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Macás en el Arroyo Mauricio, San José.

Foto: Leo Lagos

La fragilidad de nuestros sistemas actuales de monitoreo de cursos de agua

7 minutos de lectura
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Informe internacional propone elaborar métodos de evaluación estandarizados para generar acciones de mitigación en red.

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Difícilmente algún río en el mundo escape a los impactos antropogénicos que afectan su funcionamiento natural. El tema preocupa y es motivo de numerosas investigaciones en todas partes del planeta. Estas investigaciones también despertaron la necesidad de intercambiar información, generar protocolos de evaluación comunes y elaborar una respuesta conjunta a los problemas que enfrentan los cursos de agua nacionales y regionales, sobre todo entre países fronterizos. América del Sur no es una excepción.

Sin embargo, este intercambio no es tan sencillo como parece. Las dificultades son variadas, y van desde que los métodos de evaluación de los ríos varían entre los países de América del Sur hasta que las regulaciones y las políticas públicas ambientales también son disímiles. Por otro lado, muchos países no disponen de información o, de haberla, es de difícil acceso o se encuentra dispersa. Toda esta situación limita el manejo adecuado de los recursos hidrográficos, lo que hace necesario enfrentar el desafío de generar métodos de muestreo y análisis estandarizados.

Con ese propósito se publicó el informe “Criterios para la evaluación de estresores y parámetros en la estimación del estado ecológico de ríos en Suramérica”, de la Red iberoamericana para la aplicación de protocolos de evaluación del estado ecológico, manejo y restauración de los ríos (Ibepecor), un consorcio académico en el que participan investigadores de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador, España, Portugal, Venezuela y Uruguay.

La ingeniera agrónoma Margenny Barrios, estudiante de doctorado en Ciencias Ambientales del Centro Regional Este (CURE) de la Universidad de la República (Udelar), y participante en Ibepecor por Venezuela, sostuvo que este manual fue el primer paso para el desarrollo de “herramientas estandarizadas” para la evaluación del estado ecológico de los ríos, de manera de “garantizar una gestión eficiente y proponer medidas de mitigación y restauración” de los sistemas acuáticos. Agregó que la idea es generar “protocolos o métodos de resolución más fina para evaluar invertebrados, peces o parámetros químicos del agua”, y así “tener información más precisa y adaptada a nuestros ríos”. Barrios participó en la elaboración del documento en conjunto con el biólogo Franco Teixeira de Mello, docente e investigador del CURE.

Ríos estresados

Para la elaboración del informe se realizó una “revisión de estresores y parámetros utilizados en diferentes países de Suramérica”, establece el documento, que además sostiene que por estresores ambientales se entiende “cualquier factor abiótico o biótico derivado de una intervención antropogénica” que degrada el hábitat o la diversidad biológica, o genera alteraciones hidrológicas que modifican los cursos de agua. Dentro de estas perturbaciones causadas por el ser humano, las que más afectan los ríos de la región son la tala y la deforestación, la agricultura y la ganadería, la urbanización, la minería, los embalses y represas, la extracción de agua de los ríos y la explotación de los acuíferos.

Otros estresores que fueron identificados fueron los deflectores fluviales, la pérdida de la zona de ribera, la pérdida de planicies inundables, el dragado y la canalización, la sedimentación, la sobrepesca y la sobrecosecha, especies acuáticas introducidas y especies ribereñas introducidas. En tanto, los parámetros que se tomaron en cuenta para evaluar el estado de los ríos fueron: virus, bacterias, fitoplancton, biofilm, macrófitas, zooplancton, macroinvertebrados, peces, continuidad física, régimen hidrológico, morfología del cauce, set físico-químico básico, nutrientes, clorofila en agua y otros contaminantes.

El siguiente paso fue la generación de una “matriz jerarquizada”, en la que cada estresor fue relacionado con los parámetros que “aportan información sobre su efecto”, es decir, qué receptores biológicos o ambientales se ven más afectados en el recurso de agua. Cada parámetro fue valorado con un puntaje según “su magnitud de cambio frente al efecto de un estresor particular”, determinándose así la “importancia” de este y su “necesidad de uso en los métodos para evaluar el estado ecológico de los ríos”. Según los resultados de la matriz, los parámetros físico-químicos (temperatura, oxígeno disuelto, conductividad, pH y caudal) son imprescindibles para evaluar todos los estresores. Este conjunto de variables es “fundamental y transversal a cualquier protocolo o programa de monitoreo de las cuencas hidrográficas y sus ríos”, indica el estudio. Asimismo, entre los que obtuvieron mayor puntaje estuvieron los receptores biológicos como macroinvertebrados y peces.

Barrios destacó la importancia de este informe en la “identificación de los diferentes estresores que existen en los ríos sudamericanos y los receptores biológicos y/o físicos sobre los que actúa cada uno”, además de plantear “cómo y cuándo se debe evaluar” cada estresor. Por su parte, Teixeira de Mello comentó que hay varios aspectos que resultan interesantes en este informe, pero destacó que el estudio “permite mirar qué cosas hace con sus ríos cada país. Por ejemplo, saber en qué nivel de desarrollo de evaluación de calidad de agua o ambiental estamos en cada país, a qué tipos de sistemas se les presta más atención y de qué forma”.

¿Qué pasa con los ríos en Uruguay?

“Uruguay, como en varias materias, está un poco adelantado en la legislación asociada”, sostuvo Teixeira, quien también consideró que, en la práctica, el país experimenta algunas dificultades en el monitoreo de los sistemas acuáticos. Una de ellas es la falta de masa crítica, que se asocia a las capacidades y recursos que tiene Uruguay para hacer un estudio en profundidad del estado ecológico de sus ríos.

Otro de los problemas que planteó el investigador es que en el país, si bien se hacen monitoreos continuos de los cuerpos de agua más grandes, “no se les ha dado importancia a los pequeños cursos de agua”. Y esto genera grandes dificultades: “Los ríos de una cuenca son como un árbol, donde las ramas son los cursos menores que se van juntando hacia el río mayor, que sería el tronco. Cuando detectamos un problema en el tronco, o río mayor, es porque algo pasó en muchos de los pequeños arroyos, pero sin mediciones en ellos es imposible saber en cuáles está ocurriendo el problema”, expresó el biólogo. También señaló que casi todo el territorio nacional está drenado por pequeños cursos de agua, que justamente son los “más fáciles de deteriorar” por la llegada más directa de los nutrientes en exceso, la tala de los montes, agroquímicos, desechos industriales, entre otros. “Si nosotros no consideramos ese tipo de sistemas, es difícil darnos cuenta de qué es lo que está ocurriendo y responder a tiempo”.

Asimismo, Teixeira de Mello sostuvo que si bien desde hace mucho tiempo se sabe que el cuidado de la calidad del agua está asociado a los usos del suelo, en el país “hace pocos años se han empezado a mirar esos aspectos”. Lo que dice es tan sensato que cuesta creer que no lo tengan todos presente: “Sabemos que para cuidar el agua tenemos que cuidar el monte, que no tenemos que cultivar hasta el borde del río y que hay que tener cuidado con los pesticidas”.

Estudiar los impactos de los distintos usos del suelo sobre pequeños cuerpos de agua es justamente el objetivo de una investigación que Barrios y Teixeira de Mello están llevando adelante. El investigador explicó que para entender los efectos que puede tener una actividad puntual en un ecosistema fluvial “es más fácil enfocarse en un pequeño arroyo o cuenca pequeña” porque un sistema más grande está expuesto a varios factores y es más complejo determinar el impacto de cada uno.

“Nuestros sistemas de monitoreo actuales son muy frágiles, salvo casos muy particulares”, expresó el investigador. A modo de ejemplo, sostuvo que una de las excepciones es el seguimiento realizado en la Laguna del Sauce. “Hoy en día se monitorea hasta semanalmente en base a convenios, pero el sustento de la mano de obra lo está dando la Universidad de la República, no el gobierno, porque no puede mantener monitoreos muy intensivos de cursos de agua muy particulares”, contó.

Para el investigador, la escasez de recursos humanos y económicos destinados a monitoreos de la calidad del agua se vincula también con el hecho de que la calidad del agua se ha puesto sobre la mesa recién “hace diez o quince años”, existiendo un claro deterioro de los cursos del “eje sur-norte, siendo la cuenca del Santa Lucía donde más atención se ha puesto”. También expresó: “La ciudadana en Uruguay siempre ha pensado que tenemos agua de buena calidad, y como que nunca nadie se preocupó mucho por el agua más allá de casos particulares”.

¿Qué se investiga? ¿Qué no?

En Uruguay, la mayor parte de las investigaciones sobre calidad de agua “están asociadas a los impactos de la agricultura intensiva” que afecta a los ecosistemas por la “concentración de nutrientes”, explicó el biólogo, y señaló que “hay mucha lupa puesta ahí”.

Sin embargo, para el investigador otro de los principales estresores que afectan a grandes y pequeños ríos nacionales son las alteraciones hidrológicas. Teixeira de Mello comentó que lleva adelante una recopilación de datos por medio de Google Earth, y sólo en una parte del río Santa Lucía Chico encontró “más de 800 pequeños embalses” que generan un “sistema fragmentado” y modifican todo su funcionamiento: “No es lo mismo tener un río corriendo que un montón de lagos conectados”. Según sostuvo el biólogo, este tipo de impactos no está ni valorado ni estudiado en el país.

En la cuenca del río Negro, que tiene tres grandes represas, tampoco se tuvo en cuenta el funcionamiento normal del sistema y se impidió el pasaje de las especies migratorias. Entonces, además de tener problemas de eutrofización por la llegada de nutrientes, “por lo menos después de la segunda represa” se extinguieron varias especies de peces migrantes como la boga, el sábalo, el dorado y el surubí. “El río Negro representa un tercio del territorio uruguayo: si está afectado por alteraciones hidrológicas, ya es un gran porcentaje de aguas afectadas por este estresor”, resume el investigador.

Accesible pero desordenada

La información relacionada con los monitoreos que se realizan en Uruguay es accesible. Por ejemplo, algunos datos se encuentran sistematizados en la página de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama). Además, la ley de acceso a la información pública ha resultado un buen recurso para las investigaciones, por ejemplo, para acceder a los datos que recoge OSE.

Sin embargo, Teixeira de Mello señala que hay “un montón” de información que “está desperdigada”, y pone de ejemplo lo que sucede con las publicaciones científicas producidas a nivel de la universidad, porque “no hay una matriz de datos de la Udelar”. Sobre las dificultades para acceder a determinada información sobre nuestros cursos de agua, el investigador entiende que “no es un problema de que se quiera impedir el acceso, sino que es más un tema de desorganización”. Si nos organizamos, protegemos todos.

Informe: “Criterios para la evaluación de estresores y parámetros en la estimación del estado ecológico de ríos en Suramérica”.
Publicación: Publicaciones Especiales del Museo de Ciencias Naturales UCLA, Venezuela (07/2020).
Autores: Douglas Rodríguez, Margenny Barrios, Luciano Caputo, Pablo Fierro, Pedro Jiménez-Prado, Enrique Navarro, Pablo Macchi, José Mojica, Jon Molinero, José Vicente Montoya, Ángela Pantoja, Marcelo Pompêo, Blanca Ríos-Touma, Franco Teixeira de Mello, Fernando Tobón, Ana Torremorell, Andrea Villalba, Christian Villamarín.

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