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Los jugadores de la selección uruguaya Sub 20, después de derrotar a Portugal, ayer, en Daejeon. Foto: Kim Doo-Ho, AFP

Bueno al final

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En un durísimo partido, por el alto grado de dificultad que supuso competir con la selección de Portugal, Uruguay ganó en una nueva tanda de penales 5-4 y se clasificó a las semifinales del Mundial sub 20 de Corea del Sur, instancia en la que el jueves a las 5.00 enfrentará a Venezuela. Tras los 90 minutos regulares y la prórroga, el partido terminó empatado en 2 tantos, y sólo los penales decidieron quién era el ganador. Santiago Mele fue determinante, ya que contuvo los tres últimos tiros desde los 12 pasos.

“Nunca favoritos,/ siempre desde atrás,/ milagro que nos abraza/ en el minuto final”, escribió y canta Edú Pitufo Lombardo, y todos sabemos que lo brillante de este texto no son más que apuntes caseros que el autor tomó de la realidad.

Cuando Santiago Bueno empujó al gol el séptimo penal uruguayo, a la esperanza, a los sueños y a nuestros gritos, ya a las 9.00 de nuestros televisores, Santiago Mele, el joven arquero de Fénix, se había convertido en ídolo express, en referente obligado, en dueño de promesas orientales, luego de atajar tres penales consecutivos y colocar circunstancialmente a Bueno en condiciones de ponernos a todos, a ellos y a nosotros, entre los cuatro mejores del mundo de la categoría.

“Después, qué importa ya el después”, les ha hecho decir miles de veces Homero Expósito a todos los que han vocalizado “Naranjo en flor”, y, sin embargo, siempre importa el después. En este caso fue el festejo, el afloje y, una vez más, la presencia de Santiago Mele, esta vez como reporteado de la FIFA. Y su frescura, sensatez, emoción y raciocinio, como para redondearnos la idea de que hay algo celeste que trasciende los resultados en una cancha y las posiciones que el equipo termina por alcanzar, y que va por el lado de los frutos que, 11 años después, arroja el Proyecto de institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas.

Es que esta selección de Fabián Coito, con sus distintos niveles de exposición futbolística, expresados como colectivo, tiene capacidad suficiente para variar estrategias y desdoblarse juntando el innegociable esfuerzo con la estrategia razonada y la coyuntura de lo que está marcando la realidad del juego. Así fue ese triunfazo de ayer. Trascendente por lo que significó para seguir adelante y hasta el final en esta selecta competencia; pero, además, por la demostración en el cotejo de fuerzas para resolver un encuentro muy comprometido por la capacidad individual y colectiva de los lusitanos.

A él

Después de un comienzo que fue un infierno (al minuto, fruto de un profundo estudio de la forma de juego inicial de Uruguay, rodearon a Federico Valverde como hienas, lo acosaron y robaron la pelota para anotar el primer gol que recibía Santiago Mele en el torneo), hubo que remarla para en el cuarto de hora, tras un casi gol de Nicolás Schiappacasse que el travesaño impidió, llegar al empate un segundo después, con un cabezazo de Santiago Bueno. Dura remada hasta el final –te extrañamos, Rodrigo Bentancur– y, después de pelearla con dignidad, nos volvieron a clavar con un golazo de afuera del área de Diogo Gonçalves. ¡Qué difícil que estaba! Y cuánta respuesta ante la dificultad.

Tenemos que hablar

¡Qué locura el segundo tiempo! Uruguay puso en la práctica la planificación de Fabián Coito, que debió correr el equipo unos metros hacia adelante. La variante de posicionamientos, pero no de jugadores –esta vez Agustín Canobbio quedó como mediapunta–, por suerte casi de inmediato dio resultado cuando, un poco toque, un poco pelotazo, la pelota llegó al sector derecho, Schiappacasse desbordó por esa franja, metió el centro y cuando Canobbio intentaba controlar para rematar al gol, le dieron un pisotón penal. Federico Valverde fue el encargado de ajustar la pelota contra el caño derecho del arquero portugués, para poner el tranquilizador 2-2 cuando quedaba casi todo el segundo tiempo por jugarse.

Con el empate y con todo el tiempo por delante, Uruguay se planteó el partido de otra manera, sabiendo lo que era Portugal en la cancha y utilizando sus mejores herramientas para neutralizarlo primero y atacarlo después, si era posible. Fue importante la labor del doble lateral izquierdo conformado por Marcelo Saracchi y Mathías Olivera, y también la del Pumita José Luis Rodríguez: medido, justo y vital, llegó a los mejores estándares de los laterales uruguayos, con notable aplicación defensiva y recursos ofensivos por la derecha.

El último cuarto de hora fue realmente tenso, ya que los dos se jugaban todo y no había forma de doblegar al rival. El buen juego portugués –toque corto y pelota al pie– volvió a aparecer en el campo y preocupó a los celestes, vestidos de blanco en esta ocasión. El ingreso de Rodrigo Amaral, que entró junto con Santiago Viera, alentó la esperanza de que pudiera inventar algo. A media agua y recostado ligeramente a la izquierda, aportó ilusión, pero no tanta como cuando le pegó de pelota quieta en centros de los que parecía que llegaba el gol del triunfo uruguayo.

Demasiada presión

Dejate de joder, muchacho, así no hay corazón que aguante. Los portugueses atacando y atacando, y nosotros tratando de neutralizarlos lo mejor posible –como estamos acostumbrados–, con cierres ajustados y de última hora, con cabezazos forzados con el cuerpo bien plantado en la última línea defensiva.

¡Mamita! Los televisores deberían venir con un aparato de tomar la presión y avisarnos cuando ya no aguantamos más. El alargue fue un infierno. Las pulsaciones subían, a tanta distancia de Corea, sólo por ver la pelota correr de un lado para el otro. No pasó nada y pasó todo hasta que fueron a la definición por los penales. Al ABBAABBAAB –si juego a la quiniela me salen letras– con el que se estrenó la nueva alternancia de remates en la serie, y hasta el quinto penal de los portugueses, el que Mele le contuvo a Pepe, los orientales habían estado perfecto: convirtieron Valverde, Rodríguez, Canobbio y Joaquín Ardaiz. Cuando Amaral, que tiró un remate fuerte pero alto, no pudo asegurar la victoria, lo sucedió Matías Viña cuyo remate reventó el travesaño. Si convertía José Gomes ganaba Portugal, pero atajó el brillante Mele, que repitió atajadón a André Ribeiro. Luego llegó el gol liberador de Bueno, que alentó alaridos y vahídos matinales de emoción, y de comunión de contentura por los nuestros.

Fue la alegría de la victoria. La de meternos entre los cuatro mejores del mundo. La de, una vez más, refrescar la ilusión, el sueño. Pero, seguro, fue la alegría de saber que somos nosotros, que nos dan orgullo el trabajo, la seriedad, la planificación, el crecimiento y la educación.

¡Uruguay nomá!

Hoy juega

Los cuartos de final del Mundial sub 20 se cerrarán esta mañana. A las 5.00, la selección italiana jugará con Zambia en la ciudad de Suwon y, a las 8.00, el último semifinalista se definirá en el duelo que sostendrán Inglaterra y México en Cheonan. Los dos ganadores de hoy se enfrentarán el jueves a las 8.00 en Jeonju y un rato antes el mismo jueves, a las 5 de la matina, la celeste definirá su pasaje a la final en el enfrentamiento que tendrá con la selección de Venezuela. El equipo vinotinto, que dirige Rafael Dudamel, es sin duda la gran sensación del torneo; ayer lo confirmó al derrotar en su encuentro de cuartos de final 2-1 a Estados Unidos. En los 90 el partido terminó sin goles y fue en el alargue cuando llegaron los festejos. El primero en anotar fue el brillante jugador venezolano Adalberto Peñaranda –quien actúa en el Málaga–, quien a los 96 minutos puso el 1-0. A los 115, Nahuel Ferraresi puso el 2-0, y, por más que dos minutos más tarde los estadounidenses descontaron, la proeza de los venezolanos fue inevitable. Los ganadores de las semifinales jugarán la final del Mundial el domingo a las 7.00 en Suwon y los perdedores lo harán en el encuentro por el tercer y cuarto puesto, que se realizará como preliminar de la final a las 3.30.

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