Un veterinario y una ecóloga entran a un ascensor y salen convencidos de que deben hacer algo con escarabajos, estiércol y contaminación ambiental. Parece el comienzo de un chiste de un stand up de ciencia o un acertijo lógico, pero es exactamente lo que ocurrió en la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República (Udelar).
Los protagonistas de la primera parte de esta historia son Vernadet Bianchinotti y Gonzalo Suárez, que integran en realidad la Facultad de Veterinaria (Udelar), pero estaban de visita en la Facultad de Ciencias para buscar materiales en su biblioteca.
Como Vernadet proviene de Ciencias y tiene formación ecológica, andaba a la caza de ideas que le permitieran hacer una tesis de maestría que uniera esa vocación y su trabajo en la Unidad de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Veterinaria, bajo la tutoría de Gonzalo.
Cuando subieron al ascensor para irse de la Facultad de Ciencias, aún sin ninguna idea clara, vieron un cartelito pegado en la pared. En él, la entomóloga Patricia González buscaba estudiantes interesados en realizar una pasantía de grado o tesis de maestría en biología, ecología y comportamiento de escarabajos coprófagos, llamados también estercoleros o peloteros (debido a que algunas especies forman bolas de excrementos y las hacen rodar). “A Gonzalo se le prendió una lucecita y me dijo que teníamos que contactar ya a esa persona”, cuenta hoy Vernadet.
¿Qué tenía que ver su especialidad –el estudio de fármacos veterinarios– con estos escarabajos? Para entenderlo, hay que conocer los hábitos de estos animales a menudo ignorados, pero fundamentales para los ecosistemas y también para la calidad de los suelos.
Los escarabajos estercoleros o coprófagos, tal cual indica su nombre, son los reyes de los excrementos. Los usan para alimentarse, criar sus numerosos hijos y, en algunos casos, para vivir directamente en ellos. Desde una perspectiva humana, estas costumbres no les brindarían una gran reputación, pero les ha resultado una estrategia evolutiva muy exitosa. Hay más de 7.000 especies descritas en el mundo y cerca de un centenar registradas en Uruguay.
Al ser desintegradores y recicladores de materia orgánica, nos evitan tener que lidiar con enormes cantidades de excrementos y con las enfermedades asociadas a ellos. De paso, incorporan al suelo los nutrientes que están encerrados en la materia en descomposición, entre muchas otras bondades que aprovechamos gracias a sus hábitos. En esta misma sección ya hemos hablado de otros estudios de Patricia González que muestran lo mucho que hay para decir de estos animales.
En Uruguay, estos escarabajos tienen comida en abundancia debido a la omnipresencia de vacas, ovejas y, en menor medida, caballos, que depositan sus heces en todos los campos del país. El problema es que el ganado, al expulsar sus excrementos, eliminan con ellos parte de los antiparasitarios que se les aplica, esparciéndolos así en el ambiente. Y es ahí donde el mundo de la ganadería y el de estos escarabajos se unen, lo que explica la conexión que Gonzalo y Vernadet hicieron dentro del ascensor de la Facultad de Ciencias con los estudios de Patricia.
Como consecuencia de aquel viaje breve en el ascensor, se inició una investigación interdisciplinaria muy reveladora, cuyos resultados acaban de publicarse en un artículo que lleva la firma de Vernadet Bianchinotti, de la Unidad de Bioestadística y la Unidad de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Veterinaria; Patricia González, de la Sección Entomología de la Facultad de Ciencias, y Gonzalo Suárez, también de la Unidad de Farmacología y Terapéutica de la Facultad de Veterinaria.
Gonzalo Suárez y Vernadet Bianchinotti en la Facultad de Veterinaria.
Foto: Alessandro Maradei
Donde se cava se come
Los antiparasitarios se usan extensivamente en nuestro país para combatir distintos parásitos que afectan la salud y la productividad del ganado, con consecuencias en su ganancia de peso y la producción de carne y leche.
Entre los productos más usados para lidiar con nemátodos gastrointestinales, pulmonares, garrapatas y demás, se encuentran la ivermectina, doramectina, moxidectina y eprinomectina (todos lactonas macrocíclicas), productos veterinarios que tienen como gran contrapartida el potencial impacto ambiental que producen al depositarse a través de los excrementos en el agua y los sedimentos.
Tras ser excretadas por los animales, las moléculas de estos antiparasitarios pueden durar en el ambiente hasta 80 días, dependiendo de las condiciones ambientales y de las particularidades de cada producto.
Para los animales que viven de los excrementos, como los escarabajos coprófagos, esto es un problema evidente. A nadie puede resultarle buen negocio que le apliquen productos nocivos directamente en su comida o su vivienda. Y afectar a la comunidad de coprófagos, incluso si se pensara solamente en términos egoístas, tampoco es buen negocio para la industria. Estudios han mostrado que los coprófagos presentes en los campos pueden aumentar la productividad de las pasturas naturales hasta en un 5%, al acelerar la incorporación de nutrientes al suelo. Son, además, fundamentales como elemento natural en el control parasitario del ganado, como veremos más adelante.
Hasta ahora, sin embargo, no sabíamos nada sobre los efectos que estos tratamientos antiparasitarios producen sobre los escarabajos en Uruguay. “En el estudio del impacto ambiental de los antiparasitarios teníamos un debe. No había trabajos nacionales que vincularan los tratamientos con el impacto ambiental de las comunidades coprófagas, así como tampoco modelos de estudio que nos permitieran evaluarlo para tomar definiciones. Así que, ¿qué mejor que combinar diferentes perspectivas y unirnos entre investigadores de distintas facultades para averiguarlo?”, explica Gonzalo.
Para estudiar los efectos de los antiparasitarios reclutaron un candidato ideal, sugerido por Patricia: el escarabajo Onthophagus hircus, que es un cavador o paracóprido, como se llama a los que excavan galerías y entierran el excremento donde nidifican las crías.
“Es una especie pequeña, en la que los machos presentan dos cuernos cefálicos. Es frecuente en el país y se la puede encontrar en todo tipo de excremento, sea de vacuno, equino, ovino, carpincho o hasta de perros. También es generalista con relación al hábitat, aparece en pastizales y en plantaciones de eucaliptus”, cuenta Patricia González.
Vernadet y Gonzalo propusieron hacer los estudios con eprinomectina, un antiparasitario ampliamente utilizado para el control de nemátodos, entre otros parásitos, pero del que no hay muchos estudios hechos sobre impacto medioambiental. Definidos tanto los individuos de estudio como la droga, ¿qué averiguaron los investigadores sobre los efectos que provoca este producto?
With the beetles
Los investigadores criaron primero escarabajos de la especie seleccionada en laboratorio y se cercioraron de que fueran tan saludables como los que viven en su ambiente natural. Obtenido un modelo biológico viable de estudio, lo sometieron a dos experimentos.
En el primero, intentaron establecer a partir de qué concentración en los excrementos de un bovino la eprinomectina resultaba mortal para los escarabajos. Probaron con concentraciones de 0,05; 0,5; 5 y 50 miligramos por kilo (mg/kg), además de formar un grupo control al que no se sometió a la droga.
La única concentración que produjo una mortalidad significativa fue la de 50 mg/kg, que causó el deceso de casi todos los sujetos de estudio luego de siete días de exposición. “Esa es una concentración extrema, que potencialmente no se encontraría en el ambiente. Y si bien las dosis más bajas no tuvieron un impacto letal en los escarabajos, a nosotros nos interesaba investigar qué otros efectos podían producir”, señala Vernadet.
Esto era fundamental para su trabajo. Que un producto no mate a los animales expuestos a ellos no significa que sea inofensivo. “Por eso, dentro de las concentraciones sin efecto letal directo decidimos usar la de 0,05 mg/kg para un segundo experimento, ya que es una concentración que está dentro de los rangos que se pueden encontrar en los excrementos depositados en el ambiente por bovinos que recibieron antiparasitarios”, agrega.
En este segundo experimento midieron el desarrollo reproductivo de los escarabajos sometidos a esa concentración de la droga. “Dividimos a los escarabajos en dos grupos. En el grupo de control pusimos parejas de la especie a la que alimentábamos con materia fecal sin antiparasitarios. En el grupo de estudio las parejas fueron sometidas a materia fecal con esa dosis mínima de eprinomectina. Hicimos entonces un seguimiento semana a semana de las masas nido que formaron con los excrementos, que es donde depositan los huevos”, explica Vernadet. Los resultados de este segundo experimento nos dicen mucho sobre el impacto que el uso de estos antiparasitarios puede tener sobre nuestra biodiversidad y el ambiente.
Patricia González.
Foto: Alessandro Maradei
Aquí, allá y en todas partes
En apariencia, ambos grupos se comportaron igual. Se alimentaron, se reprodujeron, tuvieron huevos y los acondicionaron en las masas nido. Pero hubo una diferencia fundamental. De las masas nido que hicieron los escarabajos sometidos a eprinomectina, no emergió ni un individuo adulto. No hubo ningún escarabajo que completara el ciclo reproductivo. Hubo un “completo fracaso del desarrollo de progenie”, por usar las palabras del artículo.
“Cuando abrías las masas nido a veces veías que los huevos ni siquiera habían eclosionado, y en otros casos estaba sólo la larva en su fase inicial”, apunta Vernadet.
El artículo es concluyente al respecto: en concentraciones similares a las que “se encuentran típicamente en las heces bovinas después de una aplicación tópica”, los “resultados sugieren que el uso prolongado de eprinomectina, particularmente en el control de ectoparásitos, podría afectar negativamente la viabilidad a largo plazo de las poblaciones de Onthophagus hircus, así como de otras especies”. En términos humanos, una droga que impidiera el desarrollo de todos los niños en una comunidad sería una pesadilla propia de una novela distópica de ciencia ficción.
Este escarabajo no necesita justificar su existencia mediante los servicios que nos presta o los roles ecológicos fundamentales que cumple en nuestro ambiente. Que la aplicación de antiparasitarios esté poniendo en entredicho su supervivencia en los campos uruguayos ya es de por sí preocupante. Pero los efectos demostrados por esta investigación deberían importar incluso a quien no esté particularmente interesado en esta especie.
“Estos son resultados muy importantes, porque el trabajo muestra un efecto muy directo sobre una comunidad coprófaga que es muy beneficiosa. Si la aplicación de antiparasitarios pone en riesgo su viabilidad, se pierde también el rol ecológico que cumplen los escarabajos en la degradación de los excrementos, que contribuye significativamente a disminuir las cargas parasitarias al cortar su ciclo cuando descomponen los excrementos”, advierte Gonzalo.
Una aplicación excesiva de estos antiparasitarios, entonces, podría fomentar un círculo vicioso que a la larga resulte contraproducente para los propios objetivos de la industria, y es además un llamado de atención por sus efectos en el ambiente.
Como dice el artículo en sus conclusiones, estos resultados “subrayan la relevancia de evaluar el potencial impacto ambiental de las aplicaciones de antiparasitarios en los sistemas de producción, ya que los efectos observados en organismos no objetivo, como los escarabajos coprófagos, ponen de manifiesto la necesidad de seguir investigando sus consecuencias ecológicas más amplias”. Ahí es donde apuntan ahora los autores del trabajo.
Help!
Este trabajo impulsó una nueva línea de investigación que abarca otros proyectos, con el objetivo de ampliar el estudio a otros antiparasitarios y evaluar también el impacto real que estos productos provocan en el ambiente, más allá de los análisis de laboratorio.
“Intentamos ahora investigar cuánto duran las concentraciones de productos en el ambiente y cuánto afectan, pensando también en otros asuntos más generales, como la inocuidad de los alimentos que producimos”, reflexiona Gonzalo.
Contar con esa evidencia dará herramientas para repensar el uso de antiparasitarios en Uruguay y tomar “medidas más racionales”, como apunta Gonzalo. Por ejemplo, rotar algunos productos, sustituirlos por otros más amigables con el ambiente o planificar su aplicación para que no coincida con el ciclo reproductivo de estos escarabajos y otras especies coprófagas.
Actualmente están haciendo estudios comparativos en campos que usan antiparasitarios en forma extensiva y otros que tienen tratamientos más ecológicos, y la diferencia entre ambos es apreciable incluso a simple vista.
“Ni bien salimos a recorrer notamos que en aquellos campos en que se usan algunos antiparasitarios hay mayor presencia de excrementos que no se descomponen, pero en los otros la degradación es mucho más rápida. Creo que desde la academia tenemos que ayudar a visualizar este problema y tomar conciencia, para que los controles parasitarios comiencen a hacerse de forma diferente y se pueda cuidar más el ambiente”, insiste Gonzalo.
Una vez más, la clave está en el concepto de una salud, que pregona que nuestra salud, la de los animales y la del ambiente están interconectadas. En este caso, nos muestra que lo que ocurre a criaturas muy pequeñas, casi imperceptibles y a menudo ignoradas, como estos escarabajos coprófagos, tiene mucho que ver con los cambios que provocamos en el ambiente que compartimos, con repercusiones directas sobre nosotros.
En estos términos, afectar la supervivencia de los escarabajos coprófagos es un tiro en el pie, pero también tiene importancia intrínseca. Su relación de dependencia con la materia fecal no los convierte precisamente en los animales más populares como estandartes de la biodiversidad, pero no están exentos de un carisma que se han ganado con justicia y que les valió ser fuente de inspiración en varias culturas.
Hay especies de escarabajos coprófagos que polinizan flores, que han aprendido a guiarse usando el sol, la luna e incluso la Vía Láctea, que son capaces de levantar un peso 1.141 veces superior al suyo, como Onthophagus taurus. A su primo Onthophagus hircus, protagonista de esta investigación, le toca también ahora cargar con el peso de ser centinela del ambiente.
Artículo: Model breeding and ecotoxicity study of eprinomectin on the reproductive performance of Onthophagus hircus (Coleoptera: Scarabaeidae)
Publicación: Chemoecology (setiembre de 2025)
Autores: Vernadet Bianchinotti, Patricia González y Gonzalo Suárez.