Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
Por motivos evidentes e inaceptables, se ha vuelto difícil la reflexión colectiva acerca de la evolución de la covid-19 en Uruguay, que se convierte con rapidez en una discusión partidizada. Es realmente lamentable, porque así se contribuye muy poco a prevenir la propagación de la enfermedad.
Es claro que las precauciones para evitar contagios podrían estar más extendidas si hubiera mayor apoyo estatal a la población vulnerable, pero no se puede soslayar la importancia de que el resto de la gente mantenga esas precauciones.
Cuando los opositores se centran exclusivamente en la responsabilidad política del Poder Ejecutivo, pueden transmitir la idea de que todo depende de ella. Cuando los oficialistas tratan de minimizar los graves problemas sanitarios actuales, o insisten en que pronto terminarán debido a la vacunación, también contribuyen a que muchas personas consideren que ya no es tan importante cuidarse. En ambos casos, uno de los problemas es la idea de que la suerte ya está echada, para mal o para bien.
Dicho esto, tratemos de considerar los datos y su interpretación por parte de los especialistas. En resumidas cuentas, la situación es todavía muy mala, y si bien todos deseamos que vuelva pronto a ser manejable, como lo fue durante buena parte del año pasado, no hay motivos para estar seguros de que esto sucederá.
La movilidad de las personas está aumentando, y con ella crecen los encuentros “fuera de burbuja”. Hay un descenso moderado de los casos nuevos (que se debe tomar con pinzas mientras no vuelva a haber capacidad de rastrear los contactos previos de cada persona con diagnóstico positivo) y de la ocupación de camas de CTI por cuadros graves de covid-19, pero es muy pronto para asegurar que estamos ante una tendencia descendente, y aun si la hubiera, no es posible asegurar que será irreversible.
Empiezan a registrarse consecuencias positivas de la vacunación, pero faltan muchas semanas para que se puedan considerar consolidadas, y la perspectiva de la llamada “inmunidad de rebaño” no debería crear ilusiones infundadas. En el mejor de los casos, lograrla requeriría un aumento de la oferta y de la demanda actuales de vacunas. Por otro lado, la “inmunidad de rebaño” no es alcanzable en todas las enfermedades causadas por virus, y aún no está claro si lo es en el caso de la covid-19.
Por último, cabe señalar algo bastante obvio: una pandemia no es controlable ni erradicable en escala nacional. No debería hacer falta decir que los problemas de Brasil (entre ellos, la propagación de la variante P1) nos han afectado y nos pueden seguir afectando.
En suma, persisten grandes incertidumbres sobre lo que puede suceder en los próximos meses. Esto significa que todavía tiene mucho sentido discutir la necesidad de medidas de prevención sanitaria más potentes, pero también que nadie debe actuar como si ya no tuviera mucha importancia adoptar todas las precauciones posibles.
Después del abuso de la metáfora acerca de un partido de fútbol en La Paz, esto parecerá demasiado trillado, pero falta mucho para que ese partido termine y su resultado, que hoy es muy malo, puede ser bastante peor.
Hasta mañana.