.

La empresa francesa destinó casi 300 millones de dólares, que pidieron a bancas multilaterales europeas, y también invirtió su capital de riesgo. Los préstamos los amortizarán en unos 15 años; el contrato que tienen con UTE dura 20.

Los 850 MW que generan los privados significan algo así como 184 millones de dólares anuales que pagaría UTE. Eso, si durante todo el año UTE hubiera pagado 65 dólares por megawatt hora, que es el valor actual. La variabilidad del precio depende 40% del precio del contrato, que es fijo y se ajusta según el Índice de Precios Industriales de Estados Unidos, el de Uruguay y el tipo de cambio.

Queremos más

Bocage sabe que es un buen negocio. Pero ese negocio ya fue. Ahora que “tropicalizaron” la oficina en París están llevando sus servicios y know how a otros países latinoamericanos.

“Tenemos inversores que están golpeando la puerta, que quieren seguir estando, invirtiendo: queremos y queremos y queremos y queremos. Pero no podemos generar más demanda”, se lamenta la ingeniera agrónoma Olga Otegui, responsable de la Dirección Nacional de Energía (DNE). Hace 20 años que es funcionaria de carrera del Ministerio de Industria, Energía y Minería. Cuando el presidente Vázquez se convenció de que la energía eólica era el camino, la oficina de energía nuclear en la que ella trabajaba cerró. En aquel momento, se incorporó al equipo de entusiastas de las renovables, bajo el paraguas del ex director de Energía Ramón Méndez.

Ni siquiera los más incondicionales preveían un parque del tamaño actual. No había muchos ingenieros que se dedicaran a esto, ni aseguradoras, ni transportistas, ni abogados, ni maestrías en energías renovables en la Facultad de Ingeniería, ni laboratorio de energías renovables en la UTU de Salto.

Para asegurarse el destino de sus préstamos, los bancos llegaban a la DNE a preguntar qué era aquello de las energías renovables. Las empresas de transformadores estaban por cerrar. Pero el puerto recibió 600 molinos en cuatro años. Y los contratos se firmaron. Sin embargo, “Uruguay no tenía ni idea” del tema, admite Otegui.

Tener agua embalsada de reserva, como ocurre hoy, no estaba en los planes. No pasaba seguido. Tampoco exportar hasta 500 MWh a Brasil como pasará desde este fin de semana, cuando se inaugure la conversora de Melo.

En 2007 todo era mesura. Había unos cuantos que pensaban que los privados podrían tomar de rehén a UTE y manipular los precios con otro oligopolio. Hasta 2010 la DNE, la UTE y los partidos políticos hablaban de instalar hasta 300 MW de eólica.

Cuando se lanzó la primera licitación en 2010, de 150 MW, los privados llegaron a ofertar 1.000 MW; en la segunda (de 192 MW) ofertaron lo mismo. Además del marco “transparente, claro y seguro”, del que siempre hacen gala los estadistas uruguayos, ofrecían 90 dólares el MWh. Las empresas se relamían. En 2012 se hizo la tercera convocatoria abierta: 1.000 MW. “La diferencia de precios en los equipos, comparativamente con la primera licitación, fue increíble. Además, entraron modelos más grandes, más eficientes, y eso Uruguay lo supo captar”, dice Bocage. El negocio seguía rindiendo, incluso con contratos a 67 dólares el MWh, como ocurrió en ese llamado abierto.

La meseta y la obsolescencia

“Con la foto de hoy no necesitamos incorporar ningún tipo de energía hasta 2023”, confía Otegui. Pero con la fotografía de hace diez años la decisión no era fácil: si se optaba por las renovables, concretamente por la eólica, había que hacer el movimiento rápido. Decenas de empresas, cientos de personas trabajando al mismo tiempo. Los molinos debían estar funcionando en dos o tres años. Pero el puerto nunca había recibido aquellas piezas gigantes. Y ningún uruguayo había ensamblado nada de esto. Ni siquiera teníamos grúas. Pero las grúas se alquilaron en el exterior y el puerto hizo lugar y los precios de los aerogeneradores continuaron bajando. En los primeros años, nadie hubiera vaticinado que UTE iba a tener participación en siete parques eólicos (logró vender acciones por 300 millones de dólares a las AFAP y a inversores uruguayos) y dos parques propios, cien por cien, que ya generan 88 MW. Tampoco nadie pensaba en desguasar tres de las cuatro unidades de la vieja central Batlle y Ordóñez, que producían 255 MW, con tecnología de la década del 40. Para que empezaran a inyectar energía en la red, necesitaban 12 horas de calentamiento previo, a un costo de 70.000 dólares cada una, solamente para su encendido. De las seis chimeneas que se ven en la rambla portuaria, quedarán dos, en poco tiempo.

Las centrales térmicas no son malas, son las únicas que prenden por gracia humana. Las otras las prende la naturaleza. Eolo, antiguo dios que vinimos a descubrir hace poco, permitió que desde mayo de 2016 hasta la fecha se generaran más de 3,2 gigawatts por hora (GWh) y que el río Negro quedara, en el mismo período, en el tercer puesto de generación, con 2,7 GWh. Eolo amenaza a Salto Grande, nuestro corazón energético, que produjo 4,3 GWh. Hace diez años, en promedio, las térmicas explicaban aproximadamente 18% de la generación total de energía (llegaba a 80% si llovía poco y a 10% cuando llovía mucho). Desde principio de este año, el uso de térmica significa, también en promedio, 1,7% del total.

La repuesta sopla en el viento, decía Bob Dylan, y Uruguay captó el mensaje. Algunas empresas, viendo la meseta, se proyectan en el exterior. Argentina tiene abiertas dos licitaciones y Brasil tiene operando unos 10,9 GWh (es el octavo productor mundial). En 2007, Uruguay llegó a pagarle a Brasil 198 dólares el MWh. Pero en lo que va de este año UTE le vendió al vecino del norte 7.771 MW.

En 2008, cuando los entusiastas de la DNE recibieron las mediciones del viento y se cruzaron con estudios de factibilidad, se le dijo adiós a la nuclear y le dieron la mano a Eolo.

El dios griego tiene algunas cosas para decirnos. Los aerogeneradores suelen elevar su capacidad de noche y disminuirla de día. Algunos de los actores clave piensan que la energía fotovoltaica es la clave de la complementación en la fase dos. El año pasado las granjas fotovoltaicas generaron 3.008 MWh, y, en lo que va de 2017, 3.927 MWh. “La eólica genera mucho de noche y la solar de día”, dice Otegui. Además, el precio de la energía solar está bajando. Algunos actores piensan que en dos o tres años habrá que ir hacia estas nuevas granjas, sin animales ni hortalizas ni frutales —o sí—, pero con paneles solares conectados a la red de UTE.

Pero todo ello no será suficiente. Las energías renovables requieren del usuario. “Se necesitan formas más dinámicas de gestionar la demanda”, explica el ingeniero de UTE, Daniel Pérez, que coordinaba el programa de energía eólica cuando Ramón Méndez era director de la DNE. Hoy es gerente general de Rouar Sociedad Anónima, la empresa que comparten (50%-50%) UTE y Eletrobras de Brasil. Las redes deberán ser dinámicas y el uso de la energía eléctrica también; eso ayudará a consumir la energía que está disponible, por ejemplo, en la noche, y que se desperdicia —si las represas hidroeléctricas no pueden embalsar más agua— porque nadie la usa. La idea de UTE es “correr la demanda cuando tenemos viento y bajarla cuando no tenemos”, dice Pérez.

UTE realizará un plan piloto, mediante contadores inteligentes, en dos barrios bien diferenciados de Montevideo. Si el usuario lo desea, por ejemplo, la empresa podría prender el calefón remotamente de noche para aprovechar la eólica y abaratar el precio final del usuario que no tendrá que hacer nada más que suscribir el acuerdo. También están previstos incentivos, no sólo para las residencias sino también para pequeñas y medianas industrias. La buena “gestionabilidad” de la energía en Uruguay implicará, en el corto plazo, tratar de gestionar la demanda en función de los horarios en los que está disponible esa energía. “En otras partes del mundo existe: recibís una notificación en tu celular y te informan que de tal a tal hora la energía vale la mitad, entonces programás el lavarropas, la cocina y todo lo que puedas en ese horario”, proyecta la directora nacional de Energía.

Si eso ocurre, el gas, la energía nuclear y el carbón pasarían a ser apenas cuentos lejanos para nuestros nietos (o bisnietos). Si el costumbrismo lo permite, podríamos seguir liderando un cambio importante. El sector privado y el público se movieron. Parece que ahora le toca a la ciudadanía.

UTE no podía, pero sería bueno que...

UTE, nuestra empresa triple a, no pudo invertir hasta último momento porque no la dejaron. Ramón Méndez admitió en El País que la gestión de las energías renovables hizo que Uruguay ahorrara 40% en el costo de la generación eléctrica. Pero ese dinero se lo tragó Rentas Generales. “Se resolvió con las reglas que había, con lo que se podía hacer. El espacio fiscal que se le permitió a UTE era ese y había que hacerlo así. ¿Es el mundo ideal? Capaz que no, pero los resultados son buenos. Tenemos espacio para seguir creciendo”, plantea, con optimismo, Otegui, directora de Energía. “Me hubiera gustado que UTE hiciera más inversiones. Mi opinión es que tendría que seguir invirtiendo en otras fuentes, que tendría que tener granjas fotovoltaicas, generación con biomasa, eso le daría fortaleza”, opinó Otegui. “Si me preguntás por el mundo ideal, te diría que lo mejor sería que fuera todo de UTE”, aventuró Pérez, gerente del parque de Artilleros, en Colonia, que pertenece, en partes iguales, a Eletrobras de Brasil y a UTE.

Nos compramos un seguro

El ingeniero Daniel Pérez está convencidísimo del presente y el futuro eólico. “Pagás un poquito más en un año muy húmedo. Pero tenés la ventaja de que pagás mucho menos en un año seco y bastante menos en un año estándar. […] Lo que hicimos con esto es comprar un seguro, estamos cubiertos”, concluye.

Todavía pueden verse en el puerto de Montevideo algunas aspas: son las de alguno de los tres parques aerogeneradores que falta montar en Uruguay. Serán las últimas trancaderas en la rambla portuaria con camiones de zorra nunca vistos. No está proyectada otra licitación; Uruguay llegó a la meseta. El año próximo, el viento, los privados y UTE podrán decir “paramos”. Un tercio de los 1.500 MW serán producidos por la empresa estatal, aunque un buen porcentaje con sociedades anónimas o fideicomisos con privados. Los aerogeneradores privados administrarán los otros 1000 MW.

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