Comencemos por admitir algo que parece obvio para nosotros pero que no lo es en el mundo de la naturaleza. Andar por ahí haciendo rodar una bola de excrementos no es una actividad que vaya a incrementar tu popularidad entre la gente. Tampoco comértela o luchar por ella como si fuera el objeto más preciado del mundo, y mucho menos considerarla el lugar ideal para criar y alimentar a tus hijos. En humanos, esta obsesión con la caca es un fenómeno que se da solamente en ciertos humoristas o en un período breve de la infancia, pero en la naturaleza puede ser una estrategia evolutiva notable.

Descubrirlo requiere saber cómo y dónde mirar. Pensemos, por ejemplo, en una imagen bien típica de nuestros campos: excrementos de vaca, oveja o caballo sobre el pasto. Observándolos desde nuestra perspectiva no sospecharíamos que dentro, debajo y alrededores de ellos se desarrolla una trama fascinante que incluye sexo, violencia y un montón de talentos inusitados.

Los responsables son los escarabajos coprófagos –más conocidos como escarabajos peloteros, pese a que no todos tienen esta característica–, que desde hace millones de años cumplen con perfil bajo una tarea que hace nuestra vida soportable.

No todas las culturas han sido ingratas con ellos. Pese a los prejuicios casi universales asociados a la caca, los antiguos egipcios los veneraban y los consideraban un símbolo de transformación y renovación, algo que demostró ser sorprendentemente exacto, aunque no se deba a su capacidad para ayudar a los muertos a superar la prueba del dios Anubis sino a un tema un poco más mundano. Son desintegradores y recicladores de materia orgánica, especialmente excrementos, y aunque no son los únicos animales que lo hacen, sin ellos deberíamos lidiar con una cantidad insoportable de excrementos y enfermedades asociadas. Estaríamos, literalmente, tapados de caca.

Es imposible enumerar en profundidad, en una sola nota, todos los servicios ecosistémicos que brindan o sus peculiaridades, pero vale la pena resumir sus “grandes éxitos”. Desde una perspectiva egoísta, podemos agradecerles por mejorar la calidad del suelo (incorporan nutrientes), dispersar semillas, favorecer el crecimiento y rendimiento de las plantas, disminuir las emisiones de gas invernadero, aumentar el área de forrajeo del ganado al eliminar sus heces y reducir los parásitos que se desarrollan en el estiércol. Además, han abierto varias líneas de investigación médica. Por ejemplo, las secreciones antimicóticas y antibacterianas con las que protegen el alimento de sus crías podrían tener aplicaciones humanas.

Si sólo se piensa en la biología y no en la producción o la medicina, estos escarabajos han resultado también una fuente de maravillas. Dentro de las más de 7.000 especies descritas en el mundo podemos encontrar potentes escarabajos que desarrollaron cuernos y otras armas para pelear por las hembras o las bolas de excrementos, hembras que también pelean por los machos y la comida, especies que aprendieron a guiarse por el sol, la luna o incluso la Vía Láctea a la hora de huir con sus bolas de excrementos, otras que polinizan flores y hasta algún récord mundial: el escarabajo coprófago Onthophagus taurus es el insecto más fuerte del mundo, capaz de levantar un peso 1.141 veces superior al suyo.

Todo esto puede resultar muy impresionante, pero no explica esa predilección gastronómica que a tantos resulta repelente y curiosa. Para entenderla hay que retroceder un poco en el tiempo.

_Gromphas inermis_, escarabajo cavador.

Gromphas inermis, escarabajo cavador.

Foto: Patricia González

Shit happens

“Al alimentarse de excrementos, evolutivamente estos animales aprovecharon un nicho vacío y evitaron de ese modo la competencia por otras fuentes de alimentos”, cuenta la entomóloga Patricia González Vainer, de la Facultad de Ciencias de la Universidad de la República. Desde la perspectiva humana podrá resultar repugnante, pero para los escarabajos resultó una estrategia evolutiva con todo sentido.

“Lo que se cree es que la coprofagia en este grupo es un derivado de la saprofagia en general, que es el consumo de materia animal o vegetal muerta o en descomposición. Este grupo se especializó en alimentarse de estiércol, aunque luego algunos derivaron hacia la necrofagia o el consumo de frutos en descomposición”, agrega González Vainer.

Es la primera en admitir que los escarabajos coprófagos no son un tema popular entre los estudiantes, a los que no les entusiasma particularmente la idea de ponerse guantes para manipular estiércol en busca de estos pequeños animales, por fascinantes que sean. Quizá por eso cuando comenzó a estudiarlos, hace casi 30 años, se sabía muy poco de ellos en Uruguay, un gran error si uno considera la importancia de la producción agrícola-ganadera para el país y lo que los escarabajos coprófagos pueden hacer por ella.

González Vainer se dio cuenta desde el inicio de que se trataba de un grupo muy beneficioso y de que era importante investigarlos. “En parte fue por lo que se estaba haciendo en otras partes del mundo, sobre todo en Australia, donde había programas de cría y de liberación para el control del excremento”, señala. Para hacerse una mejor idea de lo ocurrido en ese país y la importancia de los escarabajos hay que acudir una vez más a Charles Darwin, el hombre que observaba todo.

Cuando llegó a la isla australiana de Tasmania en 1836, Darwin se sorprendió al observar que los escarabajos nativos intentaban prosperar en los excrementos dejados por animales exóticos, en este caso vacunos introducidos sólo 36 años atrás. La palabra clave es “intentaban”. 100 años después, quedaba claro que su falta de éxito se estaba convirtiendo en un gran problema en Tasmania y Australia en general. Grandes cantidades de excrementos quedaban intactas en los campos, dando pie a la proliferación de moscas de los cuernos, que parasitan a los bovinos (también están presentes en Uruguay).

¿Por qué ocurría esto? Porque la mayoría de los escarabajos nativos habían evolucionado para descomponer los excrementos secos de marsupiales con los que habían compartido tierra durante millones de años, no los de estos vacunos forasteros. Australia tomó entonces una decisión riesgosa pero que le salió bien, basándose en los consejos del entomólogo húngaro George Bornemissza. A partir de la década de los 60 comenzó un plan de introducción de escarabajos exóticos que sí podían lidiar con ese tipo de excrementos. En 20 años cambiaron radicalmente la situación, en uno de los pocos casos exitosos (al menos hasta ahora) de especies exóticas introducidas.

A la luz de estas noticias, era bueno empezar a comprender qué estaba ocurriendo en Uruguay, donde se calcula que hay entre 80 y 100 especies de escarabajos coprófagos. “Tienen requerimientos específicos y particulares, por eso es importante estudiar las variaciones de las comunidades de escarabajos según los distintos ambientes, ya que los cambios en el uso del suelo pueden modificar la composición, la riqueza y la abundancia de las especies”, cuenta González Vainer. Eso fue exactamente lo que hizo junto a la también entomóloga Cecilia Canziani en un artículo de reciente publicación.

Patricia González.

Patricia González.

Foto: Alessandro Maradei

El escarabajo por los cuernos

Como demuestran las virtudes y beneficios ya enumerados, los escarabajos coprófagos son excelentes indicadores ambientales. No sólo brindan un montón de servicios útiles para los ecosistemas que habitan y también para la producción, sino que sirven para advertirnos si un ambiente está alterado en forma negativa.

Para profundizar en eso hay que entender las diferencias de comportamiento, a grandes rasgos, de las especies existentes de escarabajos coprófagos, que los especialistas dividen en los llamados “grupos funcionales”. Que, en este caso, significa meterse en la maleducada tarea de averiguar cómo usa la caca cada uno.

Por un lado están los escarabajos peloteros propiamente dichos (llamados rodadores o telecópridos), que hacen una bola con el estiércol y huyen raudos con ella antes de que llegue el malón de congéneres a disputársela. Allí, en esa bola amasada con tanta diligencia, es donde la hembra pondrá sus huevos. En Uruguay no son muy comunes, en parte porque prefieren excrementos más pequeños que los que suelen encontrarse en nuestros campos.

Luego están los cavadores o paracópridos, que son los que excavan galerías y entierran el excremento donde nidifican las crías, como quien ahorra diligentemente para tener una reserva con la que criar sanos a sus hijos. Cumplen una fenomenal labor a la hora de incorporar al suelo los nutrientes que están encerrados en la materia orgánica en descomposición.

Por último están los endocópridos o moradores, que viven dentro del estiércol, específicamente, y por lo general son de menor tamaño que los anteriores. Sus aportes a la hora de reciclar la materia e incorporarla a los suelos también es menor.

“Se ha visto que cuando hay grandes cambios ambientales se reducen los rodadores y también los cavadores (sobre todo los grandes) y proliferan los pequeños moradores. Eso causa una alteración porque justamente las especies que más entierran y redistribuyen el estiércol en el ambiente, y lo incorporan al suelo, son los rodadores y los cavadores”, dice González Vainer.

Por eso, estudiar una comunidad de escarabajos y comprobar que faltan rodadores y cavadores es un indicador “de que el suelo está muy compactado, por ejemplo, que hay algún proceso que colabora en la desecación del suelo o que la cobertura vegetal ha cambiado el grado de insolación que necesitan algunas especies”, agrega.

Las entomólogas resolvieron investigar qué ocurría con las comunidades de escarabajos coprófagos en Uruguay en tres ambientes distintos: praderas con suelos húmedos, praderas con suelos secos y plantaciones de eucaliptus, todos dentro de un establecimiento de Florida con presencia de ganado (y, por lo tanto, de fuente de alimento para estos escarabajos).

Para investigar la composición de las comunidades de escarabajos en estos ambientes colocaron nueve trampas (de tres tipos distintos) cada 25 metros, consistentes en recipientes de plástico con una rejilla por arriba, sobre la que se colocaba una bola de apetitoso cebo envuelta en una media. Claro que “apetitoso” no es la palabra que usaría cualquiera de nosotros para definir la caca de caballo, de vaca y la carne podrida de carnero.

Se eligieron estos tres tipos de cebos porque se encuentran en abundancia en esa zona, pero a veces los escarabajos son bastante gourmet en esto de catar bosta. Distintas especies de escarabajos se ven atraídas por diferentes tipos de excrementos, y por lo tanto los muestreos dependen mucho de la clase de alimento que se ofrezca. Por ejemplo, en zonas tropicales es común usar caca de omnívoros, que tiene una variedad más amplia de nutrientes; tan común, de hecho, que muchos investigadores usan como cebo sus propios excrementos, un procedimiento más sencillo que andar rastreando las deposiciones de otros omnívoros por la selva.

En este caso, afortunadamente, las investigadoras no tuvieron que llegar a este extremo, ya que les interesaba comprobar qué comunidades de especies atraían los excrementos de mamíferos herbívoros, que son los que predominan en el campo uruguayo (no así de biólogos, suponemos). Lo que descubrieron tras el minucioso análisis de los ejemplares caídos en las trampas es relevante, pero no sólo para ampliar nuestro conocimiento de los escarabajos en Uruguay.

_Sulcophanaeus menelas_, escarabajo cavador.

Sulcophanaeus menelas, escarabajo cavador.

Foto: Belén Aguilar

Supertramp

En total colocaron 216 trampas en forma sistemática en cada ambiente, en un muestreo que llevó un año. Tras colectar los escarabajos, identificaron las especies, midieron la biomasa total y también la riqueza de las comunidades de escarabajos en cada hábitat. En total se recolectaron 3.363 ejemplares correspondientes a diez géneros y 17 especies.

“Los suelos más húmedos y más blandos, que son más fácilmente excavables, mostraron una mayor abundancia de especies de escarabajos y biomasa total, sobre todo porque hay mayor cantidad de grandes cavadores”, explica González Vainer. Mientras tanto, en la pradera con el suelo más seco se redujo la presencia de grandes cavadores y la riqueza de especies fue algo menor, con predominancia de dos especies que representaron 74% del total de individuos encontrados.

Donde sí se produjo una diferencia notable fue en el análisis de la comunidad de escarabajos en la plantación de eucaliptus. “Los resultados mostraron que cuando se cambia la cobertura vegetal y se transforma la pradera en un bosque forestal, los rodadores desaparecen y los cavadores se reducen al mínimo aunque haya alimento disponible. Sólo quedan unas poquitas especies, las más generalistas, y pasan a predominar los pequeños moradores, que también proliferan porque no tienen la competencia de otras especies. Y si bien estos ayudan en la desintegración de la materia, no la incorporan al suelo, entonces se pierden ahí servicios ecosistémicos importantes”, dice González Vainer.

Como ejemplo de esta predominancia de pocas especies en plantaciones de eucaliptus, algo reportado también en otros grupos de animales, puede mencionarse que una sola especie (Ontherus sulcator) representó 77% de la biomasa total registrada allí.

Resumiendo, las praderas que tienen suelos húmedos y menos compactados poseen una mayor riqueza de especies de escarabajos y mejor “equilibradas”, con aproximadamente igual número de especies de los tres grupos funcionales, lo que según González Vainer implica “una situación ideal para la incorporación de los excrementos al suelo”.

Cuando los suelos están muy compactados, hay una reducción de las especies que son grandes cavadoras tanto en número como en abundancia, dejando paso a pequeñas cavadoras (que hacen galerías mucho más superficiales) y a moradores del estiércol. Y cuando se foresta, algo que va acompañado de cambios en la estructura del suelo y reducción del contenido de humedad, el número de especies se reduce a la mitad con respecto a la pradera adyacente, con ausencia de rodadores y cavadores. Las condiciones son poco propicias para estas especies por factores diversos. Por ejemplo, la cobertura vegetal del suelo complica la labor de los rodadores (probá jugar al fútbol en una cancha llena de ramas tiradas) y la falta de luz solar perjudica a escarabajos coprófagos diurnos, que necesitan un alto nivel de insolación.

En cuanto a los resultados del concurso gastronómico que las entomólogas ofrecieron a los escarabajos, podemos contar que la mayoría resultaron ser exclusivamente coprófagos, con sólo una especie necrófaga y una copronecrófaga (la poca abundancia de algunas especies impidió determinar sus inclinaciones alimenticias). A la mayoría de las coprófagas les daba igual la bosta de caballo que la de vaca, aunque unas pocas mostraron preferencias por una o por otra, algo que posiblemente esté relacionado con el tipo de excrementos con el que evolucionaron.

_Ontherus sulcator_, escarabajo cavador.

Ontherus sulcator, escarabajo cavador.

Foto: Patricia González

Un asunto sin desperdicio

El estudio muestra las bondades de los escarabajos como indicadores ambientales, capaces de responder a los cambios que se producen en su hábitat, pero tiene también implicancias para la conservación y producción.

Si el ecosistema de pastizales naturales del país es sustituido progresivamente por bosques, no son sólo algunas especies de escarabajos las que se pierden, sino también los servicios que brindan. “Al haber una reducción en el número de especies y la cantidad de ejemplares, hay una reducción de los servicios ecosistémicos, y los suelos notoriamente van perdiendo calidad. Eso después redunda en efectos negativos económicos, porque en la producción de hecho hay una necesidad continua de incorporar fertilizantes en los suelos. Entonces, todo lo que contribuya a mantener y conservar los insectos detritívoros en general y los coprófagos en particular colabora a la larga en la calidad de los suelos”, explica González Vainer.

En Uruguay los escarabajos no se usan aún con este fin, “aunque sí está creciendo la producción orgánica, con el propósito de usar menos pesticidas o antiparasitarios”, lo que a su vez contribuye a la presencia de los coprófagos. Hoy en día se produce un curioso círculo vicioso, porque si bien los escarabajos ayudan a controlar los parásitos que prosperan en los excrementos, se ven afectados por los fármacos que se usan en la ganadería para controlar esos mismos parásitos, que son expulsados por el ganado en sus deyecciones.

Las bondades de estos escarabajos en el control de parásitos, el crecimiento de plantas y la calidad de los suelos, demostradas en estudios de laboratorio, nos obligan a mirar con otros ojos su sacrificada labor como limpiadores y recicladores de la materia orgánica que tanto nos repele.

Es lógico que la presión de la producción tenga otros tiempos que los de los escarabajos y lleve al uso de pesticidas, herbicidas e insecticidas para obtener más ganancia y más alimento en menos tiempo, pero favorecer la presencia y diversidad de escarabajos es una buena apuesta a largo plazo. Como ya hemos comprobado en las últimas décadas, las formas de cultivo y producción animal intensivas no suelen ser amigables con el ambiente. Como en la proverbial fábula de la liebre y la tortuga, los escarabajos van un poco retrasados en esta carrera, pero puede que al final del camino nos hagan ganar a todos.

Artículo: “Structure and composition of dung beetle assemblages (Coleoptera: Scarabaeidae) in a livestock ranch in central Uruguay: responses of functional groups and species to local habitats and trophic resources”
Publicación: The Coleopterists Bulletin (setiembre de 2022)
Autores: Cecilia Canziani y Patricia González Vainer.

_Ataenius perforatus_, escarabajo morador.

Ataenius perforatus, escarabajo morador.

Foto: Patricia González

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