En un país que a regañadientes va dejando atrás el mito de que venimos de los barcos y de que Uruguay es una excepción en Latinoamérica –el único estado sin indios, según el relato fundante de la nación–, tiene su cierta lógica que no abunden los libros sobre los indígenas destinados al público general.
A medida que el conocimiento avanza y disipa el humo de los mitos fundacionales, profesionales de la arqueología, la antropología y la historia, además de gente de la cultura, han venido haciendo valiosos aportes, terminando algunos de ellos en los estantes de librerías y bibliotecas. Diez llaves al pasado indígena viene justo a llenar un hueco en los anaqueles de una y otra. Porque si bien en él hay textos –muy disfrutables, por cierto–, tan protagonistas como las palabras son los diez objetos que las autoras escogieron de las colecciones de distintos museos. Y entonces, en esta mezcla de libro de arte y libro de divulgación, lo que hicieron esas personas que vivían en estas tierras antes de la llegada colonizadora europea estalla ante nuestros ojos con un esplendor pocas veces visto. No es un catálogo frío de piezas. No es un libro de la cultura material de los pobladores originarios de esta tierra. Es una maravilla.
Claro que la tracción de la mentira autoimpuesta, esa negación de todo lo que hubo aquí antes de los colonizadores de los que nos emancipamos heroicamente, ha motivado el desdén y la burla constante, no ya sólo de la cultura de los pobladores originarios, sino de cualquier intento de reivindicación de lo indígena, ya sea identitaria, cultural, científica, y ni qué decir, territorial o económica. Personas educadas y bienintencionadas que pagan excursiones para trepar a la cima de pirámides en México aplaudían a rabiar a una murga que cantaba sobre lo tontos que eran los indios de acá, que apenas sabían hacer unas boleadores y que no sabían ni escribir, ni contar, ni mucho menos dejarnos algo maravilloso. Que hace unos 4.600 años alguien se tomara el trabajo de grabar una piedra con diseños geométricos, que terminara en una pieza que, según los arqueólogos, no tendría otra funcionalidad que la de ser un objeto simbólico, tal vez para usar en rituales o dar prestigio social, tal vez confeccionada por el simple placer de materializar una idea estética que se tiene en la cabeza, nos lleva al terreno del arte. No todo el arte es monumental y majestuoso. Una pirámide no es más artística que el pequeño lienzo de la Mona Lisa.
No hay un arte mejor que otro. Incluso el cuplé plagado de errores y horrores sobre quienes vivieron aquí es una manifestación artística que refleja qué pasa por la cabeza de sus creadores y nos pinta la sociedad en la que viven. Por eso los arqueólogos aman y se maravillan con estas piezas, que van desde más de 12.000 años de antigüedad, en el caso de la punta cola de pescado que abre el libro, hasta los pocos 500 años antes del presente de la vasija funeraria que casi lo cierra. No son todas obras de arte. Algunas fueron herramientas, como el rompecabezas, o medios de transporte, como la canoa de madera del Queguay. Pero gracias a las pocas cosas que podemos recuperar, ordenadas en el libro por sus materiales, piedra, hueso, madera y cerámica, podemos saber algo más de cómo eran, cómo vivían, qué pensaban del mundo que los rodeaba, qué tecnologías dominaban, qué los movía, cómo era su sociedad, cómo se ganaban la vida y otras tantas interrogantes. Por eso, las diez piezas del libro, cuidadosamente seleccionadas de las colecciones del Museo Nacional de Antropología, el Museo de Arte Precolombino e Indígena y el Museo Maeso de Villa Soriano, se proponen como llaves: destrancan décadas de mitos, invisibilización y desconocimiento.
Abriendo cerraduras
Diez llaves al pasado indígena es un excelente ejemplo de lo que puede lograr el trabajo conjunto entre gente de diversas disciplinas. La arqueóloga Moira Sotelo, la divulgadora y escritora Silvia Soler, el fotógrafo Pablo La Rosa y el diseñador Fidel Sclavo dan forma a una obra en la que las imágenes valen mil palabras y las palabras disparan un millón de imágenes.
El tamaño de las páginas y su diagramación horizontal permiten que los objetos retratados con fineza por Pablo La Rosa nos cautiven más de lo que lo harían si los viéramos en las vitrinas donde se exhiben en sus respectivos museos. Suena extraño, pero en el libro uno tiene una sensación de intimidad mayor con las diez piezas, las ve de diferentes perspectivas, contempla sus detalles, se pierde en ellas aun cuando algunas tienen unos pocos centímetros.
Por su parte, Sotelo y Soler se reparten la tarea de darles mayor profundidad a la piedra, la madera, el hueso y la cerámica. Sotelo nos da detalles de los objetos en sí: dónde se encontraron, qué antigüedad tienen, qué sabemos de los pueblos que los produjeron y qué nos dicen de las tecnologías, ideas del mundo y usos que podrían haber tenido. Soler, por su parte, bucea entre la historia y el policial, con narraciones atrapantes que van tanto de los pioneros que encontraron las piezas –la mayoría fueron encontradas hace mucho tiempo y todas antes de la década de 1980– a las peripecias que atravesaron los diez objetos hasta su llegada a los museos.
¿Qué sucedería hoy en día si una pieza de arte fuera obsequiada al presidente, este la prestara para ser exhibida en una bienal y, tras ello, le devolvieran una copia falsificada sin siquiera decirle nada? Es imposible saberlo. Pero tras leer Diez llaves al pasado indígena lo que sí sabemos es que eso pasó con el antropolito de Mercedes, una obra de piedra que representa a un ser humano y que está envuelta en misterios y embaucos, y que resume a la perfección una forma de mirar lo indígena que, por suerte, ya no es la que tenemos.
Diez llaves al pasado indígena es un libro escrito para todo el público. Todas las personas encontrarán en él alguna llave que abra las puertas de la curiosidad. Sin estar pensado para niñas y niños, también es una lectura entretenida para ellos. Incluso sin saber leer, los objetos tan delicadamente fotografiados hacen por sí mismos de llaves que abren signos de pregunta (que el adulto que esté al lado podrá responder gracias a los textos de Sotelo y Soler). Piedra, hueso, madera y cerámica pocas veces tuvieron tanta vida como aquí.
Libro: Diez llaves al pasado indígena
Editorial: + Cerca Ediciones
Autores: Moira Sotelo y Silvia Soler (textos), Pablo La Rosa (fotografía) y Fidel Sclavo (diseño).
124 páginas
Diez llaves en vivo
El libro Diez llaves al pasado indígena será presentado en dos ocasiones en febrero. El martes 7 se hará el lanzamiento en el Museo Nacional de Antropología (Instrucciones 948, Montevideo), a las 18.00, mientras que el martes 28, a las 20.30, será presentado en la Fundación Manolo Lima (Punta del Este, Maldonado).
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