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Ribair Rodríguez, de Danubio, y Matías Cabrera, de Defensor Sporting, ayer, en el estadio Jardines del Hipódromo. Foto: Pablo Vignali

Danubio le ganó de atrás, 2-1, el clásico a Defensor Sporting en Jardines del Hipódromo

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La franja aprovechó la tarde ventosa para sumar su primera victoria, de esas que dan fuerzas para pelear el Campeonato. Hacía casi cuatro años que Danubio no le ganaba a Defensor. En 2014 fue la última vez; también ocurrió en Jardines, de atrás y 2-1. Desde ese momento pasaron seis partidos oficiales y otro por la Copa de Campeones Uruguayos. Terminaron con cinco victorias violetas y dos empates. La racha era aun peor si se tomaban en cuenta los partidos con los grandes. Había que remontarse al noveno partido con cualquiera de estos tres equipos para encontrar, allá por 2016, un triunfo sobre Peñarol, 3-2.

A la gente danubiana poco le importó sacar números. Lo que sí sacaron fueron entradas para colmar sus dos tribunas, a la espera de cortar con las rachas. El director técnico Pablo Peirano hizo lo que ningún otro entrenador hacía desde que Leonardo Ramos conducía el equipo: mantener una oncena de un partido a otro, a pesar de no haber conseguido el triunfo, ni mucho menos un buen rendimiento. La franja venía de empatar con Progreso dejando muchas dudas. Pero este domingo pareció que los 11 jugadores fueron otros.

Defensor se puso en ventaja a los cinco minutos del primer tiempo, tras un centro de Facundo Castro que Germán Rivero cabeceó de forma estupenda. La colocó con un globito y contra el palo. Federico Cristóforo no pudo ni reaccionar. Pese a la temprana desventaja, el local no se desesperó ni con el viento en contra de esa primera mitad. Mostró en David Terans, Nicolás Corto Prieto y Pablo Ceppelini a un trío fantástico en el armado de las jugadas, y empezó a llegar por abajo. El buen juego se solventó gracias a Ribair Rodríguez, quien fue impasable en el medio. Para volver a ver el partido habría que sacárselo del bolsillo al mediocampista danubiano porque se lo adueñó por completo.

El empate llegó antes del final del primer tiempo. Ignacio González, el mismo que había comenzado también la remontada en aquel partido de 2014 con un golazo, se metió en profundidad por el medio del área. Le enganchó de taco a Nicolás Coto Correa para sacárselo de encima y definir abajo contra un palo. Un ju-ga-dón. Estaba claro que a ninguno le servía el empate. Defensor aprendió la lección del año pasado, cuando al querer cerrar la Tabla Anual le pasaron factura algunos puntos perdidos; Danubio ya había empatado y necesitaba cambiar de una vez el ánimo de su barriada.

Los dos metieron y fueron al frente en el segundo tiempo, pero las jugadas de peligro las tuvo el local. Guillermo Reyes le contuvo un tiro a Ceppelini y otro a Federico Rodríguez, hasta que llegó el penal. Christian Ferreyra cobró infracción del arquero sobre el zaguero Sergio Felipe y desde ese momento la pelota tuvo dueño: Terans no iba a dejar ese remate ni bajo amenaza de muerte, le pegó a colocar, a la izquierda de Reyes, que se movió hacia el otro costado.

Cuando faltaban 20 minutos para el final, Defensor se fue arriba con mucho empuje. Sumó hombres de ofensiva, como el panameño Cecilio Waterman, Juan Manuel Boselli y Facundo Milán, pero tuvo que repetirse en centros sin demasiado peligro. Es que Danubio se cerró con todos, menos con Federico Rodríguez y Carlos Grossmüller, que fueron los encargados de aguantarla y terminaron desperdiciando no menos de dos contragolpes de mano a mano.

El grito del final del partido fue aun más ruidoso que el de los goles en Jardines. Ganarle a Defensor, en un partido tan apretado, significaba mucho para Danubio. Pasaron tres directores técnicos desde que se fue Leonardo Ramos. Peirano fue el único que pudo conseguir un triunfo ante un rival directo. La ilusión en los hinchas y el vestuario luego del encuentro connotaban una sola cosa, la franja quiere volver a la pelea por el título.

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