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Estiman que ayer se “desaceleró levemente” la decadencia de la civilización occidental debido a la caída de Whatsapp

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Durante dos horas se redujo drásticamente el intercambio de escenas de sexo bizarro y diálogos incomprensibles a causa de los errores en ortografía y sintaxis.

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Ayer de tarde, centenares de millones de usuarios de Whatsapp se quedaron sin servicio debido a una caída global de la aplicación de mensajería, que duró cerca de dos horas. Uno de ellos anunció que iba a demandar a Facebook, la compañía matriz de Whatsapp, porque, según él, su vida “estaba a punto de cambiar” debido a que un video en el que se lo veía moviendo los bigotes al unísono con un ratón estaba comenzando a viralizarse. Según esta persona, cuando se restableció el sistema el interés por su video “casi se había esfumado”.

Sin embargo, desde Facebook aseguraron que el desperfecto “no causó ningún daño importante a ninguna persona u organización”. Para algunos analistas, de hecho, ocurrió lo contrario. El director de un programa de la Universidad de Yale que monitorea la decadencia de la civilización occidental aseguró que este proceso “continuó durante el incidente, pero se desaceleró levemente”. En efecto, se estima que el desperdicio de horas de vida humana que se produce como consecuencia de los chats plagados de errores de sintaxis y ortografía fue cerca de 1% menor que en días normales. Por otra parte, el descenso del tráfico de videos con escenas de sexo bizarro que circulan en centenares de miles de grupos de hombres provocó un “levísimo repunte” del promedio de la inteligencia masculina.

Según los expertos, la desaceleración podría haber sido bastante mayor si se hubieran caído, además de Whatsapp, otras redes sociales, como Facebook y Twitter, ya que es allí donde se concentran los mayores niveles de estupidez de los seres humanos a la hora de promover escraches y linchamientos públicos en respuesta a comentarios ofensivos. No obstante, la mayoría de los especialistas coinciden en que sería “indeseable” que este tipo de incidentes fueran más frecuentes, ya que, según explicó un sociólogo alemán, “si las personas recuerdan lo frustrante y aburrido que era hablar cara a cara, veríamos grandes muestras de descontento”.

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