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Cristian Rodríguez, de Peñarol, y Edis Ibarguen, de The Strongest, de Bolivia, ayer, en el estadio Hernando Siles, en La Paz, Bolivia. Foto: Aizar Raldes, AFP

Peñarol perdió con The Strongest en La Paz

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El fixture marcó que el estreno aurinegro en el grupo 3 de la Copa Libertadores de América fuera en La Paz. Muchas teorías se han hecho sobre ese lugar. Que hay que viajar el mismo día pero unas horas antes y que hay que hacer una aclimatación de unos cuantos días en el lugar, entre otras. La cuestión es que es dificilísimo jugar ahí –podrán decirlo los jugadores, no este periodista– y a los equipos uruguayos se les ha hecho casi imposible ganar. Alcanza con ir tres años atrás para encontrar la primera victoria de una selección nacional en la altura de La Paz por las Eliminatorias. Peñarol perdió 1-0 con The Strongest, pero el partido, y sobre todo el segundo tiempo, no estuvo tan mal, teniendo en cuenta las condiciones del juego.

20 minutos aguantó Peñarol en los 3.600 metros sobre el nivel del mar. El estadio Hernando Siles era un infierno: a las condiciones desfavorables de la altura se sumaban la cantidad de gente y el griterío de los hinchas del tigre paceño. Pero no es sólo la altura el problema mirasol: de los últimos diez partidos como visitante Peñarol consiguió una victoria, en las demás presentaciones obtuvo siete derrotas y dos empates. Los números a veces son bravos de digerir. A esos diez encuentros hay que sumarles la derrota de ayer. El gol, único rompedor de pensamientos previos, llegó por intermedio de un cabezazo muy solitario en el área del ecuatoriano Edison Carcelén. Pero hay que ser justo: el centro que vino desde un tiro de esquina fue exquisito. Jhasmani Campos le pegó con tres dedos, de zurda, como con la mano, y la pelota se suspendió en el aire. Clase boliviana.

“A La Paz no se puede ir a buscar el partido”, había dicho el entrenador de Peñarol, Leonardo Ramos, que tuvo su experiencia personal en ese lugar cuando jugaba para la selección uruguaya. Y así fue. Los carboneros no se apuraron para atacar; Walter Gargano y Cristian Rodríguez, los más experientes del equipo, con antecedentes de juego en ese lugar, jugaban y tocaban en la mitad de la cancha, pero sin desesperación. El chiquilín Agustín Canobbio dio el primer aviso: tomó la pelota, eludió a tres jugadores y se pegó un pique notable antes de los diez minutos. Recibió la falta y a respirar. El control de la pelota y la circulación por la cancha, ese ejercicio de tenerla entre los de amarillo, parecía ser la estrategia de los uruguayos. Un error en el fondo generó el córner que terminó en gol. Así y todo, el primer tiempo se fue 1-0 a favor de los aurinegros locales y, hay que decirlo, Peñarol no pasó mayores zozobras.

Aguanta, corazón

Uno de los jugadores más influyentes de Peñarol, Walter Gargano, estuvo muy impreciso en los pases. Pero el análisis de este partido es delicado. Los errores de Peñarol, si bien son susceptibles de ser analizados en tanto hechos futbolísticos, claramente estuvieron maquillados por las condiciones del juego. Leo Ramos esperó 15 minutos y mandó a la cancha aire fresco: adentro, Gabriel Fernández; afuera, Cristian Palacios. Kevin Dawson, con un par de atajadas y salidas rápidas desde abajo del arco, comenzó a hacerse grande en la cancha; el golero es una de las seguridades de Peñarol. Los minutos pasaban y The Strongest apretó el acelerador: Pablo Escobar primero y Raúl Castro después se arrimaron con mucho peligro. En ese momento, en la mitad de la segunda etapa, Peñarol pasó sus peores instantes en la noche y Ramos mandó a la cancha a Franco Martínez, sacó a Maldonado y pasó a Fabricio Formiliano a la zaga. Desde ahí, cuando faltaban 15 para el final, Peñarol tiró en la cancha toda esa respiración ahorrada y la administró bien. El carbonero tuvo su momento y en La Paz puso contra las cuerdas a The Strongest. Cristian Cebolla Rodríguez, el incansable capitán, llegó hasta el fondo en velocidad y le dio la chance primero a Giovanni González y luego a Gabriel Fernández. Se escapó por poco el equipo boliviano. Y después, otra vez el Cebolla, y Gargano, que empezó a jugar –y cuando eso ocurre, se nota–. Peñarol estaba cerca del empate, un resultado que no llegó, más allá de que Ramos puede quedarse tranquilo porque el trabajo y el planteo en un lugar inhóspito fueron aceptables. Ahora, a ganar en casa.

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